martes, 24 de julio de 2012

Mamita Leti


- Ven, hijo. Hoy quiero hablarte de un pariente tuyo cercano.
- ¿De quién, mamá?
- De tu bisabuela paterna, a la que le decíamos Mamita Leti.

“Nació en Trujillo, si no me equivoco. Se juntó con un hombre de la misma provincia, con quien tuvo una hija, Lita. Supongo que, por un tiempo, fueron felices, pero luego su pareja comenzó con los golpes y ella no pudo más: se armó de valor y se fue a vivir a Lima, la capital. Ahí conoció a Vittorio, tu bisabuelo, a quien le decían Nono (no me incluyo porque no llegué a conocerlo, pero estoy segura de que, por lo que contaban tus abuelos, era una de las personas más tiernas que jamás han existido.

Se enamoraron, se casaron y tuvieron dos hijos: Angelo, tu abuelo, y Guido, mi padrino. Los años pasaron y cada uno se fue por su lado: Lita se mudó a EE.UU. con su esposo y sus dos hijos, Guido se fue a Alemania y Angelo se mudó a un departamento con su esposa (tu abuela) a menos de dos cuadras de la casa Cavagnaro. Esto pasó en 1987. Dos años después, nació tu tía Andrea, mi hermana mayor. Y antes de que ella cumpliera un año, le tomaron una foto con el Nono, la que sería su última (en la foto, el Nono sale cargando a Andrea, sonriente. Él está a oscuras, como si le quedaran pocos días de vida, mientras que ella está iluminada. La foto es hermosa, hijito. Ya te la enseñaré luego). Menos de dos semanas después, le dio un ataque al corazón y murió”.

- ¿Y luego qué? ¿Mamá? No llores, mami…
- Ay, hijito, es que a mamá siempre le dolerá no haber conocido a tu bisabuelo… Pero bueno, sigamos con la historia.

“Un año después nací yo y seis años después nació tu otra tía y mi hermana menor, Arianna. Como el departamento nos quedaba muy pequeño y a tu bisabuela le quedaba muy grande la casa, tu abuelo decidió poner el departamento en alquiler y mudarse a la casa de su madre para hacerle compañía.

Durante los siguientes doce años, si mi memoria no me falla, todos nos llevábamos bien. Éramos una familia disfuncional, pero funcionábamos, de alguna manera. Y, de golpe, todo cambió.

Por un lado, tu abuelo y Andrea se distanciaron (ya te contaré, cuando seas más grande, por qué); por el otro, tu bisabuela comenzó a desgastarse ante nuestros ojos, debido a la edad y a la soledad (como ella vivía en el primer piso, pasaba mucho tiempo sola, excepto cuando subía para, mutuamente, hacernos compañía).

Creo que no me equivoco al decir que el 2012 fue su peor año. Se cayó varias veces y su vista empeoró (al igual que su oído). También se olvidaba más seguido de las cosas, se mareaba y se sentía débil al caminar y, lo que más nos chocó, a menudo preguntaba si el Nono ya había llegado del trabajo o si Guido bajaría a almorzar.

Nosotras no la entendíamos a veces y preferíamos mantener nuestra distancia para no estresarnos mutuamente (además que tu bisabuela ha sido una de las personas más difíciles de llevar que he conocido, si no la más difícil), pero no comprendíamos algo (otra cosa por las que tu madre se arrepentirá siempre): tu bisabuela no necesitaba que la entendiéramos; ella sólo necesitaba que estuviéramos ahí, haciéndole compañía.

Y por eso quise hablarte hoy de ella, hijito. Para decirte, repetirte que no siempre vas a estar de acuerdo con tus seres queridos, pero es importante y necesario que estés ahí para ellos, por siempre y para siempre”.

- Te prometo que lo haré, mami.

sábado, 21 de julio de 2012

Andrés


11:00 am. Despiertas, ves la hora y te puteas fugazmente por dormir hasta “tan tarde”, pero, un segundo después, dices “qué chucha. Es sábado y qué rico es dormir”. Volteas, te vuelves a tapar con la sábana y regresas al ronque.

12:30 pm. Vuelves a abrir los ojos y a ver la hora y decides que es momento de levantarte de la cama e interactuar con otros entes humanos. Al mismo tiempo, sin embargo, no quieres que nada ni nadie te joda en todo el día. Hoy te has levantado con el pie izquierdo, al parecer.

01:00 pm. El almuerzo está listo. Antes de embutirte la comida, vas al baño a lavarte las manos y, de paso, mirarte en el espejo. Te observas de pies a cabeza (y viceversa) y te preguntas por qué, por el amor de Dios, pareces un tamal envuelto. Encuentras la respuesta: ayer, en la salida con tus amigas regias, te dio un ataque de ansiedad y pediste entrada, plato de fondo y postre, encima con repetición. Analizas los hechos (incluido lo que ves en el espejo) y decides que, a partir de este momento, harás dieta estricta y ejercicios para verte igual de regia (o más) que tus amigas. Cinco minutos después, te encuentras sirviéndote más arroz y puré, poniéndole kétchup al apanado y repitiendo el procedimiento.

04:00 pm. Más de dos horas después del almuerzo y sigues echada en tu cama como morsa, sin hacer nada. Quieres salir, pero sólo si alguien te baña, te cambia, te lleva y te regresa a tu humilde hogar y si alguien te pasa la voz para hacer algo. Como nadie lo hace, te vas a tragar y luego a roncar.

06:00 pm. Tres personas te dicen para hacer algo más tarde y tú rechazas a las tres personas porque no te sientes bien. Mentira. Te sientes bien; simplemente eres una floja de mierda.

07:00 pm. Ves que la gente ya está viendo en dónde caer más tarde y te preguntas por qué nadie te quiere y/o por qué no tienes amigos de verdad. Lloras. Media hora después, Pepito te habla y te pregunta si quieres ir al cine. Le dices que no, porque tienes que sacar a pasear a tu unicornio. Quieres salir, pero no con Pepito. Como nadie más te habla, lloras de nuevo.

09:00 pm. Ya que no saldrás hoy, te instalas en tu cama con la pijama más holgada y menos sexy que existe, con un kilo de pop corn en la mano y con las películas que cagan tu existencia en la otra (que suelen ser sobre tías solteronas o sobre historias de amor que sólo ocurren en las películas). Después de llorar peor que Magdalena y de tragar como si no existiera el mañana, decides irte a dormir, no sin antes comer ese último pedazo de la torta de chocolate.

Ya en tu cama, agradeces que el día esté a punto de terminar. Pero no cantes victoria. Mañana empezará todo de nuevo.


Más o menos así es como transcurre el primer día de la llegada del tan odiado (y, a veces, amado) Andrés.








jueves, 12 de julio de 2012

Mientras tú me ignoras


Conoces a un(a) chic@ lind@, churr@, divertid@, solter@, inteligente y con buen billete. En pocas palabras, es todo lo que alguna vez deseaste y la persona con la que soñaste cumplir tus fantasías sexuales, tus cursilerías y tus manías.

Y mientras vas planeando mentalmente cuándo se casarán, cuántos hijos tendrán, dónde vivirán y a qué se dedicarán, te das cuenta de que, luego de haber puesto en práctica todo lo que se te pudo haber ocurrido para que caiga en tus redes, sigue habiendo un pequeño problema: te ignora.

Antes de que llames a los bomberos, te ahogues en tus propios mocos y te cortes con la galleta de soda, recuerda que es necesario que no panda el cúnico, porque hay quienes todavía te dan bola.

¿No me crees? A ver si lo haces leyendo la carta siguiente:


- Mientras tú me ignoras, Claro me bombardea el celular con mensajes de texto llenos de publicidad.
- Mientras tú me ignoras, KFC me pregunta si deseo agrandarlo por S/.2.
- Mientras tú me ignoras, un albañil me saborea con la mirada.
- Mientras tú me ignoras, Pizza Hut me ofrece dos pizzas por el precio de una los martes y jueves.
- Mientras tú me ignoras, D'onofrio me da Sin Parar.
- Mientras tú me ignoras, Burger King me pregunta si lo quiero acompañar con un postre.
- Mientras tú me ignoras, Bembos me pregunta si la quiero comer aquí o si la quiero para llevar.
- Mientras tú me ignoras, McDonald’s me hace feliz con sus juguetes.
- Mientras tú me ignoras, RedBull me da alas.
- Mientras tú me ignoras, el sol me calienta.
- Mientras tú me ignoras, Rexona no me abandona.
- Mientras tú me ignoras, Kotex me protege de noche.
- Mientras tú me ignoras, Starbucks me pregunta qué tan caliente lo quiero.
- Mientras tú me ignoras, un perro callejero me sigue a casa.
- Mientras tú me ignoras, la gente de Polvos Rosados/Azules me ofrece su mercadería en todas tallas y colores.
- Mientras tú me ignoras, M&M’s se derrite en mi boca.
- Mientras tú me ignoras, el/la meser@ me dice que tenga cuidado porque está caliente.

Y mientras tú me ignoras, a la larga yo termino por ignorarte también.

Ahora sí se puede ir a comer.