(Les sugiero que se acomoden porque esta me salió larga)
Lunes 25 de enero del 2010.
Apenas tres días después de haber pisado suelo alemán, tengo que volver al aeropuerto y tomar ahora dos vuelos: uno de Frankfurt a Roma y otro de Roma a Génova. Ambos vuelos duran menos de dos horas cada uno, pero, aun así, la idea no me entusiasma ni me hace contar los días como debería.
10:30 am. Aunque mi vuelo sale a las 11:15 am, llego al aeropuerto más temprano para hacer el check in y otros. Observo a la gente. Hay de todo: chinos, musulmanes, norteamericanos, españoles, africanos. Van con su pareja, su compañero de trabajo, su familia, sus amigos... En fin. Cada uno camina con alguien diferente, pero es exactamente esto lo que los iguala: todos cuentan con otra compañía. Por lo tanto, e instantáneamente, me siento alejada de los demás. Y me enorgullezco por ello, aunque, por dentro, me cague de miedo y siga gritando "mamá".
10:45 am. Justo antes de que sea mi turno, la señorita nos informa que hay una posibilidad de que cancelen el vuelo y que no hará más check in hasta saber más. "¿Qué carajo has dicho?", pienso.
11:30 am. Con mi conocida cara de culo, observo a todos los demás pasajeros, con diferente destino, dirigirse a sus respectivas puertas para abordar su avión. Y justo antes de morderme el labio y hacerme la décima herida de cólera, la susodicha nos llama. Es mi turno. "Buon giorno", nos saludamos mutuamente. "Pasaporto, per favore", me dice. "Anmgsjaefga gsdgdg fdsd?" ¿Entendieron? Yo tampoco. Y la misma cara que pusieron al leer eso la puse cuando la susodicha volvió a dirigirse a mí. "Parla italiano?", pregunta. "No, I don't". Podría haber respondido en alemán, pero supuse que después usaría esas palabras complicadísimas que sólo los alemanes y un buen estudiante entienden. "You're italian but you don't speak italian?" "¡Sí, mierda! ¡Cállate y dame mi pasaporte!" Mi reacción externa es de cólera, impaciencia y disgusto; la interna, la más intensa, es de pura vergüenza. "The planes leaves at 14:00. Be at gate D23 sooner". "Ok", le digo sin agradecer. Subo al segundo piso, donde está el food court, y me percato de que la situación es la misma que la de abajo: un X acompañado de Y y de Z a veces.
13:00 pm. Camino hacia la puerta 23, pero antes me detengo en la pantalla que señala los vuelos y sus horas. "A ver... Vuelo AZ403, de Frankfurt a Roma, vía Alitalia, salida estimada a las 14:00, puerta 23... ¡Perfecto!" Llego a la puerta 23 y me siento a esperar la llamada del vuelo. Apenas unos minutos más tarde, llega una señora, también con destino a Roma, anunciando que se había demorado el vuelo y que ahora saldría a las 16:00. "¡Puta madre! Y a las 16:00 nos dirán que saldrá a las 18:00, y a las 18:00 nos dirán que el vuelo se ha cancelado hasta próximo aviso". Percibo una gota de lágrima, pero me contengo. Saco un libro (gracias, Dios mío, por concederme el gusto por la lectura) y me acomodo en el asiento que aplasta mis huesos. El tiempo vuela.
16:30 pm. Por fin, después de no sé cuántas horas, me encuentro sentada en el avión que me llevará a Roma. Me acomodo y saco mi libro. Nuevamente, el tiempo vuela.
19:00 pm. Estoy en Roma sin tiempo para nada. El vuelo sale a las 20:00, pero el boarding time es a las 19:35 pm. "Por favor, ¡que esta vez no se demoren!" No se demoran en "chequinarnos", pero vuelven a tardarse una eternidad en despegar.
Son las 21:20 de la noche y estoy, POR FIN, en el aeropuerto de Génova. Estoy tan cansada que apenas entiendo los mensajes en inglés. "Solo falta mi maleta y listo". Pero la maleta nunca llegó. Me dirijo a Lost and Found y de frente suelto palabras en inglés. "No, miss. We don't have any baggage coming from Frankfurt. It must be still in Rome". Me aguanto las lágrimas hasta después de firmar el papel para encontrar mi maleta. Me alejo de aquel italiano y me dirijo rápidamente al baño, en donde me desmorono. Una, dos, tres lágrimas. Pero no por la maleta, sino por el día de mierda.
Hoy es miércoles 27 de enero del 2010 y me encuentro en el balcón del departamento de los Cavagnaro en Via Malvaro, completamente sola, escribiendo esto y recordando la noche anterior, cuando Diana, Edo y yo nos despedimos de Carla para irnos a dormir. Luego, Diana y Edo se despiden de mí, dejándome sola en el pasillo. Al poco tiempo, alguien apaga las luces y me deja en una oscuridad total. Tanteando, busco el interruptor hasta encontrarlo. Me dirijo al número 14 y meto la llave. No entra. "Por favor, no..." Pero ni mil por favores harán que se abra la puerta. "¿Qué número es, entonces? ¿13? A ver... No. ¿Y 12? Tampoco. Es 14, estoy segura. Debo de haber puesto mal la llave. Mierda, ¡no entraaaa!" Antes de romper la llave, me establezco dos opciones: 1) probar la llave puerta por puerta (en total, 30 putas puertas) o 2) tocar el timbre de Diana y preguntar por el número. Elijo la segunda opción. Muerta de vergüenza, le comunico a Diana que estoy perdida. "Por tercera vez: Carla es el número 7, yo el 17 y tú el 11". Le agradezco y le doy la espalda. Antes de cerrar mi puerta, escucho lo último de la noche: "Y así piensa irse sola a París y Londres. No sé cómo va a hacer".
Yo tampoco, Dianita.
Recen desde ahora.
Lunes 25 de enero del 2010.
Apenas tres días después de haber pisado suelo alemán, tengo que volver al aeropuerto y tomar ahora dos vuelos: uno de Frankfurt a Roma y otro de Roma a Génova. Ambos vuelos duran menos de dos horas cada uno, pero, aun así, la idea no me entusiasma ni me hace contar los días como debería.
10:30 am. Aunque mi vuelo sale a las 11:15 am, llego al aeropuerto más temprano para hacer el check in y otros. Observo a la gente. Hay de todo: chinos, musulmanes, norteamericanos, españoles, africanos. Van con su pareja, su compañero de trabajo, su familia, sus amigos... En fin. Cada uno camina con alguien diferente, pero es exactamente esto lo que los iguala: todos cuentan con otra compañía. Por lo tanto, e instantáneamente, me siento alejada de los demás. Y me enorgullezco por ello, aunque, por dentro, me cague de miedo y siga gritando "mamá".
10:45 am. Justo antes de que sea mi turno, la señorita nos informa que hay una posibilidad de que cancelen el vuelo y que no hará más check in hasta saber más. "¿Qué carajo has dicho?", pienso.
11:30 am. Con mi conocida cara de culo, observo a todos los demás pasajeros, con diferente destino, dirigirse a sus respectivas puertas para abordar su avión. Y justo antes de morderme el labio y hacerme la décima herida de cólera, la susodicha nos llama. Es mi turno. "Buon giorno", nos saludamos mutuamente. "Pasaporto, per favore", me dice. "Anmgsjaefga gsdgdg fdsd?" ¿Entendieron? Yo tampoco. Y la misma cara que pusieron al leer eso la puse cuando la susodicha volvió a dirigirse a mí. "Parla italiano?", pregunta. "No, I don't". Podría haber respondido en alemán, pero supuse que después usaría esas palabras complicadísimas que sólo los alemanes y un buen estudiante entienden. "You're italian but you don't speak italian?" "¡Sí, mierda! ¡Cállate y dame mi pasaporte!" Mi reacción externa es de cólera, impaciencia y disgusto; la interna, la más intensa, es de pura vergüenza. "The planes leaves at 14:00. Be at gate D23 sooner". "Ok", le digo sin agradecer. Subo al segundo piso, donde está el food court, y me percato de que la situación es la misma que la de abajo: un X acompañado de Y y de Z a veces.
13:00 pm. Camino hacia la puerta 23, pero antes me detengo en la pantalla que señala los vuelos y sus horas. "A ver... Vuelo AZ403, de Frankfurt a Roma, vía Alitalia, salida estimada a las 14:00, puerta 23... ¡Perfecto!" Llego a la puerta 23 y me siento a esperar la llamada del vuelo. Apenas unos minutos más tarde, llega una señora, también con destino a Roma, anunciando que se había demorado el vuelo y que ahora saldría a las 16:00. "¡Puta madre! Y a las 16:00 nos dirán que saldrá a las 18:00, y a las 18:00 nos dirán que el vuelo se ha cancelado hasta próximo aviso". Percibo una gota de lágrima, pero me contengo. Saco un libro (gracias, Dios mío, por concederme el gusto por la lectura) y me acomodo en el asiento que aplasta mis huesos. El tiempo vuela.
16:30 pm. Por fin, después de no sé cuántas horas, me encuentro sentada en el avión que me llevará a Roma. Me acomodo y saco mi libro. Nuevamente, el tiempo vuela.
19:00 pm. Estoy en Roma sin tiempo para nada. El vuelo sale a las 20:00, pero el boarding time es a las 19:35 pm. "Por favor, ¡que esta vez no se demoren!" No se demoran en "chequinarnos", pero vuelven a tardarse una eternidad en despegar.
Son las 21:20 de la noche y estoy, POR FIN, en el aeropuerto de Génova. Estoy tan cansada que apenas entiendo los mensajes en inglés. "Solo falta mi maleta y listo". Pero la maleta nunca llegó. Me dirijo a Lost and Found y de frente suelto palabras en inglés. "No, miss. We don't have any baggage coming from Frankfurt. It must be still in Rome". Me aguanto las lágrimas hasta después de firmar el papel para encontrar mi maleta. Me alejo de aquel italiano y me dirijo rápidamente al baño, en donde me desmorono. Una, dos, tres lágrimas. Pero no por la maleta, sino por el día de mierda.
Hoy es miércoles 27 de enero del 2010 y me encuentro en el balcón del departamento de los Cavagnaro en Via Malvaro, completamente sola, escribiendo esto y recordando la noche anterior, cuando Diana, Edo y yo nos despedimos de Carla para irnos a dormir. Luego, Diana y Edo se despiden de mí, dejándome sola en el pasillo. Al poco tiempo, alguien apaga las luces y me deja en una oscuridad total. Tanteando, busco el interruptor hasta encontrarlo. Me dirijo al número 14 y meto la llave. No entra. "Por favor, no..." Pero ni mil por favores harán que se abra la puerta. "¿Qué número es, entonces? ¿13? A ver... No. ¿Y 12? Tampoco. Es 14, estoy segura. Debo de haber puesto mal la llave. Mierda, ¡no entraaaa!" Antes de romper la llave, me establezco dos opciones: 1) probar la llave puerta por puerta (en total, 30 putas puertas) o 2) tocar el timbre de Diana y preguntar por el número. Elijo la segunda opción. Muerta de vergüenza, le comunico a Diana que estoy perdida. "Por tercera vez: Carla es el número 7, yo el 17 y tú el 11". Le agradezco y le doy la espalda. Antes de cerrar mi puerta, escucho lo último de la noche: "Y así piensa irse sola a París y Londres. No sé cómo va a hacer".
Yo tampoco, Dianita.
Recen desde ahora.
Porto Vecchio, Génova. Enero 2010. |
Y el video correspondiente:
es increible encontrarme en genova y haber encontrado esta entrada en tu blog!! seguire leyendo, a ver si me engancha!
ResponderEliminarBravazo! :D
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