Me dirigía al estacionamiento de
la ratonera con tres amigos terminada mi clase a las 10 pm.
Mientras subía las escaleras, ya
podía imaginarme llegando a mi casa, saludando a Sonic, comiendo las sobras del
almuerzo y marmoteando en la cama.
Alcanzado el último escalón, me
disponía a caminar rápidamente hacia mi carro para iniciar el plan, pero Morris
no estaba (al menos en el sitio donde, según yo, debía estar).
Aunque sabía que no era posible
(o sí, pero sería difícil), velozmente entré en pánico. ¡¿Dónde estaba mi
carro?! “¿Segura que lo dejaste aquí?”, me preguntaban mis amigos. “¡Sí! Estoy
segura de que lo dejé en el cuarto piso, al lado de la escalera. ¡Y ahora no
está!”
Al ver mi cara de desesperación,
los cuatro amigos nos dividimos los cinco pisos para buscar a mi hijo, no sin
antes avisarle al señorito ubicado que me habían robado. Y cuando ya estaba
completamente segura de que alguien se había ido con mi carro, me acerqué a un
personal de seguridad. “Señor, dejé mi carro en el cuarto nivel y ahora no
está”. El señor, entre desconfiado y sorprendido, llamó a su compañero por
radio, quien se acercó a nosotros a los dos minutos. “Señorita, su carro está
en el cuarto piso. Suba y ahí le van a explicar”.
“¡¿Explicar qué?! ¡¿Movieron mi
carro o qué carajo?!” Acompañada de mi amigo, subí al cuarto piso y ahí estaba
mi Morris, detrás de las escaleras, donde a ninguno de nosotros se nos había
ocurrido ver.
- Amor, ya encontré a Morris.
- No jo… Acabo de llegar a la universidad. Vine saliendo de mi clase.
- Lo siento L
- Ya, no te preocupes. Lo bueno es que lo encontraste. Pero cómprate otros lentes, por favor. Tus amigos también.
- Amor, ya encontré a Morris.
- No jo… Acabo de llegar a la universidad. Vine saliendo de mi clase.
- Lo siento L
- Ya, no te preocupes. Lo bueno es que lo encontraste. Pero cómprate otros lentes, por favor. Tus amigos también.
Ellos necesitan lentes y yo
–aparte de mejorar los míos–…yo necesito nacer de nuevo.