jueves, 18 de diciembre de 2014

Algún día

Se acabó el uso de la cartuchera llena de útiles y de escuchar a los inútiles preguntando si tengo lapiceros.

Se acabaron las amanecidas de tesis y crisis.

Se acabaron las clases cojudas de las 7 am y de los profesores somníferos.

Se acabaron los grupos en donde solo 1 persona de 5 trabaja.

Se acabaron los plages y los trabajos/exposiciones improvisadas.

Se acabaron las épocas en que “debo” agregar a gente a Facebook porque los veré el resto del ciclo.

Se acabó el malabarismo entre las clases y el trabajo.

Se acabó el sufrimiento de mi papá por pagarme la pensión que sube cada año.

Se acabaron los gileos a los profesores para que suban la nota.

Se acabaron las visitas a la biblioteca.

Se acabó la sensación de sentirme la más vieja de los salones (aunque todos tenían mi edad en el último ciclo).

Se acabaron las preguntas cojudas como “¿puedo escribir con lapicero negro?” o “profe, ¿puedo responder en desorden?”

Se acabaron las vueltas en el estacionamiento para no irme hasta el quinto piso.

Se acabó la vida universitaria, pero comienza el resto de mi vida.

Cuando sentí que no daba más y que quería darme por vencida, me dije a mí misma: «Algún día diré que no fue fácil, pero lo logré».

Algún día es hoy.

Desubicada graduada.








jueves, 14 de agosto de 2014

Estoy aquí

Me he dado cuenta de que, conforme pasan los años, esa alegría que sentías de niño todos los días se va escapando poco a poco, pues mientras tu vida empieza, la de otros llega a su fin.

Los cumpleaños, matrimonios, baby showers y bautizos se convierten en velorios o entierros. Y es en esas ocasiones en las que dejar atrás todo y estar con la persona que te necesita es tu única función.

Es, en ese momento, cuando nada más importa, pues lo único que quieres es consolar a esa persona y decirle que todo va a estar bien, aunque suene a cliché.

Te das cuenta de que toda respuesta negativa no es suficiente y es excusa, que todo lo que estás haciendo ahora puedes hacerlo después, que nada es tan importante y que el "yo comprendo" de la otra persona es, en realidad, "entiendo que tienes cosas que hacer, pero -por favor- ven".

Cuando dejas todo, por fin llega el momento en que puedes decir "estoy aquí".

Carta que, luego de enviársela a la Mamina, dejé atrás los exámenes finales y la visité

jueves, 19 de junio de 2014

Los años maravillosos

Nos crecen las tetas.
Se nos para más.
Engordamos.
Somos más amargados.
Nos estresamos más.
Aumentan las responsabilidades.
Somos más independientes.
Nos rompen el corazón.
Nos jorobamos más.
La cagamos más.
Somos más serios.
Nos invade la flojera.
Nos enamoramos.
Nos enfermamos.
Nos emborrachamos.
Perdemos la conciencia.
Perdemos amistades.
Nos llenamos de matrimonios y bautizos.
Conocemos la cruda realidad.
Dormimos menos.
Se nos acaba la plata rápido. O sentimos que nunca la tenemos.
Nos drogamos.
Nos descuidamos.
Cambiamos de estilo.
Nos pintamos el pelo.
Nos salen arrugas.
Luchamos.
Nos sacrificamos.
Usamos máscaras.
Reímos hasta llorar.
Lloramos hasta reír.
Disimulamos.
Pretendemos.
Morimos.
Revivimos.

Pero también bailamos sobre la lluvia.
Nos creemos cantantes en la ducha y al volante.
Dejamos lo que estamos haciendo para reventar burbujas de plástico.
Contestamos el teléfono de juguete cuando un critter nos llama.
Disfrutamos viendo los dibujos de nuestra época.
Nos ponemos a bailar sin darnos cuenta.
Logramos cosas con nuestro esfuerzo.
Disfrutamos del sexo.
Hacemos lo que queremos.
Viajamos por nuestra cuenta.
Seguimos cometiendo errores.
Nos cuidamos.
Nos descuidamos.

Pero qué bueno que aún seguimos siendo los mismos.
Mamina y Paparmando
Armandi
Armandi y Bruno
Cheli
Los seis hermanos
Magali
Mamina
Mamá
Paulo

miércoles, 7 de mayo de 2014

Cómo mejorar tu día

Pasos sencillos para mejorar tu día de mierda en un día feliz o, al menos, pasable:

Probar una nueva posición sexual.
Putear a esa persona que tanto se lo merece.
Escuchar esa canción que olvidaste que existía.
Satisfacer ese antojo de hace meses.
Hacer lo que dejaste ayer. Y antes de ayer. Y el día antes.
Súbele el volumen a la música (satánica).
Reír hasta orinarte encima.
Apagar el celular.
Bailar como si nadie te estuviera viendo.
Prueba algo nuevo.


Y, mi favorito, visitar de manera sorpresa a los abuelos.


miércoles, 23 de abril de 2014

No estoy preparada

Siempre he tenido las ganas, pero no estoy preparada para ser mamá.


No estoy preparada para contarle eso a mis papás si aún me da roche decirles que no fui a clase.

No estoy preparada para los síntomas si con las justas puedo con los cólicos.

No estoy preparada para que me crezca la panza y la gente comience a dudar si estoy gorda o en bola.

No estoy preparada para dejar la universidad para dar a luz.

No estoy preparada para las contracciones. Y seguro tampoco mi flaco para tomarle la mano.

No estoy preparada para elegir un nombre que le guste tanto al flaco como a mí.

No estoy preparada para madrugar cuidando al critter si aún tengo que madrugar por exámenes o trabajos.

No estoy preparada para alimentarlo adecuadamente si yo apenas puedo freírme un huevo.

No estoy preparada para pasar de dormir ocho horas a cuatro o ninguna.

No estoy preparada para enseñarle a alguien a gatear, caminar, hablar, usar la basenica si yo aún me orino encima.

No estoy preparada pero tengo que estarlo, porque estoy embarazada.










O al menos en mi sueño lo estaba.

jueves, 27 de marzo de 2014

Púas en el cielo

Este mes ibas a cumplir un año más de vida.

No sé cómo pasó; no sé por qué sucedió. Pero ese día Sonic partió.

Es extraño, triste y desesperante, porque a veces lo extraño tanto que me pongo a llorar. A veces puedo jurar que lo escucho raspando el piso de su casa -ya desarmada- o desperezándose después de despertar. A veces, de noche, miro el reloj y pienso que ya es la hora de comer. O calculo si ya ha despertado mi eterna bola de púas para ponerme a jugar con él.

Luego me cacheteo y vuelvo a la asquerosa y penosa realidad: Sonic se fue y no volverá. No volveré a a bañarlo en el lavamanos ni a sacarlo a pasear. No volveré a despertarlo y hacerlo renegar. No volveré a sobar su pancita más suave que el algodón de azúcar. No volveré a volverme loca de lo bonito que era. No volveré a tenerlo encima de mi panza mientras leo un libro. No volveré a tenerlo.

Pero, aunque suene cursi, desde que se fue espero y seguiré esperando el día en que volvamos a jugar.


















Así es exactamente como me imagino a Sonic ahora

miércoles, 19 de marzo de 2014

Historias de combi

Antes de comenzar en el nuevo trabajo, tomé la decisión de ir en combi a la oficina, para así ahorrar plata y gasolina (siempre he sido bastante un poco roña; qué puedo decir).

No obstante, no puedo decir que me arrepienta de esta decisión, porque realmente es una aventura viajar en combi en Lima.

Todos los días pasa algo: el chibolo se sienta en el asiento reservado y no se levanta cuando sube un anciano o mujer embarazada, por lo que lo comienzan a fastidiar. La señorita con perfecta salud le exige al señor que le ceda el asiento solo porque es mujer; el señor, amablemente, se niega (pobre, está cansado) y la señora de al lado lo comienza a tildar de machista. La señora que está parada se queja con el conductor y cobrador por lo pésimo que el primero maneja y el bullying hacia ellos se extiende por todos los pasajeros.

Pero, aparte de estas y otras anécdotas, existen las que cada uno forma, como, por ejemplo, elegir quién será tu compañero de viaje.

El escenario es el siguiente: alzas el brazo para parar la combi, te fijas desde afuera si hay asientos libres (si puedes darte el lujo, porque sino subes sin importarte lo llena que esté), confirmas que sí, te subes y descubres que hay tres sitios libres en tres asientos de a dos. Sabes que solo cuentas con algunos preciosos segundos para tomar la decisión antes de que el carro se llene por completo, así que te dispones a escanear rápida y prejuiciosamente a tus tres posibles compañeros de viaje y descartas a los que, crees, no te dejarán sentarte cómodamente, te molestarán con ruidos fastidiosos o perturbarán tu paz con cualquier otra acción.

Una vez tomada la decisión, te acercas a tu próximo sitio, pides al otro viajero que te deje pasar (si fuera el caso) y acomodas tu cuerpo en el asiento, pensando que tomaste la decisión correcta y que por fin podrás descansar del largo día que has tenido, pues este viajero parece tranquilo, silencioso y llevable.


Pero te equivocaste: es pedorro.

martes, 25 de febrero de 2014

Mamina y Paparmando


La Mamina lo conoció y se enamoró de él a los 14 años, pero recién a los 16 estuvo con su amado.

Ella dice que fue amor a primera vista. Él dice que nunca había visto a una mujer más hermosa.

Se casaron en 1953 y tuvieron 6 hijos, de los que salieron 6 nietos hasta el momento.

Ahora ella duerme sola y lo extraña. Sus cuartos quedan a menos de 5 metros de distancia, pero lo extraña. Y él, cuando ella no está cerca por más de 5 minutos, comienza a extrañarla también y a llamarla.

Lo primero que hacen al despertar es pensar en el otro. Y lo último que hacen es darse un beso de buenas noches. 

Ella le dice "amor", pero él le dice "Chela". Creo que les gusta que nadie más llame al otro de esa manera, porque sonríen después de decir esas palabras de cariño.

Hace un par de meses fue el cumpleaños del Paparmando. Cuando le dijeron que le querían tomar una foto con su regalo, dijo "Chela, ven rápido". 

Hoy es el cumpleaños de la Mamina y, cuando le pregunté sobre sus regalos, dijo "yo tengo el mejor regalo desde hace años".

Definitivamente, esa es la historia de amor que quiero yo.




miércoles, 19 de febrero de 2014

Poema de miércoles

Conozco esa sensación de cuando te comienza a gustar una nueva persona: la cara se te pone idiota, el cuerpo se convierte en torpe y esa persona se vuelve hermosa (a tus ojos, porque para los demás es un bodrio).

Conoces lo que pasa cuando te ilusionas, te emocionas y te enamoras porque al fin estás con la persona que siempre quisiste: tu príncipe churro y bien dotado o tu princesa churra y, además, inteligente. Por fin piensas que tu vida no es una desgracia y que el mundo es de color rosa.

Conoce cómo se siente cuando la relación termina cuando menos te lo esperas y tú quedas hech@ mierda, pero con las ganas y la ilusión de que pronto solucionarán las cosas y de que todo volverá a ser como antes (ay, si serás ilus@) porque, a pesar de conocer el dicho “donde hubo fuego, cenizas quedan” y también el de “regresar con tu ex es como bañarte y ponerte la misma ropa”, eliges el primero porque eres así: te gusta sufrir y sentir que si una persona fue tuya en el pasado, seguirá siéndolo por largo rato.

Conocemos qué viene después de enterarte de que esa persona solo te estaba ilusionando y de que ahora está en algo con otra o con otro. Conocemos los insultos que soltamos a esos malnacidos ingratos, pero sabemos que eso no nos hará sentir ni una pizca mejor.

Conocen esa emoción de sentir que, después de estar varios meses mal (¿o fueron años?), por fin has vuelto a la normalidad con ganas de estar solter@ y de hacer lo que quieras, pero te recomiendo que de una vez vayas yendo a recoger una aguja para pincharte el globo, porque pronto empezará todo de nuevo.

Conozco, conoces, conocemos ese vacío que, por más que lo intentemos, no se llena con comida. O tal vez con dos pizzas.



* post inspirado en la historia de Gio

miércoles, 8 de enero de 2014

Para el/la niet@ que alguna vez tendré

Lo hice cuando tu madre estaba en mi panza y lo haré contigo también. Antes de que vengas al mundo, mi primer nieto, hay algunas cosas que deberías saber.

  • Serás mi nieto favorito al principio solo por ser el primero, ya que me recordarás mis años de madre primeriza. Luego mi favorito será tu segundo hermano y así sucesivamente. Si alguien te dice que los padres y abuelos no tienen un hijo/nieto favorito, ¡no les creas! Todos tenemos a un tío, primo, amigo, etc. favorito, pero todos, al mismo tiempo, deberíamos experimentar la sensación de ser la persona favorita de alguien.
  • A partir de tu cumpleaños número 13, te daré plata por tu día, así me evitaré gastar mi reducida plata en algo que usarás solo una vez o que iré directo a tu clóset (me las conozco todas, chibol@). Y, para hacerlo más entretenido, te daré la plata como si te estuviera dando droga polvo de la felicidad: en un pequeño sobre y susurrándote al oído (no queremos que los demás se pongan celosos).
  • Jugaré contigo al lonchecito, muñecas y lo que quieras, pero eso sí: si me despiertas de mi siesta, te cerraré las puertas hasta nuevo aviso. ¡Aprende a respetar, mierda!
  • Cada vez que vengas a visitarme, te daré chocolate caliente. Luego te daré sánguches mixtos. Después galletas de chocolate. Seguiré con gelatina y, finalmente, te invitaré Doña Pepa. Y más te vale no negarte a ninguna de mis ofrendas. Si estás llen@, te lo llevas en un taper. ¡Te lo llevas, dije!
  • Tendrás que tener paciencia conmigo pues, cuando llegue el momento, tendrás que repetirme las cosas tres veces en cinco minutos. Además, diré los nombres de todos los santos y siete enanos antes que decir el tuyo. Pero si me preguntas por algo que me pasó hace 50 años, te lo contaré con lujo de detalle. ¿Por qué? Bueno, lo entenderás algún día.
  • Por tu bien y por el mío (y mi sistema nervioso, porque me asustaré y sufriré, así te hayas roto la uña simplemente), espero que le hagas caso a las advertencias que te haré, como “cuidado que te vas a caer”, “abrígate que te vas a resfriar” o “no confíes en es@ amiguit@ tuyo”. Si decides ignorarme, bueno, es tu decisión, pero que conste que será muy divertido que una anciana como yo te saque cachita diciendo “¡te lo dije!”
  • No te pediré que me saques a pasear ni me regales cosas caras. Solo te pido que me vengas a visitar. Cuando alcances mi edad, te darás cuenta de lo mucho que valorarás la compañía de quienes más quieras, a menos que se pongan a hacer sonidos o comentarios estúpidos y sin sentido.

Sin más que decirte (mentira, sí hay más), me despido comentándote que en mí encontrarás una segunda mamá y podrás contar conmigo cuando quieras, pero me avisas con anticipación para que no se me cruce con el bingo, hijit@. ¡No te pases de conchud@!