Haciendo caso omiso a las recomendaciones de AR (sí, tú, Rodrigo) y a las de algunos tuiteros, mando un mail a Starbucks, Chili’s y Friday’s con la carta de posible salvación a mi vida (para los que se perdieron la carta, esta era, básicamente, una súplica a estas empresas para que me acojan en sus establecimientos). Y, milagrosamente, recibo la respuesta del tercero al día siguiente con este mensaje:
Hola, Alessandra. Recibimos tu correo y, pues, debo decir que nunca habíamos recibido uno así. Nosotros solemos descargar los CV desde la web para que sean evaluados y luego convocamos a los candidatos para una entrevista. Sin embargo, haremos una excepción contigo. Preséntate mañana a las 10 am en el Friday’s del Óvalo Gutiérrez con tu CV impreso. Si a esa hora te es imposible venir, puedes hacerlo a las 4 pm. Pregunta por Bárbara. Te esperamos.
Sin creerlo a primera vista, vuelvo a leer el mensaje una, dos, tres veces más hasta que las palabras cobran vida en mi mente. ¿De verdad tengo una entrevista de trabajo mañana? ¿Y en Friday’s, aquel sitio que siempre me ha llamado la atención? “Sí, Cavag, créetelo de una vez”, me responde Ximena.
23 de setiembre del 2010. Salgo de mi examen de Instrumentos para la Gestión –el cual hice pésimo por estar más preocupada por la entrevista que por aprobarlo–, converso un rato con Adrián (quien prácticamente me putea por querer ir con polo, leggins y botas negras, casaca de jean y chalina verde), regreso a mi casa, almuerzo, hago tiempo, imprimo mi triste CV, salgo de mi casa a las 14:30, siendo mi entrevista a las 4 (más vale prevenir que lamentar, ¿no?), y llego al Óvalo Gutiérrez a las 15:20. Falta todavía un buen rato, pero estoy tan nerviosa que termino yendo al baño de Wong no tres, no cuatro, sino cinco veces (sí, las conté). A las 15:50 entro al local de Friday’s. Lo contemplo, me persigno internamente, me acerco a los meseros reunidos cerca del bar y pregunto por (Doña) Bárbara.
- ¿Para qué la buscas? ¿Familiar? ¿Reservación? ¿Consulta? ¿Entrevista?
- Entrevista.
- Ah, ok. ¿Ya llenaste la hoja de solicitud?
- No, aún no.
- ¿Cómo es que estás acá, entonces?
- Le mandé un mail a Bárbara y me citó hoy a las 16:00.
- Manya. Todo lo que tuve que esperar yo para que me llamen y a ti te liga con un correo. En fin, iré a llamarla. Si gustas puedes tomar asiento. Ah, y llena esto, por favor.
- Ok, gracias.
Me dirijo a la mesa más cercana, acomodo bien mi potasio y me dispongo a llenar la hoja de solicitud que me acaban de entregar hasta que me topo con la peor sorpresa del mundo (para mí): la carencia de tildes en TODA la hoja de solicitud. ¿¿¿Acaso esta gente no sabe que existen las tildes??? ¡¡¡Me suicido!!! Como sea, trato de mantener la compostura hasta "olvidar" aquel inconveniente. Y todo bacán hasta que llego a dos incógnitas que me alteran el sistema nervioso: estatura y peso. “Chucha –pienso–, soy chata y con kilos de más. Si pongo mis medidas reales, ¿querrán todavía contratarme?” Como no quiero ahondar en esas interrogantes, desubicándome, y haciéndome la loca, dejo ambas preguntas en blanco, termino de llenar la solicitud y espero a que algún ente humano vuelva a acercarse a mí.
Y como nadie se digna a aparecerse durante los próximos 10 minutos, y porque no han prendido el televisor, no he traído mi MP3 (sí, sigo usando MP3) y he olvidado mi Nextel en casa, saco mi agenda y comienzo a escribir esto. Después de unos minutos, a eso de las 16:20, veo acercarse a mi mesa uno de los bartenders con hoja y lapicero en mano. Es joven, simpático y tienes el permiso de tu flaco para gileártelo. ¡Aplica, Alessandra! De manera que le sonrío de oreja a oreja, a pesar de que hable huevada y media y suelte lisuras cada dos palabras, busco identificarme con él y le hago saber que soy perfecta para el ambiente de Friday’s. Después de unos fugaces 15 minutos, Diego (casualmente, tocayo de mi flaco) da por concluida la “entrevista”.
- Bueno, Ale, eso es todo. Sería paja que trabajes aquí. Me parece que encajarías bastante bien. En fin, hoy mismo hablaré con Bárbara. Te llamaremos.
- Gracias. A mí también me gustaría, Diego. Hasta pronto.
Nos despedimos, hago una última recorrida visual al local, doy media vuelta, camino hacia la puerta, obvio el aviso que dice «caution, wet floor» más los pequeños escalones que se encuentran a un palmo de mis pies y la imagen (exagerada, vale decir) del espectáculo con la que se ganan los empleados de Friday’s del Óvalo Gutiérrez es la siguiente:
Seguro les habré alegrado el día con esto. Y espero que a ustedes también.
Hasta la próxima, desubicad@s.