Conocí a un chico en la segunda mitad del 2018 y desde el primer momento tuvimos química, sobre todo física.
El primer día que lo vi almorzamos. Él soltó un comentario desubicado y yo estuve a punto de pararme y dejarlo plantado, pero no lo hice. Sabía que valía la pena. Es decir, que él valía la pena.
Los meses pasaban y nos hacíamos más cercanos. Éramos dos amigos que se contaban cosas, tenían sexo de vez en cuando, bromeábamos entre nosotros y nunca faltaba un "te quiero" en nuestras conversaciones.
Un día de febrero me armé de valor y le dije que estaba sintiendo cosas por él. Aunque no recibí el comentario de vuelta, él lo tomó bien. Nada se arruinó.
Luego de eso, él salió con un par de chicas, pero no prosperaron. Yo fui ganando terreno. Nos hicimos más cercanos.
Un día él me dijo "te quiero más que antes, mucho más". Y yo me elevé por los aires.
Sin darme cuenta, comencé a llamarlo "mi chico guapo" y yo sabía que estaba cagada porque no había podido soltarlo a tiempo, pero no me importaba. Yo estaba feliz con mi chico de buen corazón, trabajador, a veces vulnerable, otras veces tierno y dulce, con una mente súper sexy, apasionado, inteligente, con buen sentido del humor.
No podría hablar por él; solo sé que yo estaba en las nubes por tener a mi chico guapo a mi lado.
Pero mi chico guapo no llegó a ser mi chico porque nunca pudo verme como yo lo hacía.