jueves, 5 de marzo de 2015

Paparmando

A mis 24 años he sentido varias veces que me rompían el corazón.

Sentí que mi mamá me rompió el corazón cuando no quiso comprarme la muñeca que quería cuando era niña. Sentí que me rompieron el corazón cuando el chico que quería me dijo que no quería estar más conmigo. Sentí que se me rompía el corazón cuando mi bola de púas dejó de moverse.

En esas y otras ocasiones sentí que el corazón se me rompía por algunos momentos y que luego volvía a su estado normal.

Lo que ahora experimento es diferente. Cuando me dijeron que al Paparmando le dieron dos días de vida sentí que se me rompía el corazón en mil pedazos. Cuando me dijeron que se había ido pocas horas después sentí el corazón hecho añicos.

He estado en negación porque aún no creo que ya no esté aquí. Lo miro atrapado en un cofre y le susurro, impulsiva e ilusamente, “abre los ojos; te quiero abrazar”. Hoy estoy más tranquila porque sé que él también lo está, poniéndose al día con sus hermanos y papás y ahora cuidándonos, porque ahora es un ángel más.

El Paparmando era renegón, pero tenía un corazón y alma de niño. Siempre preguntaba cómo te iba en los estudios o en el trabajo, se reía cuando lo llenabas de mimos, hablaba sobre sus hijos recalcando lo buenas personas que eran, agradecía a todos por saludarlo y visitarlo antes de irse a dormir, sonreía al ver a un erizo aun cuando este le levantaba las púas, jugaba con sus carritos de juguete y amaba todos los días a la Mamina, el amor de su vida.

Amaré y recordaré por siempre su historia de amor y las muestras de afecto que tuvieron hasta el último momento y desearé en secreto vivir lo que ellos vivieron.

Mamina, no pienses que esto es un adiós. Piensa que esto es un “hasta luego” al amor de tu vida, hasta que se encuentren físicamente de nuevo y puedan continuar con su historia der amor, ya que, como bien dicen, “el amor es eterno mientras dura” y yo sé que ustedes vivirán eternamente.

Paparmando, fuiste el mejor esposo, padre y abuelo que alguien pudo tener y, por eso, desde ya te digo “te extraño”. Gracias por tus sonrisas y por hacernos felices. Gracias por haber sido y seguir siendo parte de nuestras vidas.

Te quiero.