lunes, 27 de agosto de 2012

Los diez nuevos mandamientos

Tu estatura, el tamaño de tus senos o de tu pene, tu voz, tu forma de correr o escribir, tus gustos generales, tus hobbies. Todo cambia. Hasta los diez mandamientos.

1. No joderás, bajo ninguna circunstancia, a una mujer mientras está menstruando. Procurarás engreírla y hacerla sentir querida. Ella luego te lo agradecerá.
2. No prestarás jamás tus libros, ni siquiera a tu mejor amigo(a), ni tampoco devolverás los que te prestan.
3. Utilizarás el baño para mear, cagar, cachar, bañarte, afeitarte, comer y hasta dormir, pero nunca/jamás para tomarte fotos.
4. Te respetarás lo suficiente a ti mismo(a) como para no usar Crocs ni sandalias con medias.
5. Llamarás a tus amigos del alma cuando sientas que tu vida es una mierda y te darás cuenta de que, en realidad, no lo es.
6. Te querrás tanto que entenderás que no debes rogarle a nadie y que debes esperar a alguien que te trate como te lo mereces.
7. Si tienes una cita prometedora, procurarás depilarte la zona sur y las piernas/axilas (si eres mujer). Si no pasa nada no importa, pero si pasa, tu cita te agradecerá internamente por no encontrarse con una jungla de pelos.
8. No tomarás si vas a manejar y, si no quieres tener hijos, te pondrás condón para cachar. El mundo necesita menos irresponsables como tú.
9. Cantarás como si nadie te estuviera escuchando y bailarás como si nadie te estuviera viendo.
10. No te importará lo que digan los demás y harás lo que se te plazca, con tal de que te haga feliz.

martes, 21 de agosto de 2012

Tac tac tac


De pequeña no me molestaba (o quizás no lo notaba), pero, a partir de los 19 años, era lo único en que pensaba: el tac tac tac de mamá.

El tac tac tac era el sonido que hacía el encendedor de mamá antes de prender su adorado vicio: el cigarro.

Adoptó ese gusto gracias a su mamá. Ella también comenzó a fumar desde joven, y recuerdo que ambas, en los viernes de la Mamina, se escabullían de la mesa después de cenar y se iban al jardín a fumar.

No le di importancia hasta que, unos años después, mis papás nos sentaron a mis hermanas y a mí para comunicarnos que el doctor le había dicho a mamá que esa flema que tenía desde hacía meses era por fumar, por lo que debía dejar de hacerlo ya.

Esa noche no lo escuché, pero al día siguiente, y los demás días, estaba ahí, sin cesar. Salía de la ducha y tac tac tac. Leía en mi cuarto y tac tac tac. Hacía trabajos en la cocina y tac tac tac.

Así como el fap fap fap es un estilo de vida para muchas personas, en el caso de mamá era el tac tac tac.

Hubo un tiempo en que intenté que mamá abandonara el tac tac tac, pero entendí que, no importaba si todos le rogáramos para que lo hiciera, porque ella no lo haría si no tenía la voluntad.

Entonces, la realidad me chocó.

Como había formado parte tanto tiempo de su vida, mamá no iba a alejarse nunca del tac tac tac.

miércoles, 15 de agosto de 2012

Inocencia interrumpida


Para la mayoría de hombres no es la gran cosa, pero para las mujeres es un gran evento.

Es como si el lema de ellos fuera “sólo hazlo”; en cambio, nosotras lo analizamos, lo aceptamos, lo procesamos y nos preparamos mental y físicamente durante semanas. Tratamos de comer más saludable para vernos bien (o pasables) ese día especial, afeitamos (casi) todo lo afeitable, elegimos a la persona adecuada, buscamos información sobre el tema para estar preparadas, preguntamos a nuestras amigas cómo les fue a ellas para crear expectativas, etc.

Efectivamente, las mujeres tenemos toda la intención de que nuestra primera vez sea especial. En términos generales, la mía no lo fue.


Era el 2008 y me encontraba en el tono de fin de finales de la Universidad del Pacífico con dos amigas de colegio. Después de bailar con algunos chicos, me sacó a bailar él.

Él era mi primer ex. Habíamos terminado hacía más de un año, pero digamos que aún quedaba harta ceniza de todo el fuego que alguna vez habíamos creado. Después de bailar y toquetear por un buen rato, él dio el primer paso.

“¿Estás lista para tu primera vez? Si es así, ¿te gustaría que fuese conmigo? Piénsalo, Ale. Sería como alguna vez deseamos: tu primera vez conmigo, en tu caso, y la primera vez que siempre quise tener contigo (pero que ya no puedo) en el mío”, me dijo.

Tenía mis dudas. No me convencían las circunstancias, pero de lo que sí estaba segura era de que quería que mi primera vez fuera con él. Al final, esa parte pudo más y acepté.

Como nos encontrábamos en Villa, en un local rodeado prácticamente de cerros, nos demoramos en encontrar el sitio adecuado. Luego de media hora, encontramos uno bueno, bonito y barato (a S/.40 la noche; luego les paso el dato).

Después de acomodarnos, me di cuenta de lo que estaba a punto de ocurrir: iba a perder mi inocencia sin haber comido saludable previamente, sin haber consultado sobre el tema y sin haberme depilado lo depilable (o sea, mi ex estaba a punto de llevarse una peluda sorpresa), pero al menos lo iba a hacer con él, la persona con la que siempre pensé en hacerlo.

Cerré mis ojos y, echada boca arriba, dejé que él me aplastara con su panza e hiciera su trabajo (porque yo estaba más que desubicada).

Al segundo lo paré; mejor dicho, lo puteé. Jamás había sentido tanto dolor en mi vida. Pero era un dolor rico, de esos que no quieres que paren porque sabes que, después de un rato o al final, te va a gustar y piensas que todo habrá valido la pena.

Luego de una hora de masoquismo, de haber intentado sentir placer en todas las posiciones que recordaba de las películas pornográficas, de haber soltado el comentario más estúpido de la vida en estas circunstancias (“tu pene está sangrando”), de manchar las sábanas de rojo como si me hubieran destruido hasta el alma y con mi inocencia interrumpida, me di cuenta de que no, no había valido la pena.

Primera vez especial mis tetas.

jueves, 2 de agosto de 2012

A veces


Eran las tres de la mañana.

Sólo me faltaba cerrar la ventana de Twitter cuando leí su mensaje. “Hola, necesito ayuda”, decía. Invadida por la curiosidad y por mi lado Madre Teresa, le mandé un mensaje directo.

- Todo tiene solución. Trata de calmarte. Deja lo que estás haciendo y respira. No cometas estupideces. Sigue llorando. Eso te va a calmar bastante. Trata de desahogarte lo más que puedas. Grita, llora, patalea, putea.
- Nunca me he sentido así y estoy hablando con una desconocida y desubicada, jaja... No puedo parar de llorar.
- A veces es mejor hablar con alguien que no conoces o lejano a ti porque puede ver las cosas desde otro punto de vista.
- Son las 2.30 y no puedo llamar a mi psicólogo. ¿¿¿Qué hago??? Te juro que me quiero morir.
- ¿Cómo puedo ayudarte?
- No sé. Te vi tuiteando y te hablé. Nunca he sentido tantas ganas de morir como ahora. No puedo parar de llorar.
- Se supone que los psicólogos deben ayudar siempre. ¡Llámalo! ¿No tienes mejor amiga? ¿Hermanas? ¿Tus padres?
- No. Me da roche que me veas así. Son casi las 3... Hombres... Imbéciles... ¡¡¡Aj!!! Ya fue. No sé qué hacer. Me siento la más looser del mundo.

En ese momento borré el mensaje que le estaba escribiendo (en donde le estaba dando mi número de celular para tranquilizarla de manera “más directa”) y analicé la situación.

No conozco a esta chica, no sé cómo se llama y ni siquiera tengo por seguro que es una chica (mandé mi lado Madre Teresa al carajo). ¿Y si es una cuenta de ladrones y me está manipulando para que le dé mi celular y luego me extorsione? ¿Y si averiguan dónde vivo y nos roban todo? ¿Y si me secuestran y salgo en las noticias del día siguiente calata y muerta?

Dejé el drama de lado y me fui al otro extremo. ¿Y si de verdad es una chica que está tan desesperada que literalmente se quiere morir? ¿Cómo puedo no hacer nada? ¿Y si me buscó por alguna razón? No creo en el destino, pero sí en las coincidencias.

- ¡Bah! Los hombres son la peor excusa para llorar. NINGÚN HOMBRE merece tus lágrimas. Eso tienes que tenerlo bien claro. Si uno te hace llorar o sufrir, no vale la pena. Mándalo bien lejos y a seguir con tu vida.
- Pero 7 años después…
- Quizás con más razón, ¿no? 7 años es un culo de tiempo, pero si, con tanto tiempo juntos, te puede hacer tanto daño, entonces no vale la pena.
- Pensé en morir. Te lo juro. Gracias por hablarme. He querido morir. Mañana me levanto... ¡Te juro!
- Sé que suena muy cliché, pero todo va a estar bien y cuando te levantes te sentirás mejor. Al menos una pizca, pero estarás mejor. Desahógate y ve a descansar. ¡No hagas tonterías! Descansa y un fuerte abrazo.
- Gracias... Literalmente me has salvado la vida... Sigo llorando, pero haré caso a tu frase cliché... Mañana será mejor. Te juro que estaba a punto de tirarme por la ventana (mi casa tiene 4 pisos), pero no. Tienes razón. Tan loca no puedo estar. He regresado a la vida real. No moriré. Ya pasó la crisis. Te juro, ya pasó. Iré a dormir.
- Esas cosas son temporales. Cuando la cabeza está caliente, no piensas razonablemente y quieres terminar con todo lo antes posible. Pero luego recapacitas y te das cuenta de que no puedes tirar por la borda toda tu vida por alguien. ¡No vale la pena!
- He tomado dos botellas de vino y no estoy bien, pero estoy escribiendo bien para dos botellas, ¿no? Jaja Ya pasó. Gracias. En serio, gracias.
- Jajaja Sí, estás escribiendo bien. Yo ya zafo a dormir, entonces, en vista de que te sientes mejor. ¡Mañana (más tarde) será otro día! J
- J Igual sigo llorando, pero ya no quiero morir. Gracias. Gracias. Mil veces gracias.
- Eso es lo importante. ¡De nada!
- Mañana prometo llamar a mi psicólogo en cuanto despierte y contarle semejante episodio. Suelo ser normal... Hoy fue la excepción.
- Me parece bien. No te avergüences de tus acciones. Mira que hoy recurriste a una desconocida y te salió bien, ¿no? Ánimo.
- Te juro que no sé cómo agradecerte. Puedes escribir que salvaste una vida, jaja... En serio me salvaste. Gracias.
- Puedes agradecerme saliendo adelante y viviendo tu vida feliz sin dejar que alguien te haga llorar. Descansa.
- No me siento mejor, pero ya estoy tranquila. Ya no lloro y sí, pues, tienes razón: llegar al punto de querer morir por un hombre no vale. He vuelto a la normalidad. Soy un ser racional de nuevo, jaja. Gracias.
- ¡De nada! Me da gusto saberlo.

Le escribí al siguiente día (o sea, cuando desperté) preguntándole cómo había amanecido y cómo se había sentido.

- Me siento rara, muy rara... Mañana iré con unas amigas a un club en Chosica por unos días. Serán días para no pensar. Mi psicólogo está de viaje... No lo veré hasta la otra semana, pero ya estoy bien... O sea, triste, pero ya no loca.
- ¡Qué buena noticia! Pasar tiempo con amigas ahora es lo mejor que puedes hacer porque te distraerás y divertirás un montón.
- Le contaré a mi psicólogo que busqué a una desconocida y no se me ocurrió hablar con un amigo.
- Me cuentas qué te dice tu psicólogo, jaja. Nada de loca, seguro. Simplemente querer el punto de vista de alguien más.
- Ya, te cuento lo que me diga... Me voy a dormir. Me duele la cabeza y mañana me voy a pasear. ¡¡¡Yeiii!!
- Dale. ¡Descansa y diviértete!

Antes de irse, me lo dijo. Ella estaba avergonzada por haber recurrido a una desconocida. Yo estaba agradecida.

A veces, sólo a veces, estás exactamente donde debes estar.