martes, 23 de abril de 2013

Indirectas reloaded


Los tiempos cambian y, con ellos, las indirectas, sobre todo en la era de la tecnología.

Aquí algunos ejemplos:

  • Estar con el celular mientras hablas con alguien en persona = “Soy un(a) irrespetuos@ de porquería” y/o “no me importa un carajo lo que me estás hablando”
  • Check en chat de Facebook sin respuesta = “Te leí, pero más me interesa la mosca que pasa por mi cabeza”
  • “Leí tu post/tweet del 03/02/12 y me encantó” = “Te stalkeo porque te amo”
  • En Twitter = “Detesto a la chica de mi trabajo que se sienta a mi lado y se ríe como caballo”
  • “¡Hola! J” = “Te amo. Cásate conmigo. Tengamos miles de hijos y vivamos en una galaxia donde no llegue la música de los Wachiturros ni Justin Bieber”
  • “¡Hola, Pancracia! ¡A los años!” = “Te saludaré, te haré recordar que te conozco y luego te pediré un favor”
  • “Hola” = “No quisiera hablarte ni responderte, pero, como estoy aburrid@, lo haré”
  • “Hola…” = “¿Tú otra vez? ¿Ahora qué quieres?”
  • Jajajaja = “Me hiciste el día”
  • Jajaja = “Te ligó una. ¡Buena!”
  • Jaja = “Vamos; sigue. Sé que puedes hacerlo mejor”.
  • Ja = “Por favor, mátate”.
  • El nombre de tu wifi = “Deja de robarte mi red”, “¡paga tu internet”, “tu flaca está aquí mientras tú me robas el wifi”
  • Audífonos puestos = “Estoy en mi burbuja; no me jodas por nada del mundo. Si me los quito, más vale que lo que me vayas a decir sea bueno”.
Ciertamente, decir las cosas en la cara siempre será lo "más adecuado", pero hasta que no nos libremos del síndrome del Chico del Pórtico, no veo por qué estos medios no pueden ser usados. 

martes, 16 de abril de 2013

Verborrea*



Desde hace algunos años, no sé exactamente cuándo, sufro de algo que me gusta llamar “diarrea verbal”.

Este fenómeno hace que diga/haga cosas en los momentos más inesperados, en los lugares menos esperados o a las personas menos adecuadas y sin pensar en las posibles consecuencias, como decirle a un compañero de trabajo (que estaba a punto de usar mi computadora) “¡cuidado con el porno!” en horario laboral y en un volumen de voz para nada desapercibido. O también decirle a mi mamá “gracias por no abortarme” el día de mi cumpleaños o decirle al flaco de mi mejor amiga que parara el carro porque quería mear.

Así como los pedos salen porque ya no los puedes aguantar (o porque, simplemente, no quieres hacerlo), hay cosas que me son muy difíciles de callar, como ustedes comprenderán (y las rimas que me hacen sonar más cojudita de lo normal). No es que quiera malograr el momento con lo que quiero decir o hacer: simplemente es algo que me nace y que no me deja ser si no lo saco de mi ursulino ser (no puedo parar. Lo siento).

Con él no hubo excepción.

Llevábamos poco tiempo, pero lo suficiente para sentir el deseo de decirle lo que sentía. Sin embargo, ese momento no era el correcto. Habíamos pasado un día increíble, lleno de “jijijí-jajajá” y besos por aquí y por allá. Pero como dicen que la felicidad no es eterna, sin darnos cuenta todo se estaba yendo al tacho por una completa sonsera (ahorita recuerdo y me percato que fue sonsera. Obviamente, en ese momento, sentía que la discusión era justa y necesaria). Cansada de la discusión, quería decirle que no valía la pena hablar sobre eso, que era un histérico, que yo estaba cansada, que éramos unos inmaduros, que no estaba para cosas así, que lo mejor era dejarlo como estaba e irnos a dormir.

Lo que salió de mi boca, por el contrario, fue algo completamente diferente.

Así fue la primera vez que le dije “te amo”.




*Gracias, Alexander Altamirano (@sonidodoppler), por el aporte con el título del post