martes, 24 de septiembre de 2013

Dude, where's my car?

Me dirigía al estacionamiento de la ratonera con tres amigos terminada mi clase a las 10 pm.

Mientras subía las escaleras, ya podía imaginarme llegando a mi casa, saludando a Sonic, comiendo las sobras del almuerzo y marmoteando en la cama.

Alcanzado el último escalón, me disponía a caminar rápidamente hacia mi carro para iniciar el plan, pero Morris no estaba (al menos en el sitio donde, según yo, debía estar).

Aunque sabía que no era posible (o sí, pero sería difícil), velozmente entré en pánico. ¡¿Dónde estaba mi carro?! “¿Segura que lo dejaste aquí?”, me preguntaban mis amigos. “¡Sí! Estoy segura de que lo dejé en el cuarto piso, al lado de la escalera. ¡Y ahora no está!”

Al ver mi cara de desesperación, los cuatro amigos nos dividimos los cinco pisos para buscar a mi hijo, no sin antes avisarle al señorito ubicado que me habían robado. Y cuando ya estaba completamente segura de que alguien se había ido con mi carro, me acerqué a un personal de seguridad. “Señor, dejé mi carro en el cuarto nivel y ahora no está”. El señor, entre desconfiado y sorprendido, llamó a su compañero por radio, quien se acercó a nosotros a los dos minutos. “Señorita, su carro está en el cuarto piso. Suba y ahí le van a explicar”.

“¡¿Explicar qué?! ¡¿Movieron mi carro o qué carajo?!” Acompañada de mi amigo, subí al cuarto piso y ahí estaba mi Morris, detrás de las escaleras, donde a ninguno de nosotros se nos había ocurrido ver.

 - Amor, ya encontré a Morris.
No jo… Acabo de llegar a la universidad. Vine saliendo de mi clase.
Lo siento L
Ya, no te preocupes. Lo bueno es que lo encontraste. Pero cómprate otros lentes, por favor. Tus amigos también.

Ellos necesitan lentes y yo –aparte de mejorar los míos–…yo necesito nacer de nuevo.

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Las Chichis de Peralta

De pequeña me gustaba el entretenimiento y hacer algo para escuchar los futuros aplausos.

Me gustaba, por ejemplo, aprovechar los viernes de la Mamina para cantarle a la familia la última canción enseñada en el nido o en Kindergarten.

Pero también me gustaba bailar, aunque sé que no lo hacía bien (hasta ahora tampoco). Me fascinaba aprovechar un cumpleaños o almuerzo para bailar la canción del momento y personificar al artista.

Eso fue lo que hicimos (mi hermana, mi prima y yo) para el cumpleaños de mi padrino en el '99.

Elegimos una canción que nos encantaba en esa época: La Ciguapa de Chichi Peralta y mamá nos ayudó a armar pelucas parecidas a las de las bailarinas.

El día del cumpleaños, todo estaba listo para nuestra presentación (hasta un discurso, por insistencia de mamá), pero papá nos mencionó que no podíamos salir a bailar si un nombre artístico. Ante nuestra falta de creatividad, papá pensó –según él– en el nombre perfecto: Las Chichis de Peralta.

En ese momento me parecía chistoso el nombre, pero no lo entendía. Hoy lo entiendo perfectamente.


Gracias, papá.





miércoles, 4 de septiembre de 2013

Las bellas también son bestias

Hace dos sábados fui al teatro con el señorito ubicado. Milagrosamente, yo había llegado primero. Mientras lo esperaba en la cafetería excesivamente cara, me encontré con una amiga que conozco desde el colegio y su enamorado.

Ella había comprado un sánguche y lo había pedido para llevar, pero yo, porque no me había dado el cerebro, había pedido el mío para comer ahí, por lo que en ese momento me encontraba parada, conversando y con el plato en la mano.

Me acerqué para dejar el plato y un señor a mi izquierda, de unos casi 60 años, me miró fijamente y me dijo “Hola. Seguro no te acuerdas de mí”.

Cuando estoy nerviosa o traumada me imagino lo peor, debo decir. Por ejemplo, una vez subí al segundo piso de un edificio con el encargado de una empresa que ayudaba a bajar de peso. Como la marca no era conocida y no había gente alrededor,  sentí que al subir recibiría el mismo trato que una extranjera en la película Hostel. Esa vez, sentí que el señor era un pedófilo de Twitter con quien, en algún momento, había entablado una conversación y él lo había entendido como algo más. Sentí que estaba en peligro y que me iban a secuestrar.

Asustada, le regalé mi mejor cara de culo y me alejé de él.

Ya en compañía de mi amiga y de su flaco, les comenté sobre el señor pedófilo. Ella, sorprendida, me preguntó dónde estaba el señor. “Allá, al costado de la caja” le dije. “¿El señor de lentes y con boina?” “¡Sí, ese es el violador!” le contesté.

Marifé, muy seria, me dijo “Cavag, es mi papá”.


Y con esta anécdota doy la bienvenida a una nueva categoría en el blog: las bellas también son bestias.