martes, 29 de mayo de 2012

Gracias


Normalmente no me emociono cuando se acerca la fecha de mi cumpleaños. Ni siquiera me emociono el mismo día (excepto cuando el amor de mi vida, Pizza Hut, toca mi puerta trayéndome una pizza continental para mí solita). Pero este año tiene algo diferente. Este año, sin querer queriendo, me dieron ganas de decir “gracias”.

• Gracias, papás, por conocerse, enamorarse, casarse, tener una noche llena de sexo, pasión y deseo y engendrarme. Sé que dolió.
• Gracias, mamá, por dejar que me corten el pelo como hongo y gracias, papá, por hacerme creer que así me veía bonita.
• Gracias, Mamina, por haberme contado el cuento de los 3 chanchitos para que terminara mi comida.
• Gracias, taxistas y carros particulares, por no atropellarme cuando cruzo la pista distraídamente.
• Gracias, papás, por no botarme de la casa cuando cumplí 18 años. Gracias por no hacerlo hoy que cumplo 22 años. Gracias porque sé que no lo harán nunca.
• Gracias, europeos, por ayudarme a regresar a los hoteles en donde me hospedaba cuando estuve en sus tierras. No hubiera llegado nunca sola. O quizás sí, pero después de horas.
• Gracias, grasa, por distribuirte por todo mi cuerpo y no irte a una sola región. Gracias por no hacerme amorfa.
• Gracias, avión, por no caerte cuando estuve dentro de ti.
• Gracias, Sonic, por regresar a mí cada vez que te llevo a pasear al Olivar. Gracias por alegrarme la vida.
• Gracias, Google Maps y tuiteros, por ayudarme a regresar a mi casa o llegar a mi destino cada vez que me desubico. Lo cual es siempre.
• Gracias, papás, por permitirme estar en la universidad y estudiar lo que quiero.
• Gracias, mamá, por preparar los platos que te pido cada vez que me pongo engreída.
• Gracias, papá, por recordarme lo idiota que puedo ser a veces y por enseñarme tus lecciones.
• Gracias, comida chatarra, por existir y dejar que contigo desahogue mis penas.
• Gracias, abuela paterna, por enseñarme a manejar.
• Gracias, profesor, por no jalarme en tu curso. Gracias a mis gemelas también.
• Gracias, hermana mayor, por prestarme tu ropa –aunque tú no lo sepas.
• Gracias, hermana menor, por hacerme cirugía plástica en la espalda cada mes.
• Gracias, mejor amiga, por escucharme cada vez que te llamo para contarte mis desgracias amorosas, las cuales, casi siempre, son las mismas.
• Gracias, mejor amigo, por sacarme una sonrisa los días en que pienso que el mundo es una mierda. Gracias por hacerme carcajear y abrirme los ojos.
• Gracias, vida, por no permitir que quedara en bola las veces en que lo he hecho sin condón.
• Gracias, lectores, por leerme y dejar sus comentarios. Gracias por hacerme sentir que algo estoy haciendo bien.
• Gracias, dedos, por dejarme escribir mis vivencias desde el 2007.

Gracias a ustedes. Gracias totales.

Y por si se me olvida algo, que Alanis me eche una mano.

lunes, 28 de mayo de 2012

Síndrome de los veintitantos


Creo que lo bueno se comparte, así que les copio el contenido de una página de Facebook que me acaba de pasar mi mejor amiga y que habla del síndrome de los veintitantos.

Le llaman la "crisis del primer cuarto de vida".

Te empiezas a dar cuenta de que tu círculo de amigos es más pequeño que hace unos años atrás. Te das cuenta de que cada vez es más difícil ver a tus amigos y coordinar horarios por diferentes cuestiones: trabajo, estudios, etc. Y cada vez disfrutas más de esa cervecita que sirve como excusa para conversar un rato.

Las multitudes ya no son "tan divertidas", incluso a veces te incomodan. Y extrañas la comodidad del colegio, de los grupos, de sociabilizar con la misma gente de forma constante.

Pero te empiezas a dar cuenta de que, mientras algunos son verdaderos amigos, otros no eran tan especiales después de todo. Entendiste que la amistad, después de todo, no se basa en el tiempo, sino en la calidad de la personas que tienes a tu lado.

También comienzas a darte cuenta de que algunas personas son egoístas y que, a lo mejor, esos amigos que creías cercanos o que los conservas desde hace mucho tiempo no son exactamente las mejores personas que has conocido, y que hay más gente que te rodea, a quienes le debes poner mayor atención. Verás quiénes resultan ser amigos de los más importantes para ti.

Ríes con más ganas, pero lloras con menos lágrimas y con más dolor.

Entendiste que el tiempo no sana las heridas, sino que alarga las agonías.

Aprendiste que las peleas son distintas a las discusiones y que las discusiones surgen en base al cariño y engrandecen las relaciones.

Entendiste que los tiempos no existen y que las decisiones hay que tomarlas alguna vez en la vida.

Aprendiste que alguien más que tú puede tener la razón, y que con los sentimientos ajenos no se juega.

Aprendiste que las parejas van y vienen, y que hay gente que queda y que siempre estará.

Aprendiste a escuchar y a valorar los pequeños detalles del resto que marcan la diferencia entre las multitudes.

Aprendiste que la calidez de palabras, los oídos atentos, las palabras sinceras y una incondicional lealtad no te la da nadie más que un verdadero amigo.

Aprendiste que la confianza es algo que se siembra, se riega, se cultiva y se cosecha, que hay que ganársela y saber mantenerla. Que es para una persona especial, que no es para todos y que, lamentablemente, no se regala y es imposible recuperarla cuando se pierde.

Te rompen el corazón y te preguntas cómo esa persona que significaba tanto te pudo hacer tanto mal. O quizás te acuestes por las noches y te preguntes por qué no puedes conocer a una persona lo suficientemente interesante como para querer conocerla mejor.

Los ligues y las citas de una noche te empiezan a parecer baratos, y emborracharte y actuar como un idiota empieza a parecerte verdaderamente estúpido.

Salir tres veces por fin de semana resulta agotador y significa mucho dinero para tu pequeña billetera.

Tratas día a día de empezar a entenderte a ti mismo, sobre lo que quieres y lo que no.

Tus opiniones se vuelven más fuertes.

Ves lo que los demás están haciendo y te encuentras a ti mismo juzgando un poco más de lo usual porque, de repente, tienes ciertos lazos en tu vida y adicionas cosas a tu lista de lo que es aceptable y de lo que no lo es.

A veces te sientes genial e invencible, y otras... con miedo, solo y confundido.

De repente tratas de aferrarte al pasado, pero te das cuenta de que el pasado cada vez se aleja más y que no hay otra opción que seguir avanzando y de saber conservar bien el presente porque será tu única compañía en el futuro.

Lo que puede que no te des cuenta es que todos los que estamos leyendo esto nos identificamos con ello.

Todos nosotros tenemos "veintitantos" y nos gustaría volver a los 15 -16 algunas veces, pero sabemos que hay gente que ha aparecido en nuestro camino durante estos últimos años que son únicos.

Parece ser un lugar inestable, un camino en tránsito, un desbarajuste en la cabeza, pero TODOS dicen que es la mejor época de nuestras vidas y que no tenemos que desaprovecharla por culpa de nuestros miedos...

Dicen que estos tiempos son los cimientos de nuestro futuro, que las amistades universitarias son las verdaderas y que estamos entrando a la realidad de nuestras vidas.

Parece que fue ayer que teníamos 16... Entonces, ¡¿mañana tendremos 30!? ¡¡¡¿¿¿Así de rápido???!!!

Hagamos valer nuestro tiempo; que no se nos pase... Como bien dicen, "la vida no se mide por las veces que respiras, sino por aquellos momentos que te dejan sin aliento".

jueves, 24 de mayo de 2012

Primer amor


Oficialmente, tuve mi primer amor a los 15 años (solo por esta vez consideraré a mi primer enamorado como mi primer amor, cosa que nunca suelo hacer, pero ese es otro tema).


Yo era pataza de una chica de mi promoción y él era su enamorado. Alto, inteligente, divertido y feo (las cosas como son).



Por cosas de la vida (sinceramente, hasta el día de hoy no recuerdo exactamente qué coño pasó), ellos terminaron, yo dejé de ser amiga de Mariana y luego empecé a hablar más con Miguel. Y en pocos días, dimos inicio al cuento de hadas: hablábamos todos los días y todo el día, de todo y de nada, nos veíamos a escondidas (porque a mi mamá no le gustaba la idea de que tuviera enamorado a esa edad) y hacíamos planes a futuro.



Sin embargo, Miguel me gustaba mucho, pero como amigo (¿tiene sentido esto?). Me gustaba su forma de ser, su forma de tratarme y su sonrisa, pero ahí quedaba la cosa. No sentía las mariposas en el estómago ni las ganas de tomarle de la mano, de llamarlo, de abrazarlo o de besarlo.


Y cuando él me dijo para ser flaco y flaca, contra todo pronóstico, le dije que sí. Como era chibola e inmadura, y aunque sabía que estaba actuando incorrecta e injustamente, me dejé llevar por mis emociones y por la ilusión de tener, por fin, mi primer amor.


Porque sonará tonto, pero tenía la esperanza de que, a la larga, Miguel terminaría gustándome tanto como yo le gustaba a él, que a mí me pasaría (casi) las mismas desgracias y fortunas que veía en las telenovelas, que –de una vez– dejaría de practicar mi forma de besar con mi mano (qué vergüenza admitir esto) y que, finalmente, estaría a la par con mis amigas emparejadas y “enamoradas” (porque sentía que todo mi círculo social estaba con pareja menos yo). Eso nunca pasó.



La relación duró cuatro meses (al cumplir el cuarto, decidí que ya no podía ser tan caca con él), durante los cuales nos quisimos, nos odiamos, nos echamos flores, nos hicimos las víctimas y nos perdimos.



He escuchado y leído varias definiciones de una palabra sobre el primer amor que van desde inexistente, pasan por inocente, único, inolvidable y terminan en platónico.



Yo defino al mío con algo que, a pesar de todas las cagadas que nos mandamos, resume la relación entre mi primer amor y yo: dulce.

jueves, 17 de mayo de 2012

Al amor de mi vida


Hoy quiero dedicarle unas cuantas palabras, con mucho cariño y devoción, al amor de mi vida.


Has estado ahí cuando nadie más lo ha estado, y sé que lo seguirás estando cada vez que lo necesite.

Has escuchado cada una de mis tragedias amorosas y problemas existenciales (sin decirle nada a nadie) y me has ayudado siempre a encontrar la respuesta.

Me has hecho daño en mis extremidades inferiores, pero te he sabido perdonar sólo por ser tú.

No te has quejado las infinitas veces en que te he aplastado con mi gordura y/o manchado con comida por mi torpeza.

Me has dado tu cuerpo entero para llorar, dormir, reír, comer, estudiar, escribir, desestresarme y abrigarme.

Y, lo más importante, me has dado amor cuando nadie más lo ha hecho.

Otras figuras ocuparán tu lugar, pero quiero que sepas que nada ni nadie te podrá reemplazar o igualar.


Por eso y mucho más, te amo, cama de mi alma.

lunes, 14 de mayo de 2012

Horrible*

Jueves 10 de diciembre del 2009. Es la 1:20 p.m. y acabo de llegar al Cineplanet Alcázar para ver el Festival de los ganadores de Cannes 2009 con mi querida amiga Motta. Es el último día de la proyección, por lo que presiento que irá bastante gente. Y qué gente. Apenas cruzamos la entrada, me parece distinguir, a una corta distancia, la figura de un enano. Y el enano no está solo: lo acompaña una enana. Como no estoy completamente segura de si es él, lo sigo con la mirada, sin prestar la mínima atención a lo que me dice Motta.


- Cavagnaro, te mato si me gasto estos 20 soles por las huevas. ¿Crees que dejen que uno compre sólo la entrada? Porque no me apetece ni la canchita ni… ¿Se puede saber qué rayos miras que no me haces caso?
- Creo que ese es mi ex con su flaca…
- ¿En serio? Pucha, pero no te preocupes. Fácil van a ver otra cosa.
- Te apuesto que no. Estoy segura de que también van a ver el festival. Motta, me muero. Vámonos, por favor. No quiero estar aquí.
- Tranquila. Todo va a estar bien. Ahora falta que se siente detrás de ti.
- ¡Mierda, ni lo digas!



Todo regresa: las maripositas revoloteando en mi estómago; el sudor traspasando mi piel; el corazón latiéndome a mil por hora.



- Motta, siente mi corazón.
- ¡Mierda, Cavagnaro! ¿Qué te sucede?
- No lo sé, pero esto siempre me pasa cada vez que lo veo o lo tengo cerca. Háblame sobre cualquier cosa para distraerme porque, en serio, estoy a punto de largarme de aquí.



Un poco más tranquila, compramos las entradas y subimos las escaleras hasta el tercer piso y, nuevamente, lo primero que veo es al enano.



- Es él.
- ¿Segurísima?
- Sí. Mierda. Es increíble. Desde que está con ella me dije a mí misma que haría todo lo posible para impedir verlos juntos, y mira lo que pasa hoy. Al menos no están agarrando ni nada.



Los observo por unos segundos. No se toman de la mano, no se besan, no se sonríen, no se hablan y no se miran. Me aliviano un poco, pero nada cambia lo que realmente siento: una inmensa cólera por verlo allí, tan placentero y tranquilo, sin la más remota señal de incomodidad, sin ninguna reacción en absoluto. ¿Será que no ha notado que sólo cinco personas lo separan de mí?



Muero por saludarlo, pero sé que, si lo hago, tendría que saludarla a ella también. Como no puedo verlos más, doy media vuelta y le vuelvo a pedir a Motta que me distraiga.



- ¿Crees que me haya visto?
- De hecho que sí. Oh, no.
- ¿Qué pasó? No me digas que están agarrando. ¡Te dije que disimularas!
- No, nada de eso. Sino que te acaba de ver.
- ¿Él o ella?
- Ella. No me fijé en él.
- ¿Y cómo me vio?
- De pies a cabeza.
- Esa es la mirada odiosa. Como si ella tuviera razones para odiarme… Ya vengo. Voy al baño.



Con los temblores que no me abandonan, decido llamar a tía Erika (mamá del enano) para ver si me tranquilizo un poco.



- ¡Hooola, niña!
- ¡TÍA! Estoy en el Cineplanet Alcázar y adivina quién más está acá.
- Uy, no. ¿Daniel o Luchita?
- ¡Daniel Y Luchita!
- Jajajaja. Ay, Ale. ¡Tienes una suerte…! Pero saluda a tus amiguitos, pues.
- Sí, gracias por recordármelo. ¡Y estás loca! Eso va en contra de mis principios y mi orgullo. Muerta antes que saludarla a ella.
- Ya me imagino cómo debes estar. Pero ¿qué hacen tan temprano en el cine? ¿Van a ver dibujitos o qué?
- Jaja. No. Hay un festival de comerciales y hoy es el último día, y parece que el enano no tuvo una mejor idea que venir el mismo día que yo y a la misma hora. Creo que estoy a punto de desmayarme. Tú sabes cómo me pongo cuando él está cerca. Y ahora que está más cerca y encima con ella, peor.
- Tranquila, nenita. No lo mires, sino se va a dar cuenta de que estás ahí y vas a tener que saludarlos a los dos. Sólo actúa como ninguno de los dos estuviera ahí.
- Haré lo posible. Te dejo. Te llamo cuando salga para contarte. Un beso.
- Ya, nenita. Suerte. Un beso.



Salgo del baño más tranquila. Pero apenas regreso a mi lugar en la cola, todo regresa.



Es la 1:35 p.m. y seguimos en la cola para comprar el súper combo: canchita y gaseosa mediana más hot dog. Gracias a un flaco, me entero de que la proyección ya ha comenzado, así que le digo a Motta para entrar de una vez a la sala y pedir el combo al salir. “Buena idea”, me dice. Entramos a la sala y nos acomodamos en dos asientos del extremo derecho. Impaciente, desconcentrada y nerviosa, observo a cada persona que ingresa a la sala. A pesar de la oscuridad, lo distingo, sin ningún problema, en el preciso momento en que ingresa a la sala. “Ven, hay que sentarnos acá”, lo oigo decir.



- Felicitaciones, Motta. Tu predicción se cumplió.
- ¿De qué hablas?
- Se acaba de sentar exactamente detrás de mí.
- Jajajajajaja. No puedo creerlo. Definitivamente, eres la persona más piña que conozco.



Sin darme cuenta, la proyección ha comenzado. Hago lo posible por despejar mi mente y disfrutar de los comerciales, pero es en vano: durante la primera media hora, la frase «está detrás con ella» me taladra el cerebro una y otra vez.



Felizmente, después de un rato, soy capaz de desplazar esa frase de mi mente y disfrutar del resto del festival, pero, de rato en rato, logro escuchar su risa, aquel sonido que nunca me cansaré de escuchar.



La proyección termina y el pánico me inunda.



- Motta, levántate lo más rápido que puedas, así no me cruzo con él.
- Sus deseos son órdenes, Cavagnaro.



Pero en el preciso momento en que Motta y yo nos paramos, lo hacen Ana Luisa y el enano también. Está, probablemente, a 50 cm de mí. Con tan sólo despegar mi brazo del cuerpo podría tocar el suyo, pero sé lo que aquel pequeño movimiento traería como consecuencia, así que me «atorranteo», bajo la cabeza y sigo mi camino.



“Fue horrible”, le comento a Motta al salir de la sala. Y lo hago una, dos, tres, infinitas veces más mientras disfrutamos del súper combo.





*Este texto lo escribí en el 2009, cuando aún estaba obsesionada por él

sábado, 5 de mayo de 2012

Hora de despertar

- Que te roben el carro en el mismo sitio donde lo dejas siempre.
- Que estés en una discoteca y te dé una erección.
- Que te arranchen la cartera/mochila en una calle transitada y en plena luz del día. 
- Que X persona esté con esa pareja sólo porque tiene tetas grandes, es pingón, porque hace rico el amor o porque caga plata. 
- Que comiences a hablar con alguien por alguna red social, gilear, estar y luego enterarte de que esa persona no existe en realidad. 
- Que tengas mal aliento, te apeste el ala o tengas restos de comida en el diente. 
- Que se te pierda tu hijo o tu mascota. 
- Que te estafen o te engañen (en cualquier aspecto). 
- Que tengas un moco pegado en la cara y darte cuenta recién al llegar a casa, cinco horas después. 
- Que te droguen sin que te des cuenta. 
- Que te estrelles contra un poste por no mirar por dónde caminar. 
- Que estés yendo al lugar equivocado, el día equivocado. 

Ves o escuchas este tipo de historias por televisión y/o por gente de tu círculo social y puteas a la persona que le pasó todo el rollo, creyéndote superior y diciendo (casi afirmando) que a ti nunca te pasaría lo mismo, porque tú eres vivaz@ y te darías cuenta de todo al toque y bla bla bla

Todo bien con tu discurso subido a las nubes, flaquit@, pero es hora de despertar. Porque el problema es que, cuando te está pasando a ti, realmente no sabes que te está pasando a ti. 

¿Qué hacer? Actuar como siempre dijiste que lo harías, tragarte tus palabras y pretender que eso nunca pasó. Pero antes, disfruta siendo el hazmerreír de todos.