jueves, 1 de diciembre de 2016

De nuevo

Un día me enamoré.

Dejé mi timidez atrás, rompí el muro que me rodeaba, todo mi interior se volvió mariposas, abrí mi corazón y me lancé al vacío pensando “ya qué chucha; veamos qué pasa”.

Un día empezamos a vernos todas las semanas.

Nos preguntábamos cómo había sido nuestro día, nos contábamos las novedades de cada uno, nos encontrábamos saliendo del trabajo, decidíamos en dónde queríamos almorzar y qué sitio queríamos visitar y luego nos agradecíamos mutuamente por el tiempo que habíamos pasado juntos.

Un día comenzamos a planear nuestro futuro.

Pensamos en cómo se llamaría nuestro perro y de qué raza sería, qué nombres nos gustaban para nuestros imaginarios hijos, cuáles serían nuestras costumbres o tradiciones familiares, dónde formaríamos nuestra familia.

Un día lloré de felicidad.

Me sentí completa. Lo miraba y me sentía en casa. Conocí a su familia. Agradecí por tenerlo en mi vida. Sentí que éramos un equipo. El mejor equipo.

Pero un día todo acabó.

Sentí que mi vida se fue en picada. Sufrí de insomnio y de vejiga hiperactiva (juro que esto existe). Lloré hasta más no poder. Pedí ayuda. Volví a pedir ayuda.

Un día todo mejoró.

Decidí que ya había sufrido lo suficiente. Decidí dejarme de huevadas. Me metí a clases de Zumba, me puse las pilas con la tesis, me cambié de trabajo. Fui verano de nuevo.


Un día pensé que todo estaba mejor. Hasta que todo empezó de nuevo.