Hasta hace no mucho, yo era de las personas a las que les costaba mucho decir que no.
Hacía cosas por compromiso, pensaba más en los demás, accedía a hacer cosas que no quería. Pero ya no más.
No sé qué pasó entre finales del 2017 e inicios del 2018 porque decir que no ya no me es complicado.
NO.
No quiero aceptarte en Facebook porque no somos amigos.
No me provoca ver a la gente de la chamba saliendo del trabajo.
No quiero donar (no ahora).
No quiero responder tu encuesta.
No quiero ir a ese sitio solo por cumplir.
No quiero jalarte hasta tu casa.
No quiero responder tu encuesta.
No quiero ir a ese sitio solo por cumplir.
No quiero jalarte hasta tu casa.
No quiero seguir trabajando para alguien más.
No quiero que me insistas para que me tome una chela.
No quiero prestarte plata porque sé que luego tendré que insistirte para que me la devuelvas.
No quiero sacar una nueva tarjeta ni afiliarme a tu seguro.
No quiero escucharte por dos horas.
No tengo ganas de ir.
No tengo ganas de ir.
No quiero. No.