lunes, 1 de marzo de 2010

Crónica de una desubicada en Europa - Alemania/Perú


Yo pensé que uno, cuando viaja a otro país, comienza a extrañar a su gente desde el momento en que pisa suelo desconocido, o bien, desde que se sube al avión. Pero ese no fue mi caso.

Llegué a Alemania y me adapté casi al instante, pero sin dejar de lado algo que todo peruano siente, en algún momento, cuando sale a la calle. Y ese algo se llama MIEDO. Así, pues, fueron pequeños los detalles que me hicieron dar cuenta de que Europa es un universo completamente distinto al Perú (no meto a otros países de Latinoamérica pues no he estado en ellos).

Ejemplo número 1: apenas entro al carro de mi padrino, me dedico a ponerle seguro a cada una de las puertas, por puro instinto. Al terminar, siento su mirada postrada en mí. "¿Por qué me miras?", le pregunto. "Espérate unos días y te darás cuenta de que lo que acabas de hacer te sirve en Perú, pero acá no", me responde. "Sí, cómo no..."

Ejemplo número 2: estoy a punto de irme a dar una vuelta con Petra, la esposa de mi padrino, y me percato de que ha dejado la puerta del garaje abierta. "¿No la cierras?" "No, no pasa nada", me dice. "¿Que no pasa nada? ¡Pero esta tía está loca! Vamos a regresar y el garaje estará vacío". Me equivoqué. Como la mayoría lo supuso, cuando regresamos, el garaje estaba intacto.

Han sido, principalmente, dos cosas las que me han llamado más la atención de los alemanes: 1) saber -y tener la seguridad- que uno puede dejar algo valioso afuera de su casa y encontrarlo en el mismo estado al día siguiente, 2) saludarte con extraños en la calle.

Caso contrario al Perú, si dejara los perfumes de Carolina Herrera que posee mi hermana mayor, Andrea, afuera de mi casa por un día, sé que a la mañana siguiente no encontraré siquiera una gota de dichosos líquidos. En el otro caso, y al menos en el mío, yo no me saludo con extraños cuando recorro las calles de Lima. Si alguien lo hiciera, mi primera reacción sería que me quieren robar o, en otro nivel, simplemente preguntar por alguna dirección (como si yo les fuera a ser de gran ayuda).

Pero algo que no deja de sorprenderme es que los alemansitos no son tan mansitos como pensaba. Prepárate para leer esto, Cheli, porque aquí las niñas dejan de serlo a partir de las 12 años. Y no, no me refiero a que a esa edad les viene el periodo. Me refiero a que, a esa edad, los no-mansitos les quitan su inocencia (se entiende, ¿no?). Claro, uno podría decir que se trata de un "simple" liberalismo. Pero, en cuanto a mí se refiere, AL CARAJO CON EL LIBERALISMO. ¿¿¿Cómo una madre -o padre, mejor dicho-, en su santo juicio (aunque, pensándolo bien, diría que ya lo perdieron hace tiempo), permite que su hija de 12 años, si es que no es antes, se quede o invite a su enamorado a dormir en la casa??? ¿¿¿Cómo están tranquilas preparando la cena, viendo su novela, lavando la ropa, mientras su hija está arriba jugando al doctor??? Ni al caso; cada uno con su locura.

Alemania, me encanta, es cierto. Me fascina la nieve y el viento helado, forrarme como tamal por tanta ropa y, aun así, cagarme de frío, los árboles verdes y blancos, la confianza y el respeto entre la gente... Pasé las tres primeras semanas de mi aventura viajera tan fascinada con Europa que por mi mente pasaban muy pocos episodios de mi vida en Perú. Comencé a preocuparme. "¿Qué me pasa? ¿Por qué no extraño a mi gente como debería? ¿Acaso soy una ingrata de mierda a quien no le importa nadie?" Felizmente, esta preocupación cesó el lunes 15 de febrero, 4 días antes de mi regreso a Lima, el cual me lo pasé extrañando a mi Inca Kola, mi Chocman, mi Bembos, mi chifita, las combis, los colores, la risa de papá, la inocencia de mamá, los gritos de Andrea, las estupideces de Arianna, las enfermedades inexistentes de la Mamita Leti, la ternura de la Mamina, las alertas del Nextel, los mails con mi grupo para coordinar las salidas del fin de semana, la música latina, las películas y series en su idioma original y subtituladas... En fin.

Hoy es miércoles 17 de febrero y sigo extrañando y añorando a todos y a todo. Pero, al mismo tiempo, me encuentro con todas las ganas posibles de aprovechar mis últimos días en este mundo desconocido y, como dijo mi tía Erika, renovada para mi "temporada 2010" y con una nueva visión de la vida frente a mí, que antes no veía o valoraba.

Agárrense que ya llego.

2 comentarios:

  1. Bueno, un poco tarde el comentario pero: Bienvenida a tu mundo conocido, tu Lima panzaeburro (:

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