Hace exactamente un año que Thiago llegó a nuestras vidas y las hizo un poco más bonitas.
Recuerdo cuando mi hermana nos contó que estaba embarazada. Mis papás, mis hermanas y yo estábamos en la mesa del comedor, terminando de almorzar, cuando Andrea soltó su floro barato diciendo que el día en que ella y Arianna se habían ido al Jockey Plaza le habían comprado un detalle a mi mamá.
Le acercó una caja y, automáticamente, yo (y, voy a asumir, mis papás también) pensé que habían encontrado la joya perfecta para ella, una que vieron y no pudieron resistirse para que la tenga en su colección. Pero enorme fue la sorpresa cuando mi mamá abrió la caja y vimos que lo que había dentro no era ningún collar, pulsera o aretes: eran varias fotos de ecografías acompañadas del mensaje más bonito: "Tengo (...) muchas ganas de conocerlos. Nos vemos en junio 💖".
La emoción que sentimos cada miembro de la familia fue inmensa, y lo más lindo fue cuando caímos en cuenta de que la Mamina iba a ser bisabuela y luego bisabuela por partida doble al enterarnos, dos meses después, de que mi prima también estaba embarazada.
Las semanas pasaban, la panza de Andrea crecía y mis ganas de conocer a mi sobrino ya se hacían insoportables. Faltando poco para llegar a la semana 40, mi paciencia no podía más. ¡¿CÓMO QUE SIGUES EMBARAZADA?! ¿TE ESTÁ PATEANDO? A VEEER. THIAGO, ¿A QUÉ HORA NACES? THIAGO, ¿YA VIENES?
Pero llegó el 8 de junio y fue como si el mundo se hubiera detenido, pero para bien.
Los pájaros cantaron sus más lindas melodías, las personas sonrieron porque sí, los ángeles aplaudieron, la luna bailó con las estrellas, el sol brilló más fuerte, los campos se llenaron de flores.
El día que tú naciste, Thiago, fue el día en que el universo decidió que el mundo no podía seguir existiendo sin ti.