miércoles, 14 de octubre de 2015

¡Devuélvanme mis calzones!

Las experiencias personales son, en mi caso, lo más fácil para escribir, así que hoy aprovecharé para contarles algo que me pasó el fin de semana.

Aprovechando que hacía tiempo que no me compraba nada, fui a una de las tiendas en las que normalmente encuentro ropa de mi agrado y compré un BVD, una blusa (en una bolsa) y 3 bóxers (en la otra), decidiendo, antes de abandonar el sitio, poner todo en la misma bolsa y botar la otra.

Después del merecido shopping, me acerqué con Claudia a tragar comer en el food court combos agrandados junior del Burger King (si le voy a hacer publicidad a algo, que sea de la comida chatarra), deteniéndome, en repetidas ocasiones, por culpa de la bolsa de plástico resbalándose de mis piernas una y otra vez.

A las 7:25 pm nos sentamos en nuestros asientos de la sala de cine y, mientras disfrutaba de la película, nuevamente la bolsa se escapaba de mis piernas y botaba mis calzones y demás prendas al suelo.

Dos horas después, me levanté de mi asiento dándole una rápida mirada al mismo y, al ver que no había ropa, confié en que todo estaría en mi bolsa y salí de ahí (ay, Alessandra, ¿por qué serás tan confiada?).

Al llegar a mi casa, emocionada por ver mis nuevas prendas y ponerlas en su sitio, me di con la gran sorpresa: “¡¿DÓNDE ESTÁN MIS CALZONES?!”

Al ver que no había rastro de ellos en los pasillos ni en la maletera de Morris, pensé en las posibles opciones:


1) No me di cuenta de que los bóxers seguían en la bolsa y los boté a la basura
2)  Los dejé en el piso de la sala de cine
3)  Se me cayeron mientras comía y alguien los cogió sin que me diera cuenta

Como no podría regresar al centro comercial porque estaba a punto de cerrar, le escribí a ambas marcas por Facebook resumiendo “creo que dejé mi nueva ropa interior en tu tienda/sala”.

Domingo a las 4 pm y no obtenía respuesta, así que decidí ir al mall en el orden establecido. Primero fui a la tienda, donde hablé con una chica y le expliqué la situación (soportando su expresión atónita y sus ganas de reír): “Déjeme hablar con el personal de limpieza, porque ellos son los que limpian los tachos”.

La chica desaparece y, al rato, reaparece con una señora quien me dice “No encontré nada, pero si gusta puede rebuscar en la basura para que vea que no le miento”. “No es necesario; le creo”, respondo (ay, Alessandra, ¿por qué serás tan confiada? Parte 2).

Desesperada y extrañando mis calzones, me acerqué al personal del cine, esta vez un chico:


- Esto es algo vergonzoso, pero creo que ayer pude haber dejado ropa recién comprada en una de sus salas.
- Voy a preguntar, señorita. ¿Exactamente qué eran?
- (Por algún motivo, la palabra “bóxers” no llegaba a mi mente y era reemplazada repetitivamente por “trusas”) Trusas…tres…sueltas (sin bolsa).

-           
      -          …..
-          Ok, preguntaré.

El chico regresó al rato con una expresión despreocupada y cómica:

-          Lo siento, señorita, pero el personal que limpió la sala no encontró nada.
-          Me lo imaginaba. Gracias igual.
-          De nada; cuídese.

Decepcionada por segunda vez, me acerqué al food court sin éxito y enfrentando la realidad: en esos momentos, alguien más tenía mis bonitos bóxers.

Picona como siempre, regresé a la tienda a comprar las mismas prendas y tres más (para aliviar el dolor de la pérdida), pero el sentimiento seguía igual: “¡Devuélvanme mis calzones!”

Aunque, pensándolo bien, mejor quédatelos.  

miércoles, 5 de agosto de 2015

Carta para mi hij@ adolescente

Luego de hacer la carta parael/la hij@ qu alguna vez tendré y para el/la niet@ que tendré algún día, hoy toca enseñarles la carta para mi hij@ adolescente.

Aquí va.

“Querid@ hijit@:

Hoy dejas de ser mi adorad@ critter para entrar a la primera etapa terrorífica de tu vida (y probablemente de la mía siendo madre): la adolescencia.

Y para que puedas sobrevivir a ella, tu madre que te quiere mucho te ha resumido algunos tips, hechos y consejos para que puedas sobrevivir a esta etapa de la mejor manera.

  • Te romperán el corazón una y otra vez y te dolerá hasta sentirte morir. Lo importante es que sepas que las cosas pasan por algo y que, si no resultan como esperas, es porque vendrán cosas mejores. Pero si la sensación de tristeza no se va, me das la dirección del maldit@ que te hizo esto y estoy segura de que tu padre y yo haremos que a él/ella le duela también.
  • Vivirás el nacimiento y fallecimiento de un sinfín de modas. ¿Mi consejo? No las sigas. Las modas te quitan parte de tu esencia y de tu personalidad. Si algo te gusta, cómpralo y úsalo porque es de tu agrado y no por seguir a los demás (además, yo no pienso ceder a todos tus malditos caprichos)
  • Posiblemente jalarás muchos exámenes (espero que cursos no) y sentirás que nunca acabarás el colegio, pero debes pensar positivamente, organizarte y priorizar las cosas (entiende que tampoco te vamos a pagar los estudios por siempre)
  • Tu círculo social crecerá, pero, nuevamente, recuerda siempre ser tú misma. Ten y sigue tus propios valores/principios y no te dejes influir por nadie. Sigue tu voz interior (perdón por la huachafería, pero hoy es un día emocional para mí)
  • Explora, investiga, arriésgate. Poco a poco, y con tiempo y paciencia, descubrirás cuál es tu talento. Cuando lo hagas, no dejes de hacerlo. Recuerda: elige siempre lo que te haga feliz
  • Sé feliz. Sé que estás en una etapa dramática, pero, carajo, sé feliz. Y disfruta todo lo que puedas (sin olvidar las posibles consecuencias)
  • Retomando el tema del amor, posiblemente antes de los 18 conozcas a tu primer amor (o a la persona que sientas que es la primera). Elígelo bien –aunque es difícil elegir en el amor–. Seguro tu papá te dirá que lo analices antes; yo, en cambio, te diré que, si te sientes bien, hazlo (sé que algún día alcanzarás un balance en este punto)
  • Cada día te afrontarás a nuevos retos y tendrás que tomar decisiones por ti mism@. Yo no te diré qué hacer, pero te daré las herramientas necesarias para que tú decidas lo que creas que es mejor para ti (y lo evaluaré, claro, porque tampoco dejaré que cometas tantas burradas)
  • Y hablando de tomar decisiones sabiamente, cuidado con lo que publicas en redes sociales, muchachit@. Si vas a rajar del colegio, no publiques el nombre; si vas a enviarle una foto subida de tono a tu pareja, guárdala para ti o enséñaselo en persona (estamos en confianza, descuida)
  • En ocasiones pensarás que nadie te entiende y querrás encerrarte en tu cuarto por horas. Tómate un tiempo para ti, pero tampoco te pases de pendej@ haciendo acto de presencia solo para comer, cagar y dormir. Somos tu familia por algo; confía en que entre todos encontraremos una solución para ayudarte (además, recuerda que todos fuimos jóvenes alguna vez)
  • Finalmente, lo más importante: aprende a pedir perdón. Si lo logras, podrás ganar en cualquier discusión (y hacerlo no te hace menos tampoco)
Y si la adolescencia te parece difícil por lo que te he comentado, solo te digo una cosa: DESPIERTA. Pronto llega la adultez.

Te quiere,

Mamá”.

jueves, 9 de julio de 2015

No me enseñaron

Siempre he pensado que, más que los profesores, los verdaderos maestros son los papás. Nos dan las herramientas básicas para nosotros trabajarlas y formar las personas que en el futuro seremos. Sobrevivir.

Ok, basta de cursilería. 

Hoy, después de mucho tiempo sin tocar el blog, quiero aprovechar para contar lo que no me enseñaron.

No me enseñaron a hablar italiano, pero sí a decir "por favor", "gracias", "perdón" y "te quiero".

No me enseñaron a cocinar, pero sí a usar las ollas para subirme a ellas y llegar más alto.

No me enseñaron a dibujar, pero sí a plasmar las cosas por escrito.

No me enseñaron a creer que caer estaba mal, sino que lo malo está en no levantarse.

No me enseñaron a no hacer travesuras, sino a hacer travesuras inteligentes.

No me enseñaron origami, pero sí a doblar una hoja bond como envase triangular para la canchita.

No me enseñaron a ver la temperatura en el termómetro, pero sí varios remedios caseros para bajar la jodida fiebre.

No me enseñaron a tocar ningún instrumento, pero me contagiaron el gusto por la música clásica hasta hacer que se me erice la piel cada vez que la escucho.

No me enseñaron a tejer, pero sí a separar la ropa por colores o por estación.

No me enseñaron a ver televisión; me enseñaron a disfrutar de mi niñez armando rompecabezas y volando cometas caseras.

No me enseñaron a hablar siempre, pero me enseñaron a notar esos detalles que muy pocos notan.

Me enseñaron a crecer.

Gracias por enseñarme que las cosas chiquitas son, en realidad, las cosas grandes.


miércoles, 3 de junio de 2015

Varada en el Jockey

Imagínate que se te apague el carro en una calle transitada, en hora punta, que te dé ganas de ir al baño y que no haya un restaurante cercano al que puedas ir para descargarte.

Todo eso me pasó, simultáneamente, hace algunas semanas.

Estaba manejando mi carro con Ximena camino a nuestras casas en San Borja cuando, sin que me diera cuenta, se me apagó el carro (me quedé sin gasolina por bestia, pero obviemos este tema) al costado del Jockey Club (poco antes del rompemuelles para subir al puente) en un día de concierto (gracias otra vez, vida). Puse las luces de emergencia y entré en ataque de nervios, como me pasa siempre cuando me siento observada y cuando los faltosos hicieron acto de presencia con comentarios como “¡muévete, mierda!” y “mujer tenías que ser” hasta que puse el triángulo de emergencia y los comentarios cambiaron a “flaca, ¿te ayudo?”.

Como sabía que estaría cerca, llamé a mi papá para decirle que me había quedado varada al costado del Jockey Club y que, por favor, trajera un poco de gasolina para Morris.

Pasaban los minutos y la espera disminuía, pero mis ganas para orinar aumentaban junto con la desesperación al notar que no había una tienda o restaurante para ir a orinar.

Solo tenía una opción (y bautizar a Morris no era ella): el Jockey Club.

- Disculpe, ¿puedo usar el baño, por favor? Es urgente.
- Aquí no hay baño, señorita.
- Señor, ¿cómo quiere que crea que en este lugar inmenso no hay baño? Se lo ruego; ¡mi vejiga no puede más!
- Es que…
- ¡Por favor! Solo quiero orinar, señor. Mi carro está afuera varado. Solo voy a estar unos minutos y luego desaparezco de su vista.
- Ya, está bien, señorita, pero apúrese.

Recordando las clases de Educación Física, corrí con todas mis fuerzas (y kilos de más) hasta los baños que el señor me había indicado solo para darme cuenta de que estaban cerrados.

¡NOOOOOOOOOO!

- Señorita, ¿qué pasó? ¿Por qué grita? Apúrese que mi jefe me va a regañar.
- ¡Están cerrados! ¿Tiene papel? Orinaré detrás de los carros en las piedritas; no me importa.
- Asu, ¡realmente tiene ganas!
- (No, huevonazo, te ruego porque me da la gana)

Al cabo de unos segundos que se me hicieron eternos, el señor regresó con harto papel y yo me fui atrás de los carros, mirando hacia todos lados para asegurarme de que nadie estuviera mirándome mientras me bajaba el pantalón y el calzón, pensando en por qué rayos nunca iré al baño cuando tengo uno cerca.

Después de casi un minuto, salí de mi escondite, agradecí al señor y regresé adonde estaban Ximena y mi papá con un Morris funcionando de maravilla.

- ¿Adónde te fuiste?
- Al baño, pa. ¡¡¡Gracias!!!
- Bueno, última vez que te salvo. Para la próxima llenas el tanque con pichi o ya tú ves qué haces.


Lo peor es que, con la vejiga que tengo, no creo que eso sea difícil.

jueves, 23 de abril de 2015

Estoy bien

Tengo la mala costumbre, en ocasiones, de pensar A, pero decir B para no quedar como cagona con la otra persona.

Me muerdo la lengua para no herir sus sentimientos y me trago los míos con floros baratos (pero efectivos).

Aquí algunos ejemplos de lo que digo y de lo que realmente quisiera decir:

- “Te aviso” = no te voy a avisar nada. Solo te digo esto para terminar la conversación y dejes de interrumpirme. ¿No hablamos desde hace meses y me hablas exclusivamente para pedirme un favor? ¿No puedes entrar a Google en vez de usarme a mí como diccionario? Ubícate, pues

- “No (me) pasa nada” = sí (me) pasa algo. (Me) Pasa todo, pero no te digo nada porque de ahí me dices que soy exagerada. Pero ten en claro que la acabas de cagar y no te das cuenta, así que más te vale retroceder mentalmente la conversación para que sepas qué hiciste mal y hagas algo al respecto

- “Me parece bien”/”no hay problema” = pésimo todo. Creo que lo que yo digo tiene más sentido, pero si insisto sería cambiar todo y atrasarnos más, así que le daré una oportunidad a lo que dices. Confío en ti (o quiero creer que lo hago)

- “De todas maneras voy” = me encantaría poder inventar una excusa desde ya, pero estoy ocupada y ahorita no se me ocurre cómo decirte, de manera bonita, que no me da la puta gana de ir

- "No estoy ocupada" = en verdad sí estoy ocupada, pero soy muy maricona como para chotearte o ignorarte y muy tonta porque dejaré lo que estoy haciendo para ayudarte, así que dime de una vez qué quieres de mí y más te vale que sea algo fácil

- "Sí me puedes pedir un favor" = no. No quiero que me pidas favores, especialmente si eres alguien con quien hablo una vez cada 3 años. Por favor, revisa a tu lista de amigos y de contactos y verás que hay alguien con más predisposición para ayudarte que yo

Y la que nunca pasará de moda:

-  “Estoy bien” = no estoy bien y no entiendo cómo puedes preguntarme eso. ¿No ves mi cara de pocos amigos? ¿No ves esta máscara que traigo? Todo me va mal, mi vida es una mierda, pero qué flojera contarte de principio a fin


Por eso, estoy bien.

jueves, 5 de marzo de 2015

Paparmando

A mis 24 años he sentido varias veces que me rompían el corazón.

Sentí que mi mamá me rompió el corazón cuando no quiso comprarme la muñeca que quería cuando era niña. Sentí que me rompieron el corazón cuando el chico que quería me dijo que no quería estar más conmigo. Sentí que se me rompía el corazón cuando mi bola de púas dejó de moverse.

En esas y otras ocasiones sentí que el corazón se me rompía por algunos momentos y que luego volvía a su estado normal.

Lo que ahora experimento es diferente. Cuando me dijeron que al Paparmando le dieron dos días de vida sentí que se me rompía el corazón en mil pedazos. Cuando me dijeron que se había ido pocas horas después sentí el corazón hecho añicos.

He estado en negación porque aún no creo que ya no esté aquí. Lo miro atrapado en un cofre y le susurro, impulsiva e ilusamente, “abre los ojos; te quiero abrazar”. Hoy estoy más tranquila porque sé que él también lo está, poniéndose al día con sus hermanos y papás y ahora cuidándonos, porque ahora es un ángel más.

El Paparmando era renegón, pero tenía un corazón y alma de niño. Siempre preguntaba cómo te iba en los estudios o en el trabajo, se reía cuando lo llenabas de mimos, hablaba sobre sus hijos recalcando lo buenas personas que eran, agradecía a todos por saludarlo y visitarlo antes de irse a dormir, sonreía al ver a un erizo aun cuando este le levantaba las púas, jugaba con sus carritos de juguete y amaba todos los días a la Mamina, el amor de su vida.

Amaré y recordaré por siempre su historia de amor y las muestras de afecto que tuvieron hasta el último momento y desearé en secreto vivir lo que ellos vivieron.

Mamina, no pienses que esto es un adiós. Piensa que esto es un “hasta luego” al amor de tu vida, hasta que se encuentren físicamente de nuevo y puedan continuar con su historia der amor, ya que, como bien dicen, “el amor es eterno mientras dura” y yo sé que ustedes vivirán eternamente.

Paparmando, fuiste el mejor esposo, padre y abuelo que alguien pudo tener y, por eso, desde ya te digo “te extraño”. Gracias por tus sonrisas y por hacernos felices. Gracias por haber sido y seguir siendo parte de nuestras vidas.

Te quiero. 





miércoles, 18 de febrero de 2015

No dejes de ser feliz

¿Se han dado cuenta de que todos (por favor, no tomar en serio la generalización) seguimos la misma línea cuando felicitamos a alguien por su cumpleaños?

Cuando éramos chibolos, la frase “¡Feliz cumpleaños!” estaba seguida de “¡Nunca cambies!”, sin percatarnos que, en ocasiones, las personas cambian tanto que no llegamos a reconocerlas. Cuando crecemos, la frase “¡Feliz cumpleaños!” está seguida de “¡Que lo pases lindo!”.

Basta de sonseras. Basta de mensajes robóticos y sin sentimiento:

Yo te deseo con todo corazón…

Relaciones increíbles.
Que trabajes en lo que más te guste.
Que encuentres al amor de tu vida.
Que beses hasta que te duelan los labios.
Orgasmos inolvidables.
Que consigas lo que siempre deseaste (si trabajas duro para lograrlo; sino no).
Aprendizajes todos los días.
Las mejores juergas de verano.
Que te reconozcan.
Que logres grandes cosas.
Que experimentes a diario.
Mil noches de placer.
Que vivas de la mejor manera.
Abrazos diarios.
La casa soñada.
Que te saques la lotería.
Que nunca dejes de soñar.
Sexo imparable.
Que te compres el carro que querías desde niño.
Que viajes todos los años.
Que seas humilde y honesto siempre.

Y que nunca, nunca dejes de ser feliz.

jueves, 5 de febrero de 2015

Luchadores

Despierta.

Levántate.

Lávate la cara.

Desayuna. Hoy necesitas más fuerzas que ayer.

Báñate.

Medita bajo el agua.

Sécate.

Lávate los dientes.

(Sobre) Vive.

Ríe, habla, observa.

Come hasta que ya no te suene la tripa.

Lávate de nuevo.

Quítate lo malo del día.

Cámbiate.

Toma un vaso de agua. O dos.

Cierra las cortinas y la puerta, si así lo prefieres.

Apaga el celular.

Échate y cierra los ojos.

Nota el silencio. Disfrútalo.

Nota tu corazón. Escúchalo. 

Aún late. Aún lucha.

Lo lograste, a pesar de todo.

Lograste sobrevivir otro día.

Puedes hacerlo un día más.



Vamos; lo estás haciendo bien.


Dedicado a todos los luchadores

*inspirado en un texto de Charlotte Eriksson

miércoles, 14 de enero de 2015

Dulce amarga

No tengo abuelos paternos. Mi abuelo falleció antes de que yo naciera y mi abuela falleció el 31 de enero del 2013. Cuando falleció el primero, mi papá y sus hermanos tuvieron la hermosa idea de separar una lápida a su lado, de manera que, cuando se fuera mi abuela, ella la ocuparía y ambos descansarían juntos por el resto de sus vidas.

A él lo extraño aunque nunca lo conocí. A ella la extraño como si se hubiera ido ayer.

Procuro visitarlos varias veces al año, pero creo que siempre es una experiencia dulce-amarga ir al cementerio.

Llego con las ganas de tenerlos cerca y salgo con las ganas de tenerlos siempre conmigo.
Me siento mal internamente porque no los visito tan seguido como quisiera.
Veo a mi papá haciendo todo lo posible por evitar llorar (está bien, papá).
Pienso en todas las cosas que pude hacer o decirle a mi abuela.
Les digo internamente que los extraño y que me gustaría verlos de nuevo.
Les pido visitarme en sueños para poder abrazarlo por primera vez y a ella una nueva vez.
Recuerdo los momentos que pasé con mi abuela antes de que se fuera e imagino cómo hubiera sido la relación con mi abuelo.
Abrazo la lápida porque siento que solo el cemento me separa de ellos.
Mojo mis ojos y escucho que alguien me dice “señorita, ya vamos a cerrar”.

No recuerdo si esto lo mencioné en el blog o en Twitter pero, conforme voy creciendo, me he dado cuenta de que la vida no es tan bonita cuando te percatas de que, mientras tu vida empieza, la de otros llega a su final.


Los extraño.

jueves, 8 de enero de 2015

Feliz Año

Aunque ya está a punto de finalizar la primera semana de un nuevo año (y lo primero que pienso es que este año cumplo 25. ¡Qué tía estoy!), ayer me venció el aburrimiento y me puse a analizar las cosas que aprendí en el 2014 y que espero tener presente o seguir poniendo en práctica este 2015.

Aprendí que está bien cagarla, siempre y cuando pida perdón y haga algo después para arreglar la situación.

Aprendí que no puedo dejar de hacer daño porque soy humano, pero que nunca haré daño conscientemente.

Aprendí (o perfeccioné) mi habilidad para llorar en silencio y sonreír cuando me estoy muriendo por dentro.

Aprendí nuevas rutas y conocí nuevos distritos…pero siempre con alguien, claro.

Aprendí que, cuando uno quiere algo, siempre encuentra el tiempo para llevarlo a cabo; de lo contrario, no es falta de tiempo (la excusa de siempre), sino falta de interés.

Aprendí que la manera más fácil de cocinar una papa es metiéndola en una bolsa de plástico y al microondas por 3-5 minutos, dependiendo del tamaño de la papa (esto no reemplaza la cena, pero al menos le evita comer siempre mixtos o comida chatarra a alguien que no sabe cocinar –como  yo–).

Aprendí (o adopté) el placer casi sensual de ver una película distinta antes de ir a dormir y de cantar a pesar de que me callen.

Aprendí, después de un huevo de tiempo, a no esperar nada de nadie, aunque de vez en cuando sigo cayendo en esa mala (pero casi inevitable) costumbre.

Aprendí que los adultos siempre tendremos vivo nuestro niño interior.

Aprendí que tener tarjeta de crédito es el peor matrimonio que una persona puede tener (por fin me liberé de ti, desgraciada).

Aprendí a decir “te amo” después de “te perdono” (nunca antes).

Aprendí que nunca me interesó el matrimonio hasta que lo conocí.

Aprendí que lo quiero más de lo que él me quiere a mí (¿ventaja o desventaja?).

Aprendí que conocidos son muchos, pero amigos son pocos.

Aprendí a mandar al carajo a lo que no me deja avanzar.

Aprendí que nunca dejaré de aprender.

Y como decía el video de fin de año de Facebook (al que nunca me atreví a mirar, por cierto), gracias a aquellos que formaron parte de mi año. Y a los que no, también.


Feliz Año.