No soy fanática al 100% de The Killers, así que si esperas una crónica que hable exclusivamente sobre el concierto, te recomiendo que dejes de leer ahora mismo.
Después de la increíble presentación de Oasis en marzo de este año (2009), me quedé hambrienta por más: más conciertos, más noches locas, más desinhibición de los peruanos. Pero nadie interesante (para mí, al menos) venía, hasta que, un día de octubre, si no me equivoco, Conciertos Perú volvía a anunciar algo descomunal: The Killers en Lima. “Human, Spaceman, Read my mind… ¿Por qué no?”, pensé. Para mi buena suerte, y gracias a una amiga –he preferido no decir su nombre para evitar que alguien más la ataque, como yo lo hice–, se me presentó la oportunidad de ir al concierto de “Los Matadores” gratis. El plan era sencillo: esperar a que la jefa de mi amiga le mandara un mail diciendo que se necesitaban acomodadores para el evento y listo.
Este dichoso mail no llegó sino hasta el mediodía del miércoles (un día antes del concierto), cuando todas mis esperanzas de ir estaban más que aplastadas. Orinando de la emoción, marco el número de Bruno para darle la noticia y pedirle su DNI (requisito para entrar a la lista de acomodadores). Primera marcada: celular sin contestar. Segunda marcada: celular sin contestar. Tercera marcada: celular apagado. Carajo. Antes de entrar en pánico, trato de comunicarme con Manuel. “Estoy a punto de comprar mi entrada con Santiago, sorry”, me dice. Que se jodan los dos. Si tengo que ir sola al concierto, entonces iré sola. Decido volver a marcar el número de Bruno. Vuelve a no contestar, pero recibo un mensaje suyo en su lugar. Ya está todo: en 15 minutos nos encontraremos para ir al estadio lo más temprano posible (así nos ubican en las mejores zonas).
Llegamos al Monumental a la 1:40 de la tarde. Yo, con un humor de perros; él, resentido. Mientras esperamos a reunirnos con las organizadoras, me percato de la infinidad de fanaticada que hay haciendo cola, cuando todavía falta una eternidad para que comience el concierto, y me pregunto si, algún día, existirá un artista o alguna banda que me apasione de esa manera. Minutos después, llegan las organizadoras y se disponen a colocarnos nuestros brazaletes que dicen «Bebidas y alimentos – The Killers». Ya adentro del estadio, nos asignan las tareas que deben hacerse a cada uno. A Bruno y a mí nos toca lo más sencillo: vender el merchandising oficial de la banda (con “oficial” entiéndase a pósters manchados y polos de los que se pueden encontrar, sin ningún problema, en Gamarra). Después de varias horas de agonizante calor y caminatas de aquí para allá, a las 5 de la tarde aparecen los integrantes de The Killers para ensayar unas cuantas canciones. Dejo lo que estoy haciendo y los observo detenidamente por un momento: no soy su fan; sin embargo, me siento privilegiada por estar tan cerca a ellos. Una hora más tarde, las puertas del Estadio Monumental se abren, originando la escena más divertida del día: una decena de fanáticos corriendo a toda velocidad para ubicarse en la primera fila, y cada uno de ellos con un particular estilo de corrida. Uno corre como si tuviera hormigas metidas en el pantalón, otro corre como si el piso le achicharrara los pies y otro corre como si estuviera en la maratón de su vida. Me hacen acordar al guepardo cuando persigue a su presa, la gacela. Y lo entiendo: esa noche, los papeles se invierten: el público es el asesino y The Killers, la presa.
A las 6:30 p.m., la banda se esfuma del escenario, haciendo que regrese el jodido aburrimiento. El tiempo pasa tan lento que siento como si hubiera estado todo el día encerrada en el estadio. A las 8:20 p.m., el Monumental comienza a llenarse ligeramente y los primeros compradores comienzan a asomarse a nuestro stand. Poco después, me encuentro con el siempre carismático Manuel, personaje vaya a donde vaya. Le hago saber que estoy con cámara en mano y, como me lo esperaba, aparece su sonrisa de ángel (o, al menos, un intento de). “Mira, si te pones acá, hay mucha luz y se me ve bien. Hola”, me dice con voz “seductora”. Ay, amiguito, ¿cuándo cambiarás? (acabo de leer esa última oración y, pensándolo bien, no me hagas caso).
A las 9 de la noche, la banda nacional Autobús, de la cual nunca antes había escuchado hablar, se apodera del escenario por poco menos de una hora. Faltando pocos minutos para las diez, todos los componentes de la noche toman sus respectivos lugares: los bomberos y VIPs se colocan en las esquinas de cada zona, adoptando su conocida posición de guardaespaldas; el personal (vendedores, acomodadores, cuidadores) se queda en su sitio, asegurándose de no perderse ni un minuto de lo que vendrá a continuación; los fanáticos se juntan exageradamente unos a otros, formando una gran masa de grasa y de sudor. A las diez en punto, el último componente de la noche se adueña del escenario desde el momento en que las yemas de sus manos rozan sus respectivos instrumentos hasta el momento en que se despegan de estos.
Y así sucedió otra mágica noche en este país. The Killers ofreció lo mejor de su repertorio, empezando con Human, pasando por Mr. Brightside, All these thing’s that I’ve done, entre otras, y terminando con When you were Young, y con el vocalista, Brandon Flowers, soltando frases en castellano en alguna que otra ocasión, siendo la más importante «¿tu corazón sigue latiendo?». Sí, Brandon, esa noche, todos los corazones latían, pero por ti. Finalmente, después de estar doce horas en el estadio, caminar todo el día y vender productos a individuos con comportamiento animal, llego a mi casa tarareando la afirmación más famosa de la noche: “I got soul, but I’m not a soldier”.
Llegamos al Monumental a la 1:40 de la tarde. Yo, con un humor de perros; él, resentido. Mientras esperamos a reunirnos con las organizadoras, me percato de la infinidad de fanaticada que hay haciendo cola, cuando todavía falta una eternidad para que comience el concierto, y me pregunto si, algún día, existirá un artista o alguna banda que me apasione de esa manera. Minutos después, llegan las organizadoras y se disponen a colocarnos nuestros brazaletes que dicen «Bebidas y alimentos – The Killers». Ya adentro del estadio, nos asignan las tareas que deben hacerse a cada uno. A Bruno y a mí nos toca lo más sencillo: vender el merchandising oficial de la banda (con “oficial” entiéndase a pósters manchados y polos de los que se pueden encontrar, sin ningún problema, en Gamarra). Después de varias horas de agonizante calor y caminatas de aquí para allá, a las 5 de la tarde aparecen los integrantes de The Killers para ensayar unas cuantas canciones. Dejo lo que estoy haciendo y los observo detenidamente por un momento: no soy su fan; sin embargo, me siento privilegiada por estar tan cerca a ellos. Una hora más tarde, las puertas del Estadio Monumental se abren, originando la escena más divertida del día: una decena de fanáticos corriendo a toda velocidad para ubicarse en la primera fila, y cada uno de ellos con un particular estilo de corrida. Uno corre como si tuviera hormigas metidas en el pantalón, otro corre como si el piso le achicharrara los pies y otro corre como si estuviera en la maratón de su vida. Me hacen acordar al guepardo cuando persigue a su presa, la gacela. Y lo entiendo: esa noche, los papeles se invierten: el público es el asesino y The Killers, la presa.
A las 6:30 p.m., la banda se esfuma del escenario, haciendo que regrese el jodido aburrimiento. El tiempo pasa tan lento que siento como si hubiera estado todo el día encerrada en el estadio. A las 8:20 p.m., el Monumental comienza a llenarse ligeramente y los primeros compradores comienzan a asomarse a nuestro stand. Poco después, me encuentro con el siempre carismático Manuel, personaje vaya a donde vaya. Le hago saber que estoy con cámara en mano y, como me lo esperaba, aparece su sonrisa de ángel (o, al menos, un intento de). “Mira, si te pones acá, hay mucha luz y se me ve bien. Hola”, me dice con voz “seductora”. Ay, amiguito, ¿cuándo cambiarás? (acabo de leer esa última oración y, pensándolo bien, no me hagas caso).
A las 9 de la noche, la banda nacional Autobús, de la cual nunca antes había escuchado hablar, se apodera del escenario por poco menos de una hora. Faltando pocos minutos para las diez, todos los componentes de la noche toman sus respectivos lugares: los bomberos y VIPs se colocan en las esquinas de cada zona, adoptando su conocida posición de guardaespaldas; el personal (vendedores, acomodadores, cuidadores) se queda en su sitio, asegurándose de no perderse ni un minuto de lo que vendrá a continuación; los fanáticos se juntan exageradamente unos a otros, formando una gran masa de grasa y de sudor. A las diez en punto, el último componente de la noche se adueña del escenario desde el momento en que las yemas de sus manos rozan sus respectivos instrumentos hasta el momento en que se despegan de estos.
Y así sucedió otra mágica noche en este país. The Killers ofreció lo mejor de su repertorio, empezando con Human, pasando por Mr. Brightside, All these thing’s that I’ve done, entre otras, y terminando con When you were Young, y con el vocalista, Brandon Flowers, soltando frases en castellano en alguna que otra ocasión, siendo la más importante «¿tu corazón sigue latiendo?». Sí, Brandon, esa noche, todos los corazones latían, pero por ti. Finalmente, después de estar doce horas en el estadio, caminar todo el día y vender productos a individuos con comportamiento animal, llego a mi casa tarareando la afirmación más famosa de la noche: “I got soul, but I’m not a soldier”.
AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHH =)
ResponderEliminarEste post es de hace tiempo pero igual lo comentare =)
Yo estuve ahí t.t fue mi primer concierto (llorando te digo que me perdí el de Oasis T__T) y lo fuee TODO!
Terminé igual : I got a soul but i'm not a soldier! ♪♪♪
Geniaaaaaaaaaaaaaal ;D!
Hola, Katiiiza! Efectivamente, el concierto fue genial !! Aunque yo fui sin que me gustaran mucho, pero después del concierto como que valoré mucho más la experiencia y me volví fan, jaja :)
EliminarMuy probablemente me habrás visto correr ese día para estar lo más cerca posible(detrás de un pata con sombrero de santa, casi casi, primera fila).
ResponderEliminarJajajaja Ahora no lo recuerdo, pero es probable que sí te haya visto :P
EliminarJajaja
EliminarTema aparte, leerte me ha animado a volver a escribir.
Misión cumplida :D
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