martes, 21 de mayo de 2013

La eterna dieta

No sé cuántas veces habré dicho en toda mi vida “el lunes empiezo dieta”, pero sí sé cuántas veces habré cumplido esto: no más de cinco.

¿Por qué a las mujeres se nos hará tan difícil seguir la dieta? ¿Por qué nos es tan complicado alejarnos de las cosas que nos encanta (pero que nos hacen daño) por aquellas cosas que sabemos son mejores para nosotras (mismo caso con algunos ex flacos)? Y, sobre todo (aunque esta es una pregunta aparte), ¡¿por qué coño para los hombres es tan fácil bajar de peso?!

Obviando el hecho de que somos masoquistas, que amamos caer en la tentación y que la comida es tan deliciosa que, como buenas humanas, nos encanta comer hasta sentirnos plenamente satisfechas, tenemos la motivación y las ganas de hacerlo (que queremos vernos mejor o bien en bikini, que por fin será nuestra primera vez con Panchito y no queremos vernos como Michelín, que queremos estar más ricas que nuestras amigas, que queremos ser activas cuando seamos abuelas, que somos muy jóvenes para cansarnos subiendo las escaleras o caminando tres cuadras, etc.), pero todo se desmorona por las cosas más pequeñas y adoptamos posturas como estas:
 
1)  “Este lunes empiezo dieta sí o sí”.
2) “Estoy a dieta, pero un chocolate no me hará daño”.
3) “A mí me encantan las repeticiones… Mejor 2 chocolates”.
4) “Mejor 6…” Y los escenarios terminan siendo algo como estos:
                                                                                                    


5) “Ya basta. Estoy a die---¡¡¡COMPRARON TORTA!!!”
6) “Ya fue. Mañana empiezo la dieta”.
7) Come(te)s el punto 2. Luego el 3. Luego todos los que siguen hasta llegar nuevamente al punto 1 porque, si el lunes empiezas dieta, ahora podrás tragar el resto de la semana sin que te remuerda la conciencia. Vivaza eres.

Entonces, viene la pregunta del millón: ¿por qué necesariamente tenemos que empezar la dieta un lunes? ¿Por qué no un martes, un jueves (porque en ambos días hay 2x1 en pizza) o un fin de semana? Quizás sea ese el motivo por el cual los lunes de dietas no funcionan. ¿Qué pasaría si nos llenáramos de valor (sí, porque eso es lo que se necesita: VALOR) y empezáramos la dieta un viernes o un sábado? Si lo decides y lo cumples, felicidades. Mis compatriotas y yo te regalaremos un chocolate. O dos.

Ahora, si me disculpan, iré a Bembos por un combo agrandado pero con gaseosa Zero, porque estoy a dieta.

jueves, 16 de mayo de 2013

Etapas de duelo


Según Elizabeth Kübler Ross (a quien conozco gracias a Grey’s Anatomy), existen 5 etapas de duelo:

1) Negación. La muerte ajena te toca, te choca, te mata (de alguna forma). Quizás lo esperabas o quizás no, pero mayormente caemos en el “¿por qué él/ella y no yo? No puede haberse ido. Ahora no…” Como si haciendo estas preguntas para encontrar las respuestas  fueras a superarlo más rápido. Y tienes la muerte frente a tus ojos, pero te rehúsas a verla. No, no y no.

2) Ira. Las preguntas o comentarios que vienen después van subiendo de tono y las lágrimas de dolor se convierten en lágrimas de cólera. “¡¿Por qué tuvo que pasarle esto?! ¡¿Por qué tuvo que irse así?! Aún nos falta pasar tantas cosas junt@s. Aún él/ella tiene tantos sueños que cumplir”. Acto seguido, piensas en por qué no pasaste más tiempo con esa persona, por qué la trataste de esa manera aquel día, etc.

3) Negociación. Si crees en un ser superior, hablas con él; si no, igual hablas y negocias con él, con ella, con alguien. “Por favor, no te l@ lleves aún. Me portaré bien, haré las cosas correctamente, arreglaré lo que necesito arreglar, dejaré de hacer lo que tanto le molesta a los demás. Tan solo déjame un tiempo más con él/ella”.

4) Depresión. Entiendes que esa persona se fue y no volverá. Comprendes que nunca más la podrás abrazar, besar, decir “te quiero”, contemplar, admirar. La extrañarás, pero de distinta manera y con más frecuencia. No quieres hacer nada ni ver a nadie; solo quieres llorar. Las grandes cosas te recuerdan a esa persona; las pequeñas, también. Pero después de unos días, semanas, meses, sientes que vas a mejorar. Tranquil@: pronto todo acabará.

5) Aceptación. Ha sido un largo proceso, pero ya ha llegado a su final. Poco a poco dejas de llorar y comienzas a reír de nuevo. Ves las fotos de aquella persona y una sonrisa se dibuja en tu rostro. Hablas de ella para extrañarla menos. La recuerdas con alegría.

Y cuando crees que lo has superado, todo vuelve a comenzar.

jueves, 2 de mayo de 2013

Enamorirse


Enamórate del flaco que quiera verte aun así estés en el segundo día de Andrés y que entienda cuándo debe dejarte sola por su propio bien.

Enamórate de la persona que te “deje” ver novelas/tus programas pinky o partidos de fútbol.

Enamórate de quien quiera verte incluso si eres un moco andante.

Enamórate de quien te impulse a hacer cosas nuevas, que te abrace sin que tengas que decirle que tienes frío, que te haga mear de risa y escribir seguido “jhaukghkqjgqeuj”.

Enamórate de quien te putea cuando necesitas que te puteen y de quien te apoya sin estar de acuerdo contigo.

Enamórate de quien te impulse a ser mejor persona contigo y con los demás.

Enamórate de la persona que te diga “te invito a comer” y de quien no te importe el olor a sobaco (pero el aliento no; tampoco seas asqueroso).

Enamórate de quien te haga llorar de la risa y felicidad y te dé los mejores orgasmos de tu vida.

Enamórate de quien tenga la piel como bebé y el poto durito como mejor no digo qué.

Enamórate de quien esté acostumbrado a bajar la tapa del wáter y no se tome fotos en el baño ni le tome fotos a su comida.

Enamórate de la persona que no use Crocs, odie las mismas cosas que tú y viceversa.


Manda todo al carajo y enamórate. Sólo enamórate.