viernes, 28 de octubre de 2011

Tres cosas que nunca le conté a nadie...hasta ahora


1) Cuando estaba en primaria, recuerdo haber ido con mi salón a un asilo para hacer labor social. Recuerdo que me dieron ganas de ir al baño, pero me resistí porque estaba animando a una abuelita con no recuerdo qué. Cuando me animé a interrumpir mi trabajo de claun y correr para descargar mi vejiga, me di cuenta de que el único baño disponible para nosotras estaba ocupado y que afuera había una cola de no menos de cinco personas. Cuando por fin me tocó a mí, empujé a la chica que salía del baño para darme pase, entré y me desabroché el botón del jean, pero ya era tarde: por primera vez en mi vida –sin contar cuando era critter, claro–, me había orinado encima (para colmo, el pantalón que tenía puesto ese día era de tono claro). Muerta de la vergüenza y presa del pánico, me quedé en el baño por varios minutos, aterrada por la reacción burlona que recibiría de mis compañeras. Cuando finalmente me armé de valor, abrí la puerta y dije, con la mayor convicción del planeta, “me resbalé” (el piso estaba empapado). Obviamente, ni los ancianos del asilo me creyeron.

2) Recuerdo que era un 14 de febrero y que me iba a encontrar con mis amigas de colegio en Pasquale, a una cuadra del Óvalo Gutiérrez, donde está el Cineplanet Alcázar. Como aún no tenía brevete ni pánico a las combis y similares, subí a un micro para llegar a mi destino, el mismo que tenía escrito en una de sus puertas “Alcázar”. Me pareció extraño que pusieran ese nombre como si el cine fuera el establecimiento más destacado del óvalo, pero lo relacioné con el Jockey Plaza o Larcomar (porque las coasters tienen escrito el nombre de este centro comercial en sus puertas) y pensé que mi lógica estaba bien (no traten de entender lo que hice ese día. Yo, hasta ahora, no entiendo). De más está decir que había cometido una reverenda estupidez, pues ese día terminé en una dimensión desconocida, a kilómetros de mi casa, rodeada de hombres que me violaban con la mirada y me ofrecían rosas rojas y sin ver a mis amigas. Definitivamente, el 14 de febrero más triste de mi vida.

3) Hace dos veranos, mi papá me inscribió en el gimnasio como regalo de Navidad y para eliminar los odiosos rollos (cosa que no tuvo éxito). Como nunca he sido fan de caminar sola (y, peor aún, en verano) y pensé que sería una floja de mierda al tomar taxi para ir al gimnasio que está a menos de 20 minutos de mi casa, le pedí prestada la bicicleta a la única persona que conozco de “mi barrio”: una chica de mi promoción de colegio. Verde y oxidada (la bicicleta), la recibí encantada. La monté y, aguantándome el dolor que le causaba el asiento a mi cuchi (entiéndase como «vagina»), me dirigí al gimnasio. Dos horas después, ya estaba regresando a casa. Y justo cuando me había acostumbrado al masoquismo, justo cuando me detuve en el semáforo rojo y justo cuando estaba a tan sólo dos cuadras de mi casa, la bicicleta se rompió el timón se separó del resto del cuerpo; algo raro de explicar, pero encontré este gif para que se hagan una idea: http://24.media.tumblr.com/tumblr_lx53r60RCf1r3gb3zo1_400.gif

Como dicen por ahí, "trágame tierra".

18 comentarios:

  1. jajajajaja mentira el que diga que nunca se ha perdido en un transporte colectivo jajaja muy bueno esto :D

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  2. se rompió de la nada? JAJAJAJAJA qué rica vida :)

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  3. ._. algo parecido me ocurrio a mi , me moje los pantalones

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  4. Yo tb pensaba q los micors q dicen "Alcazar" te llevan al óvalo Gutierrez :S...

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  5. @iO No sé qué rayos pasó que, de la nada, el maldito timón se salió!!!

    @Anónimo Jajaja Cuéntame :D

    @Cristina ¡¿En serio?! Me alegra no haber sido la única :3

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  6. Te cuento una historia para que diviertas. Duró muchas horas así que lee con paciencia. Una mañana salí de mi casa muy apurada en mi escarabajo verde destartalado para entregar un trabajo, de esos que son para ayer. Como vivo en Surco, tomé la vía más rápida para llegar a Magdalena: el Circuito de Playas. Poco antes de la subida a la Av. del Ejército la llanta del auto se reventó. Para variar no tenía gata ni llanta de repuesto. Opté por solucionar el problema más tarde, deje el carro abandonado y tomé un taxi para entregar el trabajo.
    De ahí, conseguí otro taxi y le pedí que me llevara hasta la Av. Tomás Marsano, donde queda el único lugar que conozco que vende llantas (la que yo tenía era irreparable). Convencí a uno de los empleados de subir a otro taxi conmigo para ir al Circuito de Playas, sacar la llanta, llevarla a la tienda y poner en el aro la llanta nueva. Después regresaríamos al Circuito de Playas con la llanta lista para que la colocara. Buena gente el llantero. Después de estas idas y venidas, ¡el carro tenía llanta nueva! El llantero y yo nos subimos al carro para que yo lo regresara a su trabajo, pero unos metros después el VW se detuvo: se malogró, no había forma de hacerlo caminar. El llantero sólo sabía de llantas, así que nueva mi misión era encontrar un mecánico. Mientras esperaba que un taxi pasara por allí me puse a conversar con un muchacho tablista, que tiraba dedo para llegar a su casa. Era estudiante de medicina y debía recoger el mandil que su mamá le había planchado antes de ir al hospital.
    La espera no fue tan larga. Mientras el llantero, el tablista y yo conversábamos ¡apareció un mecánico con su ayudante! Increíble, ¿no? Después me explicaron que no existen estas bellas casualidades, y que lo más probable es que ese mismo mecánico le hubiera metido mano al carro. Debe de ser así, porque en un minuto ya había resuelto el problema: justo llevaba con él la pieza que le faltaba al auto para funcionar. Había un problemita más, pero pequeño: a esas alturas, yo ya no tenía efectivo pagar sus “amables” servicios al mecánico.
    Mi carro ya andaba, así que lo único que tenía que hacer era buscar un cajero. Yo de chofer, treparon como pasajeros el llantero, el mecánico, su ayudante y el estudiante de medicina que me pidió que lo jalara. Un poco apretados pero el Volkswagen es el auto del pueblo, así que cabe mucha gente. Para mala suerte el BCP no tenía sistema, así que pasamos una hora por lo menos parando en mil cajeros y nada. Mientras tanto, el estudiante de medicina se quejaba de que, por mi culpa, no llegaría a tiempo al hospital. El llantero se impacientaba cada vez más porque había dejado la tienda sin permiso de su jefe. El mecánico y su ayudante, mudos; y yo aguantándome la risa porque no entendía cómo había llegado a esta situación de transportar casi sin rumbo a cuatro hombres desconocidos en mi carcochita.
    Finalmente, a dos cuadras de mi casa, encontré un cajero que funcionaba. Le pagué al mecánico lo que le debía más el taxi que los devolvería a él y a su ayudante al circuito de playas. Aunque no lo creas, ¡el estudiante de medicina se fue con él para volver a tirar dedo desde donde yo lo había recogido! Al llantero, que estaba al borde del colapso, lo llevé yo. Fin de la historia. ¿A veces pasan cosas así?
    Alejandra

    28 de octubre de 2011 21:16

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  7. Me he reído como nunca con lo de la bicicleta.
    Alegraste mi dia.
    Gracias :)

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  8. @Alejandra Jajaja No puedo creerlo. Qué alucinante historia! Toda una anécdota. Y qué cólera el surfista. Encima que lo estabas jalando, el señorito se queja porque iba a llegar tarde y luego regresa al sitio donde estaba. Tremendo huevonazo! Creo que la vida, a veces, te pone obstáculos que parecen imposibles a primera vista, pero, al final, se resuelven de la manera más fácil posible.

    @Anna ¡Gracias a ti por leer! :D

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  9. O al revés? La vida te pone obstáculos que parecen fáciles a primera vista, pero que se resuelven de la manera más imposible, jajaja

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  10. Me gusto mucho, la segunda historia, algo similar me paso a mi en 2 oportunidades, pero fue por quedarme dormido. Ten un lindo fin de semana.

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  11. La segunda historia es muy divertida y me siento identificado en cierta manera, a mi me paso hasta en 2 oportunidades. Saludos y lindo fin de semana.

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  12. @LuisFe ¡Gracias! :D Te acabo de preguntar en Twitter sobre tus experiencias :P Saludos y buen fin de semana!

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  13. Año 97 o 98, Vanessa, una amiga de mi facultad, hizo una fiesta-cumpleaños, vivia en Chorrillos, yo en Pueblo Libre, opte por quedarme en su casa. Tome, baile, a hora 4am con algunos amigos nos quedamos en su sala con ella. A las 6 safamos para el paradero, los chicos/as se quitaron por otro lado, yo me tome una couster que iba por la Bolivar. Iba pensando y en alerta porque estaba empezando a sucumbir del cansancio. Hasta que en algun punto de la arequipa, plum.. me quede privado total. Si en la pelicula Inception habian llegado al nivel 5, yo estaba en el nivel 10 ¿creo?. Me levantaron a la fuerza y estaba ¿sabes donde? en el Kilometro 22 camino a Canta creo, en donde las lineas de la pista se convierten en puntos suspensivos... lejazos lejazos.. y eran 10am. Pucha, baje y veia cerritos con casitas de estera. Osea me asuste bien feo, opte por cruzar la carretera y tomarme el bus de retorno. No me retorne en el que iba porque ya se iban a dormir, ¡alucina!.

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  14. @LuisFe Jajajaja Ala, mierda! Yo entro en pánico se me pasa alguna vez eso. Nunca me pasó, felizmente, pero hay que tener mucho cuidado con dormirse en la combi! Puedes terminar en una dimensión desconocida :P

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  15. Más de 1 mes que guarde tu blog en favoritos por no tener tiempo de leerlo, no recuerdo dónde o quién me lo sugirió pero fue buena sugerencia.
    A manera de retribuir tu tiempo dejo mi día de susto.
    Soy de Huánuco vine para estudiar la secundaria, tenía 13 años, vivía en el Callao, mi tío llegó del interior, él no sabía cómo llegar a mí por lo que sugirió encontrarnos cerca de la agencia con la que regresaría, para esto supuestamente yo conocía todo el centro de Lima en fin no recuerdo como pero mi prima de 11 años me acompaña teníamos 2 modos de llegar al centro de Lima uno era un bus de color rojo azul y blanco pasaba por Abancay, el otro de rojo y blanco que pasaba por Grau, tomamos el bus azul con rojo y blanco que nos deja en Abancay, nos encontramos con mi tío, conversamos, comimos y luego lo embarcamos para que se regrese, nosotros de la misma manera tomaríamos el bus azul con rojo de regreso para el Callao, en esa época no existía la vía expresa Grau (estaba presente la Carpa Grau y toda la parte fea que existía por esa zona) así que algunos carros entraban de Abancay a Grau, como dije pasaban don líneas que nos podían llevar hacia el callao así que decidí esperar en el cruce de ambas avenidas para poder tomar cualquiera de ellas, en eso veo un bus de los colores azul, rojo y blanco, felices lo tomamos ya a eso de 10 minutos veo que no era la misma ruta entonces pregunto al cobrador si va para el Callao y me dice que no, que se dirige para otro lugar, asustados nos bajamos y como no sabíamos cómo regresar, teníamos que parar taxi, está un taxi a punto de parar nos ve que somos niños, nos hace señal con la mano de no y sigue su camino, mi prima se asusta a tal extremo de llorar y pedir por su mama un taxista se detiene subimos y le decimos lo que nos sucedió y que nos lleve al Callao para más exactitud a Gambeta con Santa Anita a lo que él se asusta y nos dice no, que no puede y que le queda poco de gasolina, de buena gente nos deja por Grau para que podamos tomar nuestro Bus, mi prima se calmó, tomamos el Bus adecuado y llegamos sanos y salvos.

    Ya con el tiempo me entero que Gambeta está en el CALLAO y que SANTA ANITA no es una urbanización como Gambeta y que estaba a uff muchos Kilómetros de distancia, mi error fue por guiarme en los letreros de los Buses de color Rojo y Blanco que decía Callao Santa Anita, ya entendí por qué el taxista se asustó con mis referencias para llegar a casa, estando en casita llegue a la conclusión que tome un bus azul con rojo que pasaba por Grau pero entraba desde Abancay, cuando lo que debía de tomar era el azul con rojo que no entraba por Grau sino que se dirigía por la plaza Manco Capac.

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  16. @AMB Gracias por leer mi blog :D

    Qué tal experiencia! Tu tío debió haber ido por ustedes. Eran muy pequeños y muy peligroso. Algo malo puedo haberles pasado u_u

    Pero, bueno, felizmente llegaron sanos y salvos.

    Y de estas experiencias uno siempre aprende, por más que hayan sido horrorosas!

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