martes, 24 de julio de 2012
Mamita Leti
sábado, 21 de julio de 2012
Andrés
11:00 am. Despiertas, ves la hora y te puteas fugazmente por dormir hasta “tan tarde”, pero, un segundo después, dices “qué chucha. Es sábado y qué rico es dormir”. Volteas, te vuelves a tapar con la sábana y regresas al ronque.
12:30 pm. Vuelves a abrir los ojos y a ver la hora y decides que es momento de levantarte de la cama e interactuar con otros entes humanos. Al mismo tiempo, sin embargo, no quieres que nada ni nadie te joda en todo el día. Hoy te has levantado con el pie izquierdo, al parecer.
01:00 pm. El almuerzo está listo. Antes de embutirte la comida, vas al baño a lavarte las manos y, de paso, mirarte en el espejo. Te observas de pies a cabeza (y viceversa) y te preguntas por qué, por el amor de Dios, pareces un tamal envuelto. Encuentras la respuesta: ayer, en la salida con tus amigas regias, te dio un ataque de ansiedad y pediste entrada, plato de fondo y postre, encima con repetición. Analizas los hechos (incluido lo que ves en el espejo) y decides que, a partir de este momento, harás dieta estricta y ejercicios para verte igual de regia (o más) que tus amigas. Cinco minutos después, te encuentras sirviéndote más arroz y puré, poniéndole kétchup al apanado y repitiendo el procedimiento.
04:00 pm. Más de dos horas después del almuerzo y sigues echada en tu cama como morsa, sin hacer nada. Quieres salir, pero sólo si alguien te baña, te cambia, te lleva y te regresa a tu humilde hogar y si alguien te pasa la voz para hacer algo. Como nadie lo hace, te vas a tragar y luego a roncar.
06:00 pm. Tres personas te dicen para hacer algo más tarde y tú rechazas a las tres personas porque no te sientes bien. Mentira. Te sientes bien; simplemente eres una floja de mierda.
07:00 pm. Ves que la gente ya está viendo en dónde caer más tarde y te preguntas por qué nadie te quiere y/o por qué no tienes amigos de verdad. Lloras. Media hora después, Pepito te habla y te pregunta si quieres ir al cine. Le dices que no, porque tienes que sacar a pasear a tu unicornio. Quieres salir, pero no con Pepito. Como nadie más te habla, lloras de nuevo.
09:00 pm. Ya que no saldrás hoy, te instalas en tu cama con la pijama más holgada y menos sexy que existe, con un kilo de pop corn en la mano y con las películas que cagan tu existencia en la otra (que suelen ser sobre tías solteronas o sobre historias de amor que sólo ocurren en las películas). Después de llorar peor que Magdalena y de tragar como si no existiera el mañana, decides irte a dormir, no sin antes comer ese último pedazo de la torta de chocolate.
Ya en tu cama, agradeces que el día esté a punto de terminar. Pero no cantes victoria. Mañana empezará todo de nuevo.
Más o menos así es como transcurre el primer día de la llegada del tan odiado (y, a veces, amado) Andrés.