Se acabó el uso de la cartuchera llena de útiles y de
escuchar a los inútiles preguntando si tengo lapiceros.
Se acabaron las amanecidas de tesis y crisis.
Se acabaron las clases cojudas de las 7 am y de los
profesores somníferos.
Se acabaron los grupos en donde solo 1 persona de 5 trabaja.
Se acabaron los plages y los trabajos/exposiciones
improvisadas.
Se acabaron las épocas en que “debo” agregar a gente a
Facebook porque los veré el resto del ciclo.
Se acabó el malabarismo entre las clases y el trabajo.
Se acabó el sufrimiento de mi papá por pagarme la pensión
que sube cada año.
Se acabaron los gileos a los profesores para que suban la
nota.
Se acabaron las visitas a la biblioteca.
Se acabó la sensación de sentirme la más vieja de los
salones (aunque todos tenían mi edad en el último ciclo).
Se acabaron las preguntas cojudas como “¿puedo escribir con
lapicero negro?” o “profe, ¿puedo responder en desorden?”
Se acabaron las vueltas en el estacionamiento para no irme
hasta el quinto piso.
Se acabó la vida universitaria, pero comienza el resto de mi
vida.
Cuando sentí que no daba más y que quería darme por vencida,
me dije a mí misma: «Algún día diré que no fue fácil, pero lo logré».
Algún día es hoy.
Desubicada graduada.