Por cosas de la vida, me ofrecieron chamba como redactora de crónicas en una revista cultural gracias a mi blog. Por supuesto, acepté en seguida (yo haría esta chamba gratis, pero que te paguen por hacer lo que te apasiona es uno de los mayores placeres de la vida).
El día en que me reuní por primera vez con la gente de la revista, ellos ya tenían la primera actividad para mí: tomar una clase de surf con un instructor de la academia Tablas para Cristo y luego redactar la crónica promocionando la academia de dicho deporte.
Cuando Jimena, la chica que me contactó, terminó de hablar, sólo atiné a sonreírle a todos los presentes y a contestar que estaba más que dispuesta a hacerlo. Pero había tres “pequeños” detalles de los que me percaté al regresar a mi casa: 1) no sé nadar, 2) no me gusta la playa y 3) sin lentes soy inservible. Sin embargo, mandé a la mierda todo eso y me dije a mí misma, mismo meme, “reto aceptado” (ya sé que en castellano suena horrible, pero no me gusta usar spanglish).
Una semana después, el gran día había llegado. Me desperté a las 9 am, desayuné, me cambié, preparé mis cosas y me despedí de mi madre con un beso en su mejilla izquierda. La reacción de ella fue “no te olvides, hijita, de decirle al instructor que no sabes nadar y que no te pueden alejar mucho de la orilla. ¡No te vayas a ahogar!” Gracias, madre, por ponerme más nerviosa de lo que ya estaba, por tener confianza en mí y por subirme la moral. Eres un primor.
Casi 20 minutos después, me encontraba en el taxi con Jimena y Beto camino a la playa para encontrarnos con Piero Chiappe, el instructor de surf. Luego de media hora –porque nos demoramos la vida en encontrar la playa Sombrillas, porque esperamos a que Piero terminara con su anterior clase y porque ayudé a Jime con la difícil tarea de ponerse un wetsuit por primera vez (del cual puso la parte del brazo en su pierna)– y terminado el calentamiento, ya estaba “lista” para entrar al agua después de meses.
Cogí la tabla y me acerqué a la orilla. Apenas lo hice, sentí un enredo de algas, piedras que me lastimaban los pies y desperdicios a mi alrededor, y recordé que precisamente por esos motivos (y porque no me gusta terminar con arena en todos los orificios de mi cuerpo) es que no voy a la playa.
Caballero nomás, seguí avanzando torpemente (y me di cuenta de que hasta un perro nada mejor que yo) hasta llegar a la altura de donde estaba Piero –demorándome el triple de lo que se había demorado él–, quien me dijo “ya, Ale, hoy te voy a enseñar a avanzar, retroceder y girar en la tabla estando echada y sentada y luego, con suerte, a pararte en la tabla. ¿Estás lista?” “No, coño, quiero irme a mi ca—Sí, empecemos”, respondí muerta de miedo, pero con ganas de dominar la tabla.
Después de media hora y de infinitos (pero silenciosos) “Piero, estoy cansada”, “Piero, no tengo aire”, “Piero, regresemos a la orilla”, decidí que esa pinche tabla no me iba a vencer, así que me aguanté el dolor en mis brazos y perseveré (imaginando que la tabla era el flaco al que le tengo ganas).
Luego de otra media hora, la clase había llegado a su fin con una Alessandra con músculos adoloridos, pantorrillas quemadas, litros de agua en los pulmones y los ojos rojos por la sal, pero satisfecha consigo misma por haber tenido una clase de surf sin saber nadar y no haberse ahogado en el intento.
¿Cómo? A continuación, cuatro tips esenciales para aquellas personas que cuenten con mi situación:
- Hacer calentamiento por 5 minutos antes de entrar al agua –sus músculos se lo agradecerán luego.
- Agarrarse de la tabla (o del instructor) apenas caigan de esta y esperar a recuperar el aire antes de volver a subir.
- Mover las piernas desenfrenadamente –eso hará que no desaparezcan bajo el agua.
- No desesperarse y disfrutar de la experiencia.
Así fui vestida a mi clase de surf: como DT de equipo de fútbol de menores de segunda división |
No se nadar, asi que mejor no tomo esas clases.
ResponderEliminarsaludos
Yo no se si odio el mar pero prefiero los rios, me parece muy sobrecogedor mirar hacia el mar, lo mismo surf si aprenderia. Solo para decir se surfear y vos no(?
ResponderEliminar@pocofre ¡Yo tampoco y me fue bien! Ojalá te animes.
ResponderEliminar@Coraline Yo prefiero las piscinas :D Ahora puedo agregar y tachar tomar una clase de surf de mi lista de ''cosas que hacer antes de morir'' :P
Jajajaaja!! Leer tus post siempre son demasiado graciosos, debo confesar que a mi tampoco me gusta mucho la Playa y precisamente es por la Arena, mi hermana en cambio la adora ... quemarse el sol el bronceador y en fin! ... Te imagino y créeme que yo nunca haría Surf! Y felicidades!! por tu ingreso a la revista Cultural!! :)
ResponderEliminar@Gala-Cupcake Gracias :) Creo que sólo cuando estoy de excelente humor soy capaz de embarrarme de arena sin importarme, pero eso pasa una vez a las quinientas :P ¡No pierdes nada haciéndolo! Al contrario, ganas una experiencia ;) Gracias de nuevo :D
ResponderEliminarPareces un heladero :P
ResponderEliminar@Fiorella Jajaja Lo sé :(
ResponderEliminarAmiga, ¿tienes sin parar? jajajajaja
ResponderEliminarJajajaja De todos los sabores :D
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