domingo, 23 de diciembre de 2012

Un día más

Unos patitas llamados “mayas” lo predijeron: el fin del mundo llegaría, supuestamente, el 21 de diciembre del 2012.

Todos lo esperaban –de alguna forma–, otros lo temían y algunos lo anhelaban.

Caía viernes, pero desde el lunes de la misma semana se veían y/o leían las reacciones de la gente: padres/abuelos que colapsaban de miedo y hasta preparaban su mochila “por si las huevas”, jóvenes que vivían cada día como si realmente fueran los últimos días de sus vidas, niños que nada entendían, colegios que cancelaban clases, bloguer@s que escribían posts dedicados al fin del mundo (qué vergüenza), hueveros que se lo tomaron en serio e hicieron esto:






El 21 de diciembre vi que la gente se comportaba como si fuera el fin del mundo cuando, en realidad, sólo fue un día más.

martes, 18 de diciembre de 2012

Desagradable sorpresa


Siguiendo el estilo de Ross Geller (mi amigo favorito), me gusta estar enamorada y sentirme comprometida con alguien.

Cuando tengo enamorado, me gusta –prepárense porque se viene lo cursi– tomarle de la mano y sentir su piel caliente y suavecita (a menos que la tenga como lija), estar con él por mucho tiempo y seguir sintiendo huevaditas en el estómago, imaginarme la vida con él, regalarle mamarrachos hechos por mí, reírme de y con él y encontrar nuevas formas de sorprenderlo.

Aquel día me dieron ganas de hacerle eso a mi ex flaco.

Quedamos en vernos en el parque Kennedy de Miraflores, en donde le haría probar mi adorado té burbuja con posterior ida al cine.

Al llegar, en lugar de llamarlo o de mandarle un mensaje de texto avisándole dónde estaba, se me dio por combatir mi ceguera colectiva (cuando hay mucha gente en un solo lugar, todas las personas me parecen las mismas y no suelo reconocer a nadie) y saludarlo desde atrás.

Minutos después de rastrear el lugar con la mirada, había encontrado al señorito ubicado.

Cuidadosa y sigilosamente, caminé despacio hacia mi presa para que no se diera cuenta. Y cuando llegué a la banca y exclamé muy emocionadamente “¡hola, mi amor!” me topé con una desagradable sorpresa.

Aquel muchacho no era mi enamorado.

viernes, 7 de diciembre de 2012

Carta al futuro


(Supongamos que, en un futuro muy lejano, alguien o algo encuentra esto escrito en el 2012 y en lápiz y papel)

Hola.

No sé quién eres y, probablemente, tú tampoco sepas quién soy, pero aquí te lo comento para que te ubiques un poquito.

Me llamo Alessandra, tengo 22 años y escribí esto el 06 de diciembre del 2012 (es decir, 15 días antes del supuesto “fin del mundo”) con el propósito de que, si alguien llegó a salvarse o volvió a existir vida milagrosamente, leas esto y recuerdes o sepas cómo fue el último año de nuestras vidas (sin nombrar casos de política o economía, campos que nunca me interesaron).  

- El año empezó con un sismo de 7 grados en Japón, pero sin víctimas ni alerta de tsunami felizmente.
- Se celebraron los Juegos Olímpicos en Londres, en donde un nadador chino hizo historia al tirarse a la piscina antes de que suene la alarma y luego ganar la carrera. Además, el jamaiquino Usain  Bolt venció en los 100 metros, su segundo título olímpico en esa distancia, con una marca de 9.63 s, la segunda mejor de la historia y récord olímpico.
- Dos virus conocidos como Los Wachiturros y Las Culisueltas invadieron gran parte de América Latina, especialmente a los jóvenes. Todos tuvieron que ser exorcizados.
- Se estrenó, por fin, la última película de la patética saga Twilight.
- En Colorado-EE.UU., durante el estreno de la película The Dark Knight Rises, se produjo un tiroteo llevado a cabo por un pistolero solitario, el cual dejó 12 muertos y 59 heridos. Posteriormente, no se incrementó (más) seguridad en los cines y ni se revisaron a las personas que acudieran a este establecimiento. Viva la inteligencia humana.
- La avaricia y brutalidad del hombre no cesó y logró que varios animales sean declarados oficialmente en peligro de extinción, como el tigre, el leopardo de las nieves, la tortuga Baula, entre otros.
- Un montón de chibolas ridículas se raparon la cabeza en honor a su ridículo ícono Justin Bieber porque este, según las noticias, padecía de cáncer. Esto resultó ser mentira.
- Samsung se coronó como el troll del año al pagarle a Apple la suma de mil millones de dólares con monedas de 5 centavos cuando perdió el juicio contra dicha marca.
- La herramienta de gileo de muchos -en ese entonces- adolescentes desapareció, pues, en la segunda mitad del año, se anunció el cierre de MSN Messenger. Minutos de silencio, por favor.
- Curiosity, una misión espacial de exploración marciana dirigida por la NASA, aterrizó en Marte exitosamente, enviando sus primeras imágenes a la Tierra.
- El extraño fenómeno del KPop llegó al Perú, logrando su máxima expresión al observar a jovencillas acampando afuera del Jockey Club (con el propósito del concierto del grupo Big Bang) no uno ni dos, sino siete días antes del concierto.
- Las puteadas y desahuevadas de Natalia Málaga funcionaron, porque Perú clasificó al Mundial de Vóley 2013 y ganó el Sudamericano de Voleibol de Menores. 
- Un coreano conocido como PSY se convirtió en una sensación a nivel mundial gracias a la famosa  página de videos YouPorn (perdón, Youtube), en donde este personaje salía entre haciendo el ridículo, siendo él realmente y haciendo el “paso del caballo”.
- Un paracaidista austríaco saltó desde un globo hacia la estratófera desde una altura de 38 kilómetros sobre la tierra, en un intento por romper la barrera de sonido.
- A mediados de diciembre, un joven de 20 años llamado Adam Lanza entró a un colegio en Connecticut-EE.UU. portando 4 tipos de armas y asesinó a 20 niños (de las edades entre 5 y 10 años) y a 6 docentes. Días después del tiroteo, Gringolandia no pronunció ninguna nueva ley sobre la venta y uso de armas en el país.

Y así, sin más acontecimientos por nombrar, debo dejarte, desconocido lector, pues pondré a cabo el lema del 2012:

A huevear y a cachar, que el mundo se va a acabar.

domingo, 18 de noviembre de 2012

El amor


Se conocieron de la manera no convencional, pero no diré cuál.

Ella estudiaba comunicaciones; él estudiaba administración. Ella quería encontrar a alguien. Él necesitaba encontrar a alguien. Ella estaba confundida y atrapada en una coraza, pero él estaba determinado a atacarla.

Comenzaron a hablar seguido hasta conocerse. Luego comenzaron a verse para comprenderse.

Iban a comer juntos, a conocer nuevos puntos limeños (y los antiguos también) y a besarse por ahí.

Poco a poco fue ocurriendo lo inevitable: cada uno pensaba más en el otro, se imaginaban la vida con él/ella, ponían sus prioridades antes que las propias, sentían huevaditas en el estómago, se extrañaban si no se tenían cerca y anhelaban el día en que se volvieran a ver.

Y lo obvio no se hizo esperar, porque la maldita incógnita “¿qué somos?” los comenzó a atacar.

Sin embargo, pasado un buen tiempo, se dieron cuenta de que no tenían que decirlo, porque todo había caído solo en su lugar.

Supongo que así es el amor.

lunes, 22 de octubre de 2012

Sola

Hay mujeres que se ilusionan con cualquier cosa o con sonseras.

El otro ente les pregunta qué tal estuvo su día y ellas se mojan, les dice “hola” y piensan que quiere sexo desenfrenado, les pregunta qué nombres le gustan e imaginan que lo hace para saber cómo se llamarán sus futuros (e imaginarios) hijos.

Sin embargo, estas individuas caen dentro de un tipo de personas que cada día sobreviven en este mundo inmundo: se ilusionan rápido, pero se enamoran lento.

Por este motivo, se demoran en encontrar pareja (a veces hasta llegan a estar solas por años). Hasta que, un día, aparece un príncipe azul montando un hermoso caballo blanco y despertando sus hormonas revueltas.

Las mariposas comienzan de nuevo a alterar el estómago y el cuerpo comienza a temblar como si fueran a tener un ataque epiléptico.

Se ven, se hablan, se abrazan, se sonríen, se tocan, se besan, pero hay un problema: él ya está en las nubes, pero ellas se han quedado con los pies bien puestos sobre la tierra.

Y la noche termina de la peor manera: él regresa a su casa con el ego destrozado y ellas… Bueno, ellas regresan a las suyas solas, como siempre lo han estado.

miércoles, 17 de octubre de 2012

25 años

Son Arnold y Helga. Son Noah y Alie. Son Homero y Marge. Son Mickey y Minnie. Son Bugs y Lola. Son Pongo y Perdita. Son mis papás.

Mamá nos pica la comida, pero papá nos invita de su plato. Papá baila, pero mamá canta. Mamá prepara el almuerzo, pero papá prepara la cena. Papá defiende, pero mamá le hace saber cuándo se está excediendo. Papá ronca, pero mamá lo calla. Mamá usa las palabras, pero papá usa los hechos. Papá le dice “Jacinta”, pero mamá le dice sólo “Jacin”. Mamá escucha latin pop, pero papá escucha los últimos hits del año (ahora anda pegado con el baile del caballo). Papá maneja, pero mamá lo dirige. Mamá tiene los cachetes suaves como poto de bebé, pero papá tiene las manos calientes como…mejor no digo qué.

El primero no funciona sin el segundo y el segundo no funciona sin el primero. Y nosotras tampoco funcionaríamos sin ellos.

Felices 25 años y que vengan 25 más.

Los quiero.











lunes, 15 de octubre de 2012

Broche de oro

Hace 5 años que salí del colegio. 5 años desde que vi a muchas de mi promoción en un mismo sitio y 5 años desde que dejamos el uniforme y nos preparamos para el futuro para ahora vivir el futuro.

El 13 de octubre del 2012, llegué al colegio esperando lo peor: las más chibolas mirando a sus mayores con mala cara, las intermedias observando cada detalle de sus víctimas (quién engordó, quién dejó de ser el patito feo para convertirse en cisne, quién triunfó en este lapso y quién no ha cambiado ni un carajo) y las mayores recordando sus travesuras escolares y comparándose entre promociones.

Felizmente, la realidad estuvo bastante distante. Con lo que me encontré en aquel lugar que me acogió por 11 años fueron caras desconocidas de todas las edades –felices de reencontrarse con sus amistades–, señoras tomadas de la mano porque caminar solas les costaba trabajo, embarazadas e interesadas en que se cogían la panza, figuras que se paseaban de mesa en mesa para saludar y otras que se quedaban en un solo sitio con ganas de irse ya.

El ambiente, dejando de lado la decoración, era excelente. Y como ya lo temía, el bichito de la nostalgia y melancolía (ese maldito lisiado) llegó para quedarse conmigo por el resto del día (¿cuándo será el día en que las vuelva a ver? ¿Cómo me veré cuando cumpla 25 años desde que salí del colegio? ¿Cuántas llegarán a las bodas de oro?).

Luego de los sorteos, del desfile de las exalumnas que ese día cumplían bodas de plata y bodas de oro, de la canción entonada por todas las presentes, del almuerzo con toques alemanes, del bailetón de las ursulinas (con invasión de mi promoción en el escenario) y de haber ido tres veces al baño, el síndrome de la vejiga flácida había comenzado.

Salimos del colegio en mancha y en menos de media hora estábamos casi todas en la casa de Crica. Tenía dos horas para recordar y cagarme de risa, porque a las 9:30 tenía una cita. Luego de un vaso de Coca Cola y otro de Sprite (juro que sólo fueron dos vasos), mi vejiga estaba completamente fuera de control, haciéndome ir al baño unas cinco veces en menos de una hora.

Llegadas las nueve, me preparé para salir, no sin antes ir al baño por última vez (“por si las huevas”, pensé). El plan era salir de San Isidro, pasar por San Borja para dejar a Ximena en su casa y luego ir a Miraflores. Pero a mitad de camino supe que algo iba a salir mal.

- Creo que quiero ir al baño de nuevo.
- ¿No fuiste al baño antes de salir, Cavag?
- ¡Sí fui! Pero ya conoces mi vejiga… No sé qué le pasa. Sólo tomé dos vasos en la casa de Crica y fui varias veces al baño. Y justo fui antes de salir.
- Ve a que te revisen. En serio te lo digo.
- De eso me encargo después. Chavez, ahora estoy segura: NECESITO ir al baño. No la hago hasta Miraflores ni cagando. Te dejo y voy al baño en tu casa, ¿ya?
- Ya, no te preocupes. Con tal de que aguantes...
- Puta madre, ¡no aguanto! ¡CARAJOOO, ME VOY A ORINAR ENCIMA! Chavez, ni siquiera la hago a tu casa. ¡Tengo que parar en la mía yaaa!
- ¡Aguantaaa!

Lo que vino a continuación pasó en cuestión de segundos. Recuerdo haber manejado rápidamente (con el temor de chocar con algo o alguien), estacionado afuera de mi casa de la peor manera, salir de mi carro con la vejiga a punto de explotar, abrir la puerta, correr por el garaje y pisado los primeros escalones cuando todo había acabado: a mis 22 años, acababa de orinarme encima por segunda vez en mi adulta vida, como para cerrar la noche con broche de oro.


Medio salón en casa de Crica

En el colegio, luego del almuerzo

Con Ximena, mejores amigas desde 5° primaria

Con la Frau Brigitte, directora del colegio

Así estuve: tan cerca y tan lejos

sábado, 6 de octubre de 2012

Recuerdos

- Pateé a la Mamina en el pecho por malcriada cuando tenía 5 años.
- Le dije a mi mamá “vete a la mierda” porque no quería hacerle un favor.
- Por primera vez en mi vida, lloré de felicidad viendo Cartas a Julieta con Diego.
- Vi a la Mamina y al Paparmando de espaldas, tomados de la mano y yendo a Misa.
- Mi papá me dijo “estoy harta de ti” debido a que, cuando era pequeña, lo despertaba porque   tenía pesadillas todas las semanas.
- Dejé a Arianna, mi hermana menor, sola con el heladero cuando tenía máximo 4 años porque
  entré a recoger la plata. Hasta ahora pienso qué hubiera pasado si salía y no la encontraba.
- Rompí a llorar viendo dibujos animados tras haber terminado con Daniel y, acto seguido,
  Arianna me trajo papel higiénico y me abrazó, sin decir nada.
- Hice llorar a mamá con el post que le hice por el Día de la Madre.
- Sonic llegó en una caja de pollo a la brasa.
- Me hicieron una reunión sorpresa por mi cumpleaños número 21.
- Me regalaron un libro de Ricardo Liniers.
- Me gané una tablet en la Tuitertón. Primera y única cosa que he ganado en mi vida.
- Él me susurró al oído “eres mi paz”.


Pequeños momentos que los recuerdas toda una vida.

miércoles, 26 de septiembre de 2012

Sueños


Me pareció curioso apuntar mis sueños de cada día y luego ver cómo iban cambiando: de más a menos pastrulo, de menos a más cursi, de más a menos complejo, de menos a más irreal. Y toda viceversa.

Aquí el resultado.

20/08. Ni mierda. O no recuerdo nada. Buen inicio de semana, ah.

21/08. No estoy en Lima, no estoy en Perú, no estoy en Latinoamérica. Creo que estoy en Europa, en la ciudad de un país llena de bosques. Estoy paseando y escuchando música. Mientras veo todo verde, canto y acaricio a los animales que se me acercan (ya parezco la jodida Blancanieves). Y, de pronto, cae –literalmente– una bola de fuego del cielo azul. Todo comienza a arder rápidamente. Los animales buscan refugio y las personas a mi alrededor buscan mangueras para acabar con el fuego antes de que este acabe con nosotros. Pocos minutos después, lo logramos. Todos se abrazan y lloran de felicidad. Veo a un señor que había encerrado a varias palomas durante el incendio para que no les pasara nada, pero estas han muerto asfixiadas. Él las mira indignado, se aleja y se va. Un grupo de extranjeros se asoma a lo lejos. Todos jóvenes, todos bellos. Una pelirroja que los acompaña me mira y sonríe. Los demás extranjeros esquivan a las palomas, pero ella no: ella se percata de su existencia y no se inmuta cuando pisa a una de ellas al querer avanzar. Le grito “¡ESTÚPIDA!” mientras, poco a poco, todo vuelve a la normalidad.

22/08. Me levanto de mi cama y ya no recuerdo nada. ¿Así va a ser esta mierda? ¿Intercalada (y rimada)?

23/08. Estoy en mi casa con mis flacas de colegio, cagándonos de risa, cuando suena el timbre. Como la persona que contesta tiene acento inglés, no me importa quién rayos es y le abro la puerta al instante. Veo a cuatro chicos medio churros, medio cabros. Son los integrantes de One Direction, quienes ven a mis flacas, se enamoran instantáneamente y a mí me dejan foreveralone. Uno de ellos se da cuenta y me dice que lo mejor está por llegar: “No te preocupes. Hemos traído a alguien especialmente para ti”. Se me paran los pezones de la emoción, imaginándome a alguien similar a Ryan Gosling. Lo que veo, en realidad, es un tío de cuarenta y tantos años, bastante subido de peso, nada agraciado y con la cara cubierta de granos. El amor es ciego, pero no tanto.

25/08. Soñé con el Nono, mi abuelo paterno. Pero no recuerdo dónde estábamos, qué decíamos o qué hacíamos. Sólo recuerdo que nos mirábamos y eso me parecía suficiente.

03/09. Después de varios días, sueño. O recuerdo lo que sueño. Y de lo que me acuerdo es que tenía vellos en el vientre. Debajo del ombligo, negros, gruesos y suaves. Y no sé cómo, pero eran mi mayor atractivo.

05/09. Como ayer me quedé leyendo hasta tarde sobre asesinos (mi mayor morbo), hoy sueño con ellos. Sueño que todos asistían al baby shower de Mary Bell, quien, a sus 11 años, se convirtió en una famosa infanticida. Todos alegres y con sus familias presentes, llevándose y pasándola bien, pero con una sombra a su alrededor que les recordaba su pasado.

26/09. Oficialmente, mi experimento se fue al carajo. Casi tres semanas después y no recuerdo ni siquiera que se hayan formado imágenes o diálogos en mis nubecitas soñadoras.

Curiosos los sueños, ¿no? Los irreales o pastrulos los recuerdas a la perfección, mientras que, para los reales y sentimentales, tienes que romperte el cráneo tratando de recordar quiénes estaban ahí, qué hacían, qué se dijeron y qué pasó. Bastardos.

lunes, 17 de septiembre de 2012

''Tenemos que hablar''


Desde agosto del 2010, Twitter ha sido una especie de catarsis para mí, aparte de mi blog.

Sí, tengo amigos para llamar (creo), pero me resulta más cómodo coger mi celular o laptop, abrir Tweetdeck, desfogarme con una frase, cerrar la aplicación y olvidarme del tema.
Eso fue lo que hice el martes de la semana pasada.

Tenía que ir al Centro de Atención al Alumno de la universidad y lo que vi apenas entré me estropeó el ánimo en segundos (tengo el defecto de molestarme en menos de lo que dura una eyaculación precoz): ocho ventanillas y sólo tres personas atendiendo. Por supuesto, lo primero que se me ocurrió hacer fue descargar mi ira por Twitter, cometiendo el error de decir el nombre de la universidad (lo bueno de ser impulsiva es que, al momento de hacerlo, te sientes jodidamente bien. Lo malo es que después puedes arrepentirte).

Llegué a mi casa a las 9 pm y mi mamá, preocupada, me comunicó que había llamado un representante de la universidad preguntando por mí. “Es por el tuit”, pensé automáticamente. Y la paranoia me invadió.

¿Me sancionarán? ¿Me expulsarán? ¿Harán público mi caso? ¿Podré denunciarlos por violar mi libertad de expresión? ¿Mi papá me desheredará? ¿Mi mamá me botará de la casa?

“Tranquila. No creo que sea por eso. Si fuera el caso, te llamarían de parte del rector o un jefe superior. ¿No has hecho otra cosa? Fácil es por tus notas o algún trámite pendiente”, me dijo Juan Eduardo.

Automáticamente, pensé en todas las barbaridades que he cometido a lo largo de mi vida universitaria, y me di cuenta de lo común que es esta reacción.

Cuando alguien te dice “tenemos que hablar”, pocas veces piensas en que es una buena noticia. En lugar de ello, te rompes el cerebro tratando de descifrar qué es aquello que tienen que decirte, a pesar de estar 99.9% segura de que no has hecho nada malo. Repasas mentalmente todas tus acciones pasadas, tus intenciones, las reacciones de la gente y preparas tu floro barato, tu cara de sufrida o arrepentida y tu autoestima.

Al final, si es que tienes suerte, la noticia es mejor de la que creías. Ya puedes respirar tranquila.

jueves, 6 de septiembre de 2012

Mucho gusto

Llevábamos poco tiempo juntos. Creo que ni siquiera llegábamos al mes.

Era un día de verano y estábamos solos en su casa. Después de ver una película en el sofá, decidimos hacer una pequeña siesta (sí, siesta).

No mucho rato después, yo desperté. Él ya se había levantado y había salido del cuarto, pero me había dejado un delicioso beso de moza.

Lo comí en dos segundos y me dirigí a la cocina, en donde pensé que él estaría. De puntitas, abrí la puerta exclamando, con mucha emoción, “fue la mejor siesta de la vida”.

Pero él no era quien estaba en la cocina. Quien estaba ahí giró y me saludó de manera extraña, como si yo tuviera un moco pegado en la cara.

Preocupada, volteé hacia la izquierda y vi mi reflejo en la ventana. No era un moco lo que tenía en la cara: era crema blanca.

Entendí su reacción y pensé: “Esta no es la mejor manera de conocer a tu suegra”.


lunes, 27 de agosto de 2012

Los diez nuevos mandamientos

Tu estatura, el tamaño de tus senos o de tu pene, tu voz, tu forma de correr o escribir, tus gustos generales, tus hobbies. Todo cambia. Hasta los diez mandamientos.

1. No joderás, bajo ninguna circunstancia, a una mujer mientras está menstruando. Procurarás engreírla y hacerla sentir querida. Ella luego te lo agradecerá.
2. No prestarás jamás tus libros, ni siquiera a tu mejor amigo(a), ni tampoco devolverás los que te prestan.
3. Utilizarás el baño para mear, cagar, cachar, bañarte, afeitarte, comer y hasta dormir, pero nunca/jamás para tomarte fotos.
4. Te respetarás lo suficiente a ti mismo(a) como para no usar Crocs ni sandalias con medias.
5. Llamarás a tus amigos del alma cuando sientas que tu vida es una mierda y te darás cuenta de que, en realidad, no lo es.
6. Te querrás tanto que entenderás que no debes rogarle a nadie y que debes esperar a alguien que te trate como te lo mereces.
7. Si tienes una cita prometedora, procurarás depilarte la zona sur y las piernas/axilas (si eres mujer). Si no pasa nada no importa, pero si pasa, tu cita te agradecerá internamente por no encontrarse con una jungla de pelos.
8. No tomarás si vas a manejar y, si no quieres tener hijos, te pondrás condón para cachar. El mundo necesita menos irresponsables como tú.
9. Cantarás como si nadie te estuviera escuchando y bailarás como si nadie te estuviera viendo.
10. No te importará lo que digan los demás y harás lo que se te plazca, con tal de que te haga feliz.

martes, 21 de agosto de 2012

Tac tac tac


De pequeña no me molestaba (o quizás no lo notaba), pero, a partir de los 19 años, era lo único en que pensaba: el tac tac tac de mamá.

El tac tac tac era el sonido que hacía el encendedor de mamá antes de prender su adorado vicio: el cigarro.

Adoptó ese gusto gracias a su mamá. Ella también comenzó a fumar desde joven, y recuerdo que ambas, en los viernes de la Mamina, se escabullían de la mesa después de cenar y se iban al jardín a fumar.

No le di importancia hasta que, unos años después, mis papás nos sentaron a mis hermanas y a mí para comunicarnos que el doctor le había dicho a mamá que esa flema que tenía desde hacía meses era por fumar, por lo que debía dejar de hacerlo ya.

Esa noche no lo escuché, pero al día siguiente, y los demás días, estaba ahí, sin cesar. Salía de la ducha y tac tac tac. Leía en mi cuarto y tac tac tac. Hacía trabajos en la cocina y tac tac tac.

Así como el fap fap fap es un estilo de vida para muchas personas, en el caso de mamá era el tac tac tac.

Hubo un tiempo en que intenté que mamá abandonara el tac tac tac, pero entendí que, no importaba si todos le rogáramos para que lo hiciera, porque ella no lo haría si no tenía la voluntad.

Entonces, la realidad me chocó.

Como había formado parte tanto tiempo de su vida, mamá no iba a alejarse nunca del tac tac tac.

miércoles, 15 de agosto de 2012

Inocencia interrumpida


Para la mayoría de hombres no es la gran cosa, pero para las mujeres es un gran evento.

Es como si el lema de ellos fuera “sólo hazlo”; en cambio, nosotras lo analizamos, lo aceptamos, lo procesamos y nos preparamos mental y físicamente durante semanas. Tratamos de comer más saludable para vernos bien (o pasables) ese día especial, afeitamos (casi) todo lo afeitable, elegimos a la persona adecuada, buscamos información sobre el tema para estar preparadas, preguntamos a nuestras amigas cómo les fue a ellas para crear expectativas, etc.

Efectivamente, las mujeres tenemos toda la intención de que nuestra primera vez sea especial. En términos generales, la mía no lo fue.


Era el 2008 y me encontraba en el tono de fin de finales de la Universidad del Pacífico con dos amigas de colegio. Después de bailar con algunos chicos, me sacó a bailar él.

Él era mi primer ex. Habíamos terminado hacía más de un año, pero digamos que aún quedaba harta ceniza de todo el fuego que alguna vez habíamos creado. Después de bailar y toquetear por un buen rato, él dio el primer paso.

“¿Estás lista para tu primera vez? Si es así, ¿te gustaría que fuese conmigo? Piénsalo, Ale. Sería como alguna vez deseamos: tu primera vez conmigo, en tu caso, y la primera vez que siempre quise tener contigo (pero que ya no puedo) en el mío”, me dijo.

Tenía mis dudas. No me convencían las circunstancias, pero de lo que sí estaba segura era de que quería que mi primera vez fuera con él. Al final, esa parte pudo más y acepté.

Como nos encontrábamos en Villa, en un local rodeado prácticamente de cerros, nos demoramos en encontrar el sitio adecuado. Luego de media hora, encontramos uno bueno, bonito y barato (a S/.40 la noche; luego les paso el dato).

Después de acomodarnos, me di cuenta de lo que estaba a punto de ocurrir: iba a perder mi inocencia sin haber comido saludable previamente, sin haber consultado sobre el tema y sin haberme depilado lo depilable (o sea, mi ex estaba a punto de llevarse una peluda sorpresa), pero al menos lo iba a hacer con él, la persona con la que siempre pensé en hacerlo.

Cerré mis ojos y, echada boca arriba, dejé que él me aplastara con su panza e hiciera su trabajo (porque yo estaba más que desubicada).

Al segundo lo paré; mejor dicho, lo puteé. Jamás había sentido tanto dolor en mi vida. Pero era un dolor rico, de esos que no quieres que paren porque sabes que, después de un rato o al final, te va a gustar y piensas que todo habrá valido la pena.

Luego de una hora de masoquismo, de haber intentado sentir placer en todas las posiciones que recordaba de las películas pornográficas, de haber soltado el comentario más estúpido de la vida en estas circunstancias (“tu pene está sangrando”), de manchar las sábanas de rojo como si me hubieran destruido hasta el alma y con mi inocencia interrumpida, me di cuenta de que no, no había valido la pena.

Primera vez especial mis tetas.

jueves, 2 de agosto de 2012

A veces


Eran las tres de la mañana.

Sólo me faltaba cerrar la ventana de Twitter cuando leí su mensaje. “Hola, necesito ayuda”, decía. Invadida por la curiosidad y por mi lado Madre Teresa, le mandé un mensaje directo.

- Todo tiene solución. Trata de calmarte. Deja lo que estás haciendo y respira. No cometas estupideces. Sigue llorando. Eso te va a calmar bastante. Trata de desahogarte lo más que puedas. Grita, llora, patalea, putea.
- Nunca me he sentido así y estoy hablando con una desconocida y desubicada, jaja... No puedo parar de llorar.
- A veces es mejor hablar con alguien que no conoces o lejano a ti porque puede ver las cosas desde otro punto de vista.
- Son las 2.30 y no puedo llamar a mi psicólogo. ¿¿¿Qué hago??? Te juro que me quiero morir.
- ¿Cómo puedo ayudarte?
- No sé. Te vi tuiteando y te hablé. Nunca he sentido tantas ganas de morir como ahora. No puedo parar de llorar.
- Se supone que los psicólogos deben ayudar siempre. ¡Llámalo! ¿No tienes mejor amiga? ¿Hermanas? ¿Tus padres?
- No. Me da roche que me veas así. Son casi las 3... Hombres... Imbéciles... ¡¡¡Aj!!! Ya fue. No sé qué hacer. Me siento la más looser del mundo.

En ese momento borré el mensaje que le estaba escribiendo (en donde le estaba dando mi número de celular para tranquilizarla de manera “más directa”) y analicé la situación.

No conozco a esta chica, no sé cómo se llama y ni siquiera tengo por seguro que es una chica (mandé mi lado Madre Teresa al carajo). ¿Y si es una cuenta de ladrones y me está manipulando para que le dé mi celular y luego me extorsione? ¿Y si averiguan dónde vivo y nos roban todo? ¿Y si me secuestran y salgo en las noticias del día siguiente calata y muerta?

Dejé el drama de lado y me fui al otro extremo. ¿Y si de verdad es una chica que está tan desesperada que literalmente se quiere morir? ¿Cómo puedo no hacer nada? ¿Y si me buscó por alguna razón? No creo en el destino, pero sí en las coincidencias.

- ¡Bah! Los hombres son la peor excusa para llorar. NINGÚN HOMBRE merece tus lágrimas. Eso tienes que tenerlo bien claro. Si uno te hace llorar o sufrir, no vale la pena. Mándalo bien lejos y a seguir con tu vida.
- Pero 7 años después…
- Quizás con más razón, ¿no? 7 años es un culo de tiempo, pero si, con tanto tiempo juntos, te puede hacer tanto daño, entonces no vale la pena.
- Pensé en morir. Te lo juro. Gracias por hablarme. He querido morir. Mañana me levanto... ¡Te juro!
- Sé que suena muy cliché, pero todo va a estar bien y cuando te levantes te sentirás mejor. Al menos una pizca, pero estarás mejor. Desahógate y ve a descansar. ¡No hagas tonterías! Descansa y un fuerte abrazo.
- Gracias... Literalmente me has salvado la vida... Sigo llorando, pero haré caso a tu frase cliché... Mañana será mejor. Te juro que estaba a punto de tirarme por la ventana (mi casa tiene 4 pisos), pero no. Tienes razón. Tan loca no puedo estar. He regresado a la vida real. No moriré. Ya pasó la crisis. Te juro, ya pasó. Iré a dormir.
- Esas cosas son temporales. Cuando la cabeza está caliente, no piensas razonablemente y quieres terminar con todo lo antes posible. Pero luego recapacitas y te das cuenta de que no puedes tirar por la borda toda tu vida por alguien. ¡No vale la pena!
- He tomado dos botellas de vino y no estoy bien, pero estoy escribiendo bien para dos botellas, ¿no? Jaja Ya pasó. Gracias. En serio, gracias.
- Jajaja Sí, estás escribiendo bien. Yo ya zafo a dormir, entonces, en vista de que te sientes mejor. ¡Mañana (más tarde) será otro día! J
- J Igual sigo llorando, pero ya no quiero morir. Gracias. Gracias. Mil veces gracias.
- Eso es lo importante. ¡De nada!
- Mañana prometo llamar a mi psicólogo en cuanto despierte y contarle semejante episodio. Suelo ser normal... Hoy fue la excepción.
- Me parece bien. No te avergüences de tus acciones. Mira que hoy recurriste a una desconocida y te salió bien, ¿no? Ánimo.
- Te juro que no sé cómo agradecerte. Puedes escribir que salvaste una vida, jaja... En serio me salvaste. Gracias.
- Puedes agradecerme saliendo adelante y viviendo tu vida feliz sin dejar que alguien te haga llorar. Descansa.
- No me siento mejor, pero ya estoy tranquila. Ya no lloro y sí, pues, tienes razón: llegar al punto de querer morir por un hombre no vale. He vuelto a la normalidad. Soy un ser racional de nuevo, jaja. Gracias.
- ¡De nada! Me da gusto saberlo.

Le escribí al siguiente día (o sea, cuando desperté) preguntándole cómo había amanecido y cómo se había sentido.

- Me siento rara, muy rara... Mañana iré con unas amigas a un club en Chosica por unos días. Serán días para no pensar. Mi psicólogo está de viaje... No lo veré hasta la otra semana, pero ya estoy bien... O sea, triste, pero ya no loca.
- ¡Qué buena noticia! Pasar tiempo con amigas ahora es lo mejor que puedes hacer porque te distraerás y divertirás un montón.
- Le contaré a mi psicólogo que busqué a una desconocida y no se me ocurrió hablar con un amigo.
- Me cuentas qué te dice tu psicólogo, jaja. Nada de loca, seguro. Simplemente querer el punto de vista de alguien más.
- Ya, te cuento lo que me diga... Me voy a dormir. Me duele la cabeza y mañana me voy a pasear. ¡¡¡Yeiii!!
- Dale. ¡Descansa y diviértete!

Antes de irse, me lo dijo. Ella estaba avergonzada por haber recurrido a una desconocida. Yo estaba agradecida.

A veces, sólo a veces, estás exactamente donde debes estar.

martes, 24 de julio de 2012

Mamita Leti


- Ven, hijo. Hoy quiero hablarte de un pariente tuyo cercano.
- ¿De quién, mamá?
- De tu bisabuela paterna, a la que le decíamos Mamita Leti.

“Nació en Trujillo, si no me equivoco. Se juntó con un hombre de la misma provincia, con quien tuvo una hija, Lita. Supongo que, por un tiempo, fueron felices, pero luego su pareja comenzó con los golpes y ella no pudo más: se armó de valor y se fue a vivir a Lima, la capital. Ahí conoció a Vittorio, tu bisabuelo, a quien le decían Nono (no me incluyo porque no llegué a conocerlo, pero estoy segura de que, por lo que contaban tus abuelos, era una de las personas más tiernas que jamás han existido.

Se enamoraron, se casaron y tuvieron dos hijos: Angelo, tu abuelo, y Guido, mi padrino. Los años pasaron y cada uno se fue por su lado: Lita se mudó a EE.UU. con su esposo y sus dos hijos, Guido se fue a Alemania y Angelo se mudó a un departamento con su esposa (tu abuela) a menos de dos cuadras de la casa Cavagnaro. Esto pasó en 1987. Dos años después, nació tu tía Andrea, mi hermana mayor. Y antes de que ella cumpliera un año, le tomaron una foto con el Nono, la que sería su última (en la foto, el Nono sale cargando a Andrea, sonriente. Él está a oscuras, como si le quedaran pocos días de vida, mientras que ella está iluminada. La foto es hermosa, hijito. Ya te la enseñaré luego). Menos de dos semanas después, le dio un ataque al corazón y murió”.

- ¿Y luego qué? ¿Mamá? No llores, mami…
- Ay, hijito, es que a mamá siempre le dolerá no haber conocido a tu bisabuelo… Pero bueno, sigamos con la historia.

“Un año después nací yo y seis años después nació tu otra tía y mi hermana menor, Arianna. Como el departamento nos quedaba muy pequeño y a tu bisabuela le quedaba muy grande la casa, tu abuelo decidió poner el departamento en alquiler y mudarse a la casa de su madre para hacerle compañía.

Durante los siguientes doce años, si mi memoria no me falla, todos nos llevábamos bien. Éramos una familia disfuncional, pero funcionábamos, de alguna manera. Y, de golpe, todo cambió.

Por un lado, tu abuelo y Andrea se distanciaron (ya te contaré, cuando seas más grande, por qué); por el otro, tu bisabuela comenzó a desgastarse ante nuestros ojos, debido a la edad y a la soledad (como ella vivía en el primer piso, pasaba mucho tiempo sola, excepto cuando subía para, mutuamente, hacernos compañía).

Creo que no me equivoco al decir que el 2012 fue su peor año. Se cayó varias veces y su vista empeoró (al igual que su oído). También se olvidaba más seguido de las cosas, se mareaba y se sentía débil al caminar y, lo que más nos chocó, a menudo preguntaba si el Nono ya había llegado del trabajo o si Guido bajaría a almorzar.

Nosotras no la entendíamos a veces y preferíamos mantener nuestra distancia para no estresarnos mutuamente (además que tu bisabuela ha sido una de las personas más difíciles de llevar que he conocido, si no la más difícil), pero no comprendíamos algo (otra cosa por las que tu madre se arrepentirá siempre): tu bisabuela no necesitaba que la entendiéramos; ella sólo necesitaba que estuviéramos ahí, haciéndole compañía.

Y por eso quise hablarte hoy de ella, hijito. Para decirte, repetirte que no siempre vas a estar de acuerdo con tus seres queridos, pero es importante y necesario que estés ahí para ellos, por siempre y para siempre”.

- Te prometo que lo haré, mami.

sábado, 21 de julio de 2012

Andrés


11:00 am. Despiertas, ves la hora y te puteas fugazmente por dormir hasta “tan tarde”, pero, un segundo después, dices “qué chucha. Es sábado y qué rico es dormir”. Volteas, te vuelves a tapar con la sábana y regresas al ronque.

12:30 pm. Vuelves a abrir los ojos y a ver la hora y decides que es momento de levantarte de la cama e interactuar con otros entes humanos. Al mismo tiempo, sin embargo, no quieres que nada ni nadie te joda en todo el día. Hoy te has levantado con el pie izquierdo, al parecer.

01:00 pm. El almuerzo está listo. Antes de embutirte la comida, vas al baño a lavarte las manos y, de paso, mirarte en el espejo. Te observas de pies a cabeza (y viceversa) y te preguntas por qué, por el amor de Dios, pareces un tamal envuelto. Encuentras la respuesta: ayer, en la salida con tus amigas regias, te dio un ataque de ansiedad y pediste entrada, plato de fondo y postre, encima con repetición. Analizas los hechos (incluido lo que ves en el espejo) y decides que, a partir de este momento, harás dieta estricta y ejercicios para verte igual de regia (o más) que tus amigas. Cinco minutos después, te encuentras sirviéndote más arroz y puré, poniéndole kétchup al apanado y repitiendo el procedimiento.

04:00 pm. Más de dos horas después del almuerzo y sigues echada en tu cama como morsa, sin hacer nada. Quieres salir, pero sólo si alguien te baña, te cambia, te lleva y te regresa a tu humilde hogar y si alguien te pasa la voz para hacer algo. Como nadie lo hace, te vas a tragar y luego a roncar.

06:00 pm. Tres personas te dicen para hacer algo más tarde y tú rechazas a las tres personas porque no te sientes bien. Mentira. Te sientes bien; simplemente eres una floja de mierda.

07:00 pm. Ves que la gente ya está viendo en dónde caer más tarde y te preguntas por qué nadie te quiere y/o por qué no tienes amigos de verdad. Lloras. Media hora después, Pepito te habla y te pregunta si quieres ir al cine. Le dices que no, porque tienes que sacar a pasear a tu unicornio. Quieres salir, pero no con Pepito. Como nadie más te habla, lloras de nuevo.

09:00 pm. Ya que no saldrás hoy, te instalas en tu cama con la pijama más holgada y menos sexy que existe, con un kilo de pop corn en la mano y con las películas que cagan tu existencia en la otra (que suelen ser sobre tías solteronas o sobre historias de amor que sólo ocurren en las películas). Después de llorar peor que Magdalena y de tragar como si no existiera el mañana, decides irte a dormir, no sin antes comer ese último pedazo de la torta de chocolate.

Ya en tu cama, agradeces que el día esté a punto de terminar. Pero no cantes victoria. Mañana empezará todo de nuevo.


Más o menos así es como transcurre el primer día de la llegada del tan odiado (y, a veces, amado) Andrés.








jueves, 12 de julio de 2012

Mientras tú me ignoras


Conoces a un(a) chic@ lind@, churr@, divertid@, solter@, inteligente y con buen billete. En pocas palabras, es todo lo que alguna vez deseaste y la persona con la que soñaste cumplir tus fantasías sexuales, tus cursilerías y tus manías.

Y mientras vas planeando mentalmente cuándo se casarán, cuántos hijos tendrán, dónde vivirán y a qué se dedicarán, te das cuenta de que, luego de haber puesto en práctica todo lo que se te pudo haber ocurrido para que caiga en tus redes, sigue habiendo un pequeño problema: te ignora.

Antes de que llames a los bomberos, te ahogues en tus propios mocos y te cortes con la galleta de soda, recuerda que es necesario que no panda el cúnico, porque hay quienes todavía te dan bola.

¿No me crees? A ver si lo haces leyendo la carta siguiente:


- Mientras tú me ignoras, Claro me bombardea el celular con mensajes de texto llenos de publicidad.
- Mientras tú me ignoras, KFC me pregunta si deseo agrandarlo por S/.2.
- Mientras tú me ignoras, un albañil me saborea con la mirada.
- Mientras tú me ignoras, Pizza Hut me ofrece dos pizzas por el precio de una los martes y jueves.
- Mientras tú me ignoras, D'onofrio me da Sin Parar.
- Mientras tú me ignoras, Burger King me pregunta si lo quiero acompañar con un postre.
- Mientras tú me ignoras, Bembos me pregunta si la quiero comer aquí o si la quiero para llevar.
- Mientras tú me ignoras, McDonald’s me hace feliz con sus juguetes.
- Mientras tú me ignoras, RedBull me da alas.
- Mientras tú me ignoras, el sol me calienta.
- Mientras tú me ignoras, Rexona no me abandona.
- Mientras tú me ignoras, Kotex me protege de noche.
- Mientras tú me ignoras, Starbucks me pregunta qué tan caliente lo quiero.
- Mientras tú me ignoras, un perro callejero me sigue a casa.
- Mientras tú me ignoras, la gente de Polvos Rosados/Azules me ofrece su mercadería en todas tallas y colores.
- Mientras tú me ignoras, M&M’s se derrite en mi boca.
- Mientras tú me ignoras, el/la meser@ me dice que tenga cuidado porque está caliente.

Y mientras tú me ignoras, a la larga yo termino por ignorarte también.

Ahora sí se puede ir a comer.

lunes, 25 de junio de 2012

La vida


A lo largo de mis 22 años, he descubierto (bien Einstein yo) que la vida es más que simplemente nacer, crecer, tirarte a las personas que quieres, pegarte la juerga de la vida, tragar como si no existiera el mañana, hacer lo que te dé la puta gana y morir.

No, señores. La vida es mucho más que eso.

La vida es eso que pasa mientras esperas a que el almuerzo esté listo, que la persona que te guste te haga caso, que tu mejor amigo(a) te responda el maldito teléfono o que tu cabello crezca después de un horrendo corte de pelo.

Es eso que pasa mientras esperas a que caiga el dos en el trono, mientras esperas a que el tipo que está encima de ti termine de una vez o mientras esperas a que, por fin, la eterna cola en el banco/cine/baño/lo que sea desaparezca y sea tu turno.

Pero también es eso que pasa mientras esperas que tu comida termine de calentarse en el microondas, que ese programa descargue de una pinche vez, que los profesores se dignen en colgar las malditas notas antes de que se acabe el ciclo y que la pizza llegue después de los 30 minutos para que sea gratis.

Asimismo, la vida es eso que pasa mientras sueñas despierto(a) sobre tu futuro estando en clase y lo que pasa cuando actualizas el Home de Facebook, sólo para darte cuenta de que únicamente tienes tres nuevos posts de tus amigos y todos son unas cagadas.

No olvidar que la vida es eso que pasa mientras yo escribo esto y tú lees aquello y mientras pasamos severas horas al día frente a la computadora mientras otras personas están viajando por el mundo, teniendo el mejor orgasmo de sus vidas o cumpliendo sus sueños.

Y así, sin que nosotros lo sepamos, se nos va la vida.