Sonreír con tan solo escuchar su nombre.
No querer enamorarme y caer rendida a sus pies.
Contar los días o las horas para verlo.
Tener más de 22 años pero sentirme como una quinceañera
enamorada.
No dormir ni un carajo por no poder dejar de pensar en él.
Tener cero ganas o interés por casarme hasta que lo conocí.
Agradecer por cada día que pasé con él.
Llorar con él.
Enorgullecerme de él.
Extrañarlo aun cuando apenas dos horas antes nos habíamos visto.
Saber que estaba cagada (en el buen sentido) cuando cada
despedida se hacía más difícil.
Sentir que su pecho era mi casa.
Envidiarlo por tener pies más bonitos que los míos.
Mirarlo como si fuera arte.
Irme a dormir con una sonrisa en el rostro.
Poder besar la piel más rica del mundo.
Reírme de huevada y media con él.
Quererlo hasta enloquecer.
Cosas que no pensaba que podía sentir y (algunas) cosas que espero volver a sentir. Algún día. Quizás.