lunes, 25 de marzo de 2013

Te extraño

Se suponía que sería un día normal.

Como todos los días, mis papás, hermana mayor y yo nos despertamos, bañamos, cambiamos, tomamos desayuno y cada uno hizo lo suyo: papá se fue al trabajo, mamá regresó a la cama a ver televisión, mi hermana mayor se fue a la oficina y yo me quedé en casa haciendo tiempo para ir a chambear.

Supusimos que mi abuela también había seguido su rutina mañanera, pero la realidad era que la Mamita Leti, durante su siesta, no volvería a despertar nunca más.

Ya han pasado casi dos meses y la sigo extrañando como si fuera la primera vez.

Extraño cuando subía las escaleras silbando y diciéndonos “chiquitas pechochas”. Extraño cuando cantaba todas las canciones con un “lalala”. Extraño cuando decía que no podía comer cierta cosa porque el doctor se lo había prohibido y luego decía “bueno, a penitas”. Extraño sus diferentes tintes y cortes de cabello. Extraño sus joyas, su piel, sus arrugas, su amor, su ternura. Extraño su delicioso pastel de brócoli y sus ravioles comprados. Extraño sus periódicos chichas. Extraño sus intentos de adivinar el mensaje escondido de La ruleta de la suerte. Extraño el ruido de su dentadura al masticar. Extraño su ropa clásica. Extraño sus historias sobre el Nono y la tía Lita. Extraño su reacción cuando llegaba mi tío de Alemania. Extraño sus chismes de familia. Extraño su locura y su rareza. Extraño todo de ella.

La extraño y no la extraño al mismo tiempo, porque me la imagino feliz y tranquila, sentada en una nube muy blanca, jugando al Bingo con el Nono, la tía Lita, su hermano y demás familiares, esperándonos a todos en nuestro momento, nuestro debido momento.

No sé si alguna vez se lo dije, pero se lo diré ahora y se lo diré por siempre: te quiero infinitamente y te extrañaré eternamente, Mamita Leti.





viernes, 1 de marzo de 2013

Imagino

De vez en cuando, sobre todo en las madrugadas pelotudas, me imagino cómo seré en el futuro, especialmente cuando sea una pasa andante.

Me imagino viendo fotos de los conciertos y fiestas a las que fui.
Me imagino escuchando o tarareando las canciones que estaban de moda en mi época.
Me imagino inmortalizando a las personas que marcaron mi vida y que ahora ya no están.
Me imagino no entendiendo a los jóvenes y su nueva jerga.
Me imagino haciendo memoria al proceso de búsqueda de mi identidad personal.
Me imagino el miedo que tuve cuando estaba a punto de acabar el colegio.
Me imagino con mis amigas del colegio yendo a tomar té con galletas.
Me imagino sintiendo mis manos llenas de arrugas.
Me imagino tocando mi cara de pasa y recordando las burlas por el acné.
Me imagino descifrando qué carrera iba a estudiar.
Me imagino recordando las parejas que tuve y las veces en que sentí el corazón roto.
Me imagino desconociendo las nuevas tecnologías.
Me imagino yendo al Bingo y ganar sonsera y media.
Me imagino cagándola una y otra vez.
Me imagino las peleas que tuve con mis papás por mi supuesta rebeldía.
Me imagino las amanecidas que tuve, los jalados que recibí, las puteadas mentales que lancé a los profesores y a la universidad.
Me imagino la época en la que no necesitaba ayuda para moverme.
Me imagino viendo mi piel y recordarla bronceada por las veces en que fui a la playa a pesar de detestarla.
Me imagino el día en que descubrí la masturbación, la menstruación, las drogas, el sexo (y el Rock&Roll).
Me imagino viendo mi diploma de graduada y recordando lo mucho que me costó conseguirlo.
Me imagino peinando mi pelo antes castaño oscuro y ahora canoso.
Me imagino recordando mis cicatrices por las estupideces que cometí.
Me imagino cuando recién estaba descubriendo el mundo.

Me imagino viendo al flaco (posiblemente gordo en un futuro) y decirle “¿viste que la adolescencia es una de las mejores épocas de nuestras vidas?”